Informe especial | UNA NUEVA DERECHA CON VIEJAS IDEAS

La ola conservadora

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Jorge Vilas – Entrevistas: Diego Pietrafesa

Desde las legislativas de 2021 crecen en presencia e influencia política planteos antiderechos y propuestas ultraliberales. El desafío del campo popular.

Impacto electoral. Militantes de La Libertad Avanza celebran el resultado de las legislativas porteñas del año pasado.

Foto: HERNÁN VITERBERG

Fue un baño de realidad para un personaje que comenzaba a creerse el dueño del futuro, del porvenir. Justo ahí, en El Porvenir, mítico club de Gerli, en su estadio situado a la vera de las vías del Roca, el ferrocarril que cada día lleva y trae miles de trabajadores del sur del Conurbano hacia la Ciudad de Buenos Aires, Javier Milei empezó a dudar acerca de su porvenir. Ni siquiera el recital gratuito que brindó David Martínez, más conocido como El Dipy, popular cantante que comparte ideas con el líder ultraderechista, sirvió para atraer público en una fría tarde otoñal. Poco más de un millar de fieles se acercaron hasta la cancha con tablones de madera en sus tribunas, para escuchar rugir al león de la derecha.
Sin embargo, y aun teniendo en cuenta la caída en las encuestas que registra su figura, el poder económico y mediático que impulsa y sostiene a dirigentes como Milei ya logró algunos de sus objetivos. Porque su presencia casi permanente en pantallas y micrófonos encontró un sector de la sociedad receptivo para esos mensajes, reflejado en la cosecha de votos en la Ciudad de Buenos Aires (el 17% de los sufragios en las legislativas del año pasado) e influyó en el debate público. Algo que se percibe en la actitud de la principal alianza política de oposición, Juntos por el Cambio, que endureció su discurso en general y manifiesta sin filtro las políticas de ajuste y represión que aplicará en caso de volver a la Casa Rosada.
Esas propuestas caen sobre una sociedad golpeada. La pandemia y las medidas preventivas que restringieron la circulación y la normal actividad cotidiana afectaron a mucha gente en distintos planos. No es casual que los llamados «anticuarentena» hayan sido una primera expresión de ese estado de ánimo. «La pandemia y la inflación global son fábricas de incertidumbre. La ultraderecha ofrece “certidumbres”; se apoya y hace crecer discursos del odio. Exculpa a los neoliberales y a los poderes fácticos, a la casta real, de la situación económica y social. Fabrica un discurso conspiranoico de que los Gobiernos que establecieron restricciones de cuidado querían limitar por su voluntad las libertades. Y así pretenden que esos Gobiernos son responsables del malestar, la pandemia y sus consecuencias», explica Alejandro Grimson, antropólogo y asesor del presidente de la nación.

Socios. Bullrich y Macri ven con buenos ojos un acuerdo con Milei.

NA

Después de la pandemia
El negacionismo acerca de lo evidente y las campañas mediáticas, que incluyeron el cuestionamiento hacia las vacunas, la gran herramienta para salvar vidas y retomar de a poco cierta normalidad, formaron parte de esta avanzada de la derecha. La pandemia puso patas para arriba la vida en el planeta, en cada país, en cada sociedad con sus propias características. Y en Argentina, esto se sumó a la economía destruida por el macrismo, que aún no se recompuso, y cuyas consecuencias están presentes en la vida cotidiana; especialmente, la alta inflación que el actual Gobierno aún no acierta a resolver y que afecta cada día la vida de los argentinos y golpea especialmente a los más desprotegidos.
Así, se despierta en sectores de la sociedad un sentimiento antipolítico, especialmente en un país que hace apenas dos décadas sufrió un estallido social generalizado, que se resumía en la frase «que se vayan todos». La actual no es una situación similar, pero es un antecedente que no se puede soslayar. El analista político Ricardo Rouvier sostiene que «la atracción que ejerce en nuestra ciudadanía la presencia y actuación de Milei y otros tiene que ver con la adhesión, no tanto a un programa ideológico, sino a una actitud antipolítica. Ataca a la política en los flancos que esta ofrece: corrupción, desigualdad, incumplimiento de la ley, inseguridad. A esto hay que agregarle la inflación como prueba de falta de poder del Gobierno», señala.
La violencia y el desparpajo de estos discursos se pasea por medios de comunicación sin que, en la mayoría de los casos, se los cuestione o interpele. Es más, comunicadores y comunicadoras sostienen esas ideas a diario en horarios centrales de radio y televisión. Se referencian en Trump, Thatcher, Bolsonaro o Reagan, sostienen cada una de las banderas antiderechos y promueven una suerte de darwinismo social. La frase del diputado Milei acerca de la libertad de elegir morirse de hambre exime de mayores explicaciones. De ese modo, corren por derecha a la derecha, fuerzan la agenda hacia sus extremas propuestas y esto se refleja en el endurecimiento del discurso de dirigentes de Juntos por el Cambio que ya no ocultan sus proyectos de dolarización de la economía, reformas laboral y previsional y avance sobre los derechos de los trabajadores. Ya en sintonía, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, el expresidente Mauricio Macri, la exministra de Trabajo y Seguridad, Patricia Bullrich –que ostenta perlas en sus gestiones como la reducción nominal de sueldos desde la cartera laboral y las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en su paso por Seguridad–, el peronista llamado «racional» por los medios hegemónicos, Miguel Ángel Pichetto, todos compiten mano a mano con Javier Milei y José Luis Espert. Con el aporte de reconocidos influencers y comunicadores que multiplican el alcance de sus mensajes. Y suman en esa línea a altos representantes de la Justicia, como el vicepresidente de la Corte Suprema, quien brindó una intervención antiderechos en un encuentro internacional.
En ese clima, no sorprende que Bullrich pueda anunciar, como parte de su plataforma electoral, el fin de los planes sociales en seis meses o que un personaje inclasificable como Florencia Arietto, que trabaja en los equipos de Larreta, hable de la necesidad de entrar al Conurbano «con metra» sin ponerse colorada. Todo eso ocurre mientras Macri, a quien no le cuesta nada correrse a la derecha de la derecha, ofende a sus aliados radicales sosteniendo en un foro internacional que «esto del populismo no es un problema apenas de Latinoamérica. Tal vez se originó en Latinoamérica y tal vez en Argentina es donde arrancó, primero con Yrigoyen y después con Perón y Evita. Esto es muy contagioso y se expandió al resto del mundo». Para el expresidente, nuestro país es portador de un «virus» contagioso que se irradia por el planeta.

Casullo. «En Argentina existe una tradición de voto de derecha.»

Grimson. «La pandemia y la inflación global son fábricas de incertidumbre.»

Rouvier. Atraen por su discurso antipolítica, no por ideas propias.

Stefanoni. Antecedentes internacionales para explicar un suceso local.

La misma receta
Si se pone en negro sobre blanco el núcleo duro de las ideas ahora llamadas libertarias, no son más que remedos de medidas de corte neoliberal ya aplicadas en este y otros países; sin ir más lejos, menemismo y macrismo son antecedentes muy cercanos. ¿Qué hay de nuevo entonces? «En Argentina existe una tradición de voto de derecha, incluso de extrema derecha. La UCEDE fue la tercera fuerza por bastante tiempo, y obtuvo el 7% de los votos en 1989 y el 6% en las legislativas de 1991, con resultados aún mayores en CABA. A fines de los 90 Cavallo tuvo un bloque bastante importante de votos, como también Aldo Rico, y en el 2003 Ricardo López Murphy quedó tercero. Entonces, si bien ahora hay un crecimiento de la derecha, no es tampoco un rayo en un día luminoso. Argentina es un país, para decirlo de esta manera, bastante de derecha», responde la politóloga María Esperanza Casullo.
Para completar la idea de continuidad de ultras de hoy con ultras de ayer, se pueden citar como antecedentes inmediatos de la emergencia de Milei a José Luis Espert, que lleva varios años dando batalla en los medios en pos del megaliberalismo, al exmilitar Juan José Gómez Centurión, que rompió con el macrismo cuando estaba en el Gobierno enarbolando banderas castrenses, y la presencia en los actos «libertarios» de figuras que reivindican el genocidio de la dictadura. Además, en los incipientes armados provinciales que van hilvanando quienes se agrupan en torno al exarquero de Chacarita, sobresalen vínculos con el bussismo en Tucumán, o el Partido Demócrata en Mendoza, es decir, viejos conocidos de la derecha vernácula.
Por su parte, el periodista e historiador Pablo Stefanoni añade el contexto internacional para analizar la revitalización de este sector en la política argentina. «Diría que en Argentina hay una extrema derecha en formación y bastante sui generis. A diferencia de Europa y Estados Unidos, no tiene una tradición histórica donde inscribirse, por eso Milei construyó un panteón a la rápida, con Alberdi y Menem. En Estados Unidos, Trump surge en el clima del Tea Party en el Partido Republicano. En Francia hay una larga tradición de extrema derecha, incluso en el plano intelectual. En España hay un sustrato franquista aunque Vox no lo sea directamente. Acá, Milei se mueve entre un liberalismo radical y redes internacionales de extrema derecha, como las de Vox, con un discurso anarcocapitalista que da lugar a sorpresas», aporta el autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?
Hasta dónde pueden avanzar estos sectores es una pregunta cuya eventual respuesta preocupa. Va a depender, claro, del grado de cohesión que mantengan los armados populares y de la evolución de la actual gestión gubernamental, entre otros factores. Desde la Comisión Provincial por la Memoria, Roberto Cipriano García y Sandra Raggio advierten: «Paradójicamente, los discursos “antiderechos” se nutren en el descontento de una democracia impotente frente a la agenda de demandas. Vamos a cumplir 40 años sin interrupciones militares, pero el pasado que no queremos que se repita acecha en el presente, con nuevas formas, pero igual de peligroso. Sepamos reaccionar a tiempo».
El auge de los discursos violentos y excluyentes en el debate político no debe subestimarse. La unidad en la diversidad de los proyectos populares es una de las formas de conjurarlos. Las mayorías tienen que estar al tanto de las consecuencias de las políticas neoliberales ya aplicadas y a las que el poder económico, que sustenta a estos dirigentes con recursos y protección mediática, quiere volver. La política y la calle, al servicio de los intereses de las mayorías, son la respuesta más eficaz. Donde siembran desencanto y bronca habrá que cosechar esperanza.

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