8 de agosto de 2024
Un 66% de los niños y niñas viven en condiciones de pobreza. La carencia alimentaria se suma a situaciones de violencia y al desfinanciamiento de programas sociales. Retrato de una generación en riesgo.
OMS. Los problemas de salud, crecimiento y baja talla están relacionados con una nutrición inadecuada.
Foto: Jorge Aloy
El 58,5% de las niñas y niños argentinos vive en condiciones de pobreza monetaria (es más elevado el costo de la canasta básica de bienes y servicios que los ingresos del hogar). Son más de 7 millones de niños. Se suma algo más cruel: casi un 19% vive en la pobreza extrema. Son datos de la encuesta permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec). Y si a esos números se agregasen las privaciones no monetarias, estima Unicef, el porcentaje sería sustantivamente mayor: un 66% desde fin de 2023 a comienzos de 2024.
La carencia alimentaria es una de las principales causas de la pobreza infantil, situación preexistente en Argentina, magnificada sustantivamente desde la asunción del Gobierno libertario y sus consecuentes políticas, tanto de desfinanciamiento a los programas sociales y particularmente hacia las infancias, como a la conocida y perversa retención de alimentos por parte del Ministerio de Capital Humano.
«Lo de los alimentos es un dato crucial. Las organizaciones sociales, los clubes de barrio, somos constructores de esa política pública donde el Estado decidió no intervenir. La decisión es muy grave y el futuro mediato puede ser más perverso. A principios de 2000 la consigna era “El hambre es un crimen” y hoy esa consigna se mantiene», refiere Omar Giuliani, dirigente de la agrupación Niñez y Territorio de la CTA autónoma y referente de Ruca Hueney, el hogar que en General Rodríguez alberga a niños y jóvenes.
La pobreza es más fuerte en el Noroeste argentino. Datos del Indec especifican que las provincias con mayor pobreza de niños y niñas son Chaco, Formosa, Misiones y Corrientes. Distante a solo 7 kilómetros de la capital chaqueña, la ciudad de Barranqueras integra el área metropolitana del Gran Resistencia. Karina Aranda es maestra de la escuela 1059 de esa localidad, y relata lo que a diario ocurre con sus alumnos: «Un 30% de los estudiantes solo tiene una comida y es la de la escuela, eso deriva en dificultades en el aprendizaje, los niños no pueden atender, ni pensar, si antes no comen». Su colega Fernando Ramírez desde la capital correntina refiere análoga realidad «desde diciembre para acá se profundizaron los problemas. Más del 50% de los trabajadores acá es cuentapropista, el sostén de las asignaciones ayuda, pero no alcanza. Corrientes dejó de recibir los refuerzos para comedores escolares, hay hambre en las escuelas y en los barrios populares, y los pocos alimentos que llegan son secos, faltan los productos frescos, leche, queso, fruta».
El octavo informe de Unicef indica que, comparados con 2023, son unos 10 millones de niños y niñas los que comen menos lácteos y carne. Vale recordar el precio de la leche que a comienzos de 2024 costaba 614,66 pesos el litro y hoy el precio es de 1.355,43 pesos.
Llamado de pediatras
«El drama continúa y se profundiza», fue el aviso que más de 400 médicos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) le comunicaron al Poder Ejecutivo. En ese texto, al que luego adhirieron otros profesionales dedicados a las infancias, los académicos le pidieron al Gobierno que no impida el acceso de «miles de niñas, niños y adolescentes a una alimentación básica imprescindible para su normal crecimiento y desarrollo».
Hambre. Muchas provincias dejaron de recibir refuerzos para los comedores. Faltan los productos frescos, como leche, queso y frutas.
Foto: Getty Images
Norma Piazza es médica pediatra, integrante de la SAP, una de las firmantes, y pone en contexto con este ejemplo: «Para 2005 la Organización Mundial de la Salud (OMS) cambió el paradigma de cómo evaluar el crecimiento de niños y niñas: lo hace en base a 8.000 muestras de seis países de culturas y etnias muy diferentes: Brasil, EE.UU., Noruega, Ghana, Omán y la India, o sea, bien diversa. Se fijaron condiciones y se firmó un contrato: que el medioambiente no estuviera contaminado, que la mamá no fumase, tampoco se fumaría en la casa, pero además que la alimentación fuera adecuada, es decir: sin carencias –explica la profesional–. El resultado fue que la talla media de poblaciones tan diferentes era semejante. Había más diferencias genéticas intra-país que inter-país. Con lo cual la conclusión cambia el paradigma: si tenés nutrición y medioambiente adecuados, la potencialidad, el crecimiento de la humanidad es semejante. Esto revolucionó cómo evaluar el crecimiento de niños y niñas».
En ese mismo año, 2005, los datos indicaban que en Argentina el 8% de niños menores de 5 años tenía una prevalencia de baja talla. El cambio se produjo a partir de 2005. Nuevamente Norma Piazza aporta este dato: «El American Journal of Public Health publica un estudio sobre el crecimiento de los niños y niñas de las poblaciones más vulnerables de Argentina en base a la consulta en 6.383 centros de salud pública de todo el país. Eso representa 1.400.000 niños menores de cinco años. Allí se demostró que entre 2005 y 2013 bajó el 45% de la prevalencia de la baja talla, tanto en el ambiente rural como en el urbano. Esa población fue sujeto de dos programas: el Nacer y el Sumar».
El Plan Nacer fue creado en 2004 con el propósito de reducir la morbimortalidad materno infantil: estaba destinado a mujeres embarazadas y niños de hasta 6 años sin obra social. Primigeniamente fueron nueve provincias del noroeste argentino las receptoras y a partir de 2008 se aplicó en todo el país.
Cinco años más tarde, en 2013, el Plan Nacer se transformó en Programa Sumar: se incorporó a adolescentes de 10 a 19 años y mujeres de 20 a 64 años. Más tarde, en 2015, la prestación incluyó a los hombres de hasta 64. Desde la asunción del Gobierno libertario, son habituales las demoras de las transferencias de recursos desde el Ministerio de Salud de la Nación a sus pares provinciales para el cumplimiento del programa.
Otro programa, el Incluir Salud, fue diseñado para otorgar asistencia financiera a las provincias y garantizar cobertura médico-asistencial a personas sin cobertura. Pero como tantos otros, atraviesa serias grietas: «Los niños pobres que tienen enfermedades de base, trastornos del aspecto autista, cardiopatías, reciben una alimentación más específica porque su patología no les permite la habitual, esos niños están con signos de deficiencia porque no les está llegando ese alimento que cubre el programa Incluir Salud», agrega Norma Piazza.
Herramienta de control
Omar Giuliani considera que la Argentina actual encuentra varias analogías con los años 90, pero señala una diferencia sustancial: «Hay un proceso de violencia que se viene generando en los barrios donde muchos pibes viven en la calle. Su cultura pasa por ahí y toda esa marea de dificultades se va reproduciendo y se refleja en un proceso cultural violento y grave. Hay una sociedad que casi se acostumbró a no cuidar a nuestros pibes».
El colectivo de organizaciones de defensa y promoción de los derechos de niñas, niños y adolescentes, Infancia en Deuda (IED), en un documento dirigido al Comité de Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas, alertó, entre otros tantos datos significativamente graves, que la «asignación presupuestaria para las políticas de niñez es un 72,7% menor que en 2023, especialmente preocupante es la reducción de las partidas de educación, salud y alimentación».
Es en este sentido que Omar Giuliani reflexiona: «Si tenés niñeces que están subsumidas en la pobreza, en una cultura del sálvese quien pueda, donde la palabra futuro no existe, el poder como herramienta de control social ataca a esos sectores. Esta es una pobreza planificada, porque la pobreza es una herramienta de control social».
En Argentina, según un informe de IED, solo el 19,1% de las niñas y niños de entre 0 y 3 años accede a servicios de cuidado y educación, con fuertes desigualdades por región y por niveles de ingresos.