Informe especial | EL CASO DE MONTEVIDEO

La otra orilla

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Para aquellos que sueñan para Buenos Aires y su costa fluvial un destino igual o similar al de Montevideo, malas noticias: comenzando por sus dimensiones, la capital argentina nunca será la uruguaya y difícilmente el porteño pueda vincularse con su ribera de la misma manera que lo hace el montevideano con la suya.
Pero Montevideo está enfrente y es la otra capital que puede enorgullecerse de tener el río con la anchura récord, tanto que en la urbe charrúa le dicen mar, aunque sean conscientes de que a la latitud de la ciudad aún se trata de una corriente de agua dulce. Así lo comenta Fabián Kompel, arquitecto y desarrollador inmobiliario uruguayo, estableciendo una primera diferencia entre la costa porteña y montevideana: los balnearios. «Después, hubo otros factores que contribuyeron: desde la idiosincrasia del montevideano hasta la ubicación de la ciudad, a una hora y media de Punta del Este, con 30 balnearios divinos en el medio». En efecto, el factor geográfico tiene mucho que ver con la vinculación con el río: mientras las aguas del Delta del Paraná depositan en la costa porteña sedimentos varios, en la de enfrente, las corrientes del río Uruguay limpian la ribera, dotada de playas de arena sobre las que el habitante local lleva a cabo parte de su vida social. De acuerdo con el arquitecto, así, el río, con sus balnearios y ramblas, se convierte en el hilo conductor de la ciudad.
De todos modos, Kompel advierte que no siempre fue entendido de la misma manera. «Como Buenos Aires, Montevideo también creció dándole la espalda al río. Hasta promediar el siglo pasado, la percepción de esa tierra era diferente a la que se tiene hoy, tal como todavía puede constatarse en la rambla sur de la ciudad, donde hay viviendas económicas de cooperativas, o en la que ahora es la exclusiva zona de Punta Carretas, donde, de hecho, en el predio que funciona el shopping antes había una prisión».

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