Informe especial | Entrevista a Natalia Aruguete

Claves de un triunfo inesperado

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Esteban Magnani

«No tenía trayectoria política para mostrar, pero Milei comprendió que la apuesta estaba en la dimensión comunicacional», asegura la investigadora. Emociones, razones y redes sociales.

Outsider. Noviembre de 2021, Parque Lezama: cierre de la campaña que llevó a Milei a la Cámara de Diputados.

Foto: Télam

«Creo que la estética de Milei, en el sentido profundo de la palabra, interpeló a sectores a los que nadie les hablaba. Las dos coaliciones que gobernaron recientemente venían defendiéndose del lastre de explicar lo que ya pasó, sin hablarles a esos sectores», resume Natalia Aruguete, especialista en comunicación política, investigadora del CONICET y docente. «Lo que logró Milei es que todos hablen su mismo lenguaje. No tuvo que levantar su imagen solo: todos colaboraron. Desde aquellos que lo apoyaban a los que lo discutían o lo aprovechaban. Desde una mirada comunicacional, Milei no solo delimitó el marco del debate sino que impuso con mucha facilidad su figura de outsider. En varios países hemos visto que, cuando hay mucho disgusto con la oferta de los partidos tradicionales, el outsider rinde política y mediáticamente e interpela, para bien o para mal, a fanáticos y críticos». 
Aruguete está esperando que salga de imprenta su nuevo libro, escrito junto a Ernesto Calvo. Su título es: Nosotros contra ellos. Cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros. El libro, que será publicado a comienzos de septiembre por la editorial Siglo XXI, aporta a los intentos de explicar los resultados de las PASO.
¿Por qué el título? 
–Porque teníamos una idea inicial que era pensar la polarización en sus dos dimensiones: por un lado la polarización política y afectiva que está creciendo en el mundo, analizarla tal como ocurre en varios países y, por el otro lado, queríamos pensar en la era de las redes. Teníamos inicialmente en la cabeza un mundo binario. «Nosotros contra ellos» fue el nombre que editorialmente se creyó que mostraba mejor de qué trata el libro y la forma en que nos comportamos políticamente en redes sociales. 

Foto: Jorge Aloy

«Hay una profunda soberbia de quienes están con bronca porque se sorprendieron con un voto a Milei que lo dejó como primera fuerza.»

–¿Cuál es la hipótesis central?
–La hipótesis vertebradora es que existen confirmaciones y refutaciones acerca de lo que pensamos, que nos interpelan emocionalmente. Muchas veces nuestras respuestas tienen que ver con la alegría que producen las confirmaciones o con el enojo de las refutaciones, independientemente de lo que literalmente expresen los mensajes en las redes. La cuestión de las fake news, el rendimiento del fact checking, buscan interpretar los mensajes a partir de lo racional, de la textualidad de los mensajes; nuestra hipótesis es que en realidad aun la intervención de una verificación queda inscrita dentro del conflicto entre «asimilados» y «contrastados», en el que una refutación nos penaliza y una confirmación nos premia. Y este proceso de polarización afectiva va incrementándose en el tiempo. La polarización afectiva es una forma complementaria de mostrar la polarización y la dimensión ideológica de «izquierda» o «derecha» ya no es suficiente para explicarla. Necesitamos termómetros para ver cuánto calor o cuanto frío nos generan políticas, partidos políticos, dirigentes políticos ¿No? O sea, cuánto calor o frío te generan Trump o Milei. Lo que vemos es que la polarización afectiva es autónoma de la polarización racional.

–¿Cómo juegan estas hipótesis del libro en el análisis de las PASO?
–Para mí es erróneo el análisis de cierto progresismo que dice que el voto a Milei fue solo un un voto emocional. Para mí es profundamente erróneo porque uno puede tener muchas razones para tener bronca, que es una probable explicación de ese voto, pero no puede ser la única. Ese voto bronca, además, no sabemos en qué medida se compuso por aspectos más afectivos o más racionales. Quiero decir: había muchas razones para tener bronca y muchas razones que eran perfectamente argumentables. Entonces el comportamiento político hay que pensarlo desde una trinidad: no podemos disociar la dimensión afectiva de la racional y de la comportamental. Por eso es que cuando vos te encontrás en redes sociales o en los medios con una falsedad o algo que está verificado, lo que más importa no es lo que argumentativamente se dice sino cuánto te lastima de eso a vos. Y vos vas a reaccionar de manera acorde, no independientemente, pero sí complementariamente a lo que efectivamente se dice ahí. Incluso en los experimentos que nosotros hicimos, así como en la literatura en la que nos basamos, cuanto mayor nivel de sofisticación tenés en tus argumentos, mayor resistencia ofrecés y más contraargumentás una posición que pone en cuestión la tuya. No es que los blanditos y poco informados son menos permeables al cambio. Los más formados, lo más leídos, lo más instruidos son los que más polarizados están. Hay una profunda soberbia de quienes están con bronca porque se sorprendieron con un voto a Milei que lo dejó como primera fuerza.
–¿Y sobre el uso de las redes específicamente? ¿Qué pasó en estas elecciones?
–No hicimos un seguimiento específico en este caso, pero todo indica que se dio lo que ya veníamos viendo. Los más intensos e involucrados políticamente son los que suelen estar sobrerrepresentados en el discurso público y en el discurso digital en particular. En este momento las más activadas son las derechas y las ultraderechas. Tiene muy aceitadas las conexiones internacionales. Eso da capacidad logística y de financiamiento. Si vos te fijás en los movimientos más conservadores y de derechas como los libertarios, los antiaborto, el movimiento «con mis hijos no»… Todo ese tipo de movimientos está muy internacionalizado. Yo recuerdo haber ido a un encuentro sobre género con personas de toda la región y estaban asustados con Agustín Laje. Incluso había algunos argentinos que no sabían quién era.

«Los más intensos e involucrados políticamente son los que suelen estar sobrerrepresentados en el discurso público y en el discurso digital en particular.»

–¿Cuánto es parte de algo organizado y cuánto es espontáneo? ¿Dirías que es producto de la incapacidad de generar respuestas concretas desde el progresismo? 
–Ninguna planificación se hace sobre un vacío social. Las sociedades están muy polarizadas y las alternativas de derecha están interpelando a gran parte de ellas. Eso no tiene que ver solamente con una planificación: si vos hablás de justicia social a un joven precarizado, que no tiene idea lo que es un aguinaldo, no lo estás interpelando. Entonces me parece que hay un error en la preocupación post-PASO en pensar «cómo puede ser que nadie se dé cuenta de que las propuestas de Milei son inconcretables», cuando en realidad lo que debería preocupar más es cómo Milei logró, desde su diagnóstico, súper simple, interpelar a quienes no están interpelando otros. Él dice: «Yo te voy a dolarizar», «te cierro el Conicet, el INCAA», «te privatizo la salud». Milei no tenía trayectoria política para mostrar, pero comprendió que la apuesta estaba en la dimensión comunicacional. Y lo logró. Igual vamos a pasar los próximos diez años intentando explicar cómo fue que ganó. 

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