8 de noviembre de 2022
Con un fuerte cuestionamiento al poder, las destacadas obras que se montaron en las distintas salas apostaron por el vuelo creativo sin descuidar la raíz.
Gran calidad. Potestad de Eduardo Pavlovsky, Eléctrico Carlos Marx, de Manuel Santos Iñurrieta y Habitación Macbeth, de Pompeyo Audivert. (Fotos: Archivo)
Resulta muy difícil resumir en pocas líneas estos 20 años de actividad teatral del Centro Cultural de la Cooperación por múltiples razones: se estrenaron muchos espectáculos, de gran calidad y con intensas resonancias en la sociedad argentina. Un simple inventario ya superaría las líneas disponibles. Preferimos entonces mencionar algunos exponentes y tendencias.
El CCC trabajó deliberadamente con varias generaciones, como quería Floreal Gorini: dio cabida a maestros consagrados y, al mismo tiempo, permitió que los más jóvenes desarrollaran sus propuestas innovadoras. Destaquemos, entre los primeros, a Eduardo Pavlovsky, quien presentó, entre otros espectáculos, La Gran Marcha (una reescritura de la tragedia Coriolano, de William Shakespeare), Variaciones Meyerhold (sobre el director ruso de la biomecánica) y Solo brumas (una de sus últimas creaciones, sobre el tema de la complicidad civil).
Pavlovsky repuso también en el CCC Potestad y La muerte de Marguerite Duras. En una entrevista que le hicimos en 2015 señaló que estaba feliz del trabajo en común con el CCC, porque le había dado la posibilidad de experimentar con plena libertad en un nuevo tipo de teatro político, que llamaba «teatro del borrador», que incluía la improvisación a través de determinados «mojones» de guion prefijados. Cada función de Pavlovsky y su equipo estuvo siempre desbordada de espectadores que encontraban en el maestro un referente fundamental de la cultura nacional.
En el otro extremo generacional, el de los más jóvenes, Manuel Santos Iñurrieta trabajó sistemáticamente estos 20 años en el CCC, primero con su grupo Bachín Teatro y más tarde con Los Internacionales Teatro Ensamble. Mencionemos, entre sus numerosas creaciones, Mariano Moreno y un teatro de operaciones, Mientras cuido de Carmela, Crónicas de un comediante, Eléctrico Carlos Marx, Buenos Aires épica, A Silvia Filler. Construcción poética de un recuerdo.
Uno de los rasgos sobresalientes de la poética de Santos Iñurrieta es su investigación en el teatro épico, en el legado de Bertolt Brecht, que cruza con la actuación de los capocómicos nacionales. Señala Juano Villafañe, director artístico del CCC: «Lo épico en Manuel Santos no deviene de una ortodoxia estética de lo brechtiano. En su teatro existen estados en tensión en todas sus obras con cierto grado de autonomías, pero también la necesidad de una continuidad dramática, donde se ofrecen vivencias y no solo la razón sobre el mundo».
Piezas de resistencia
Una tendencia común que conecta los extremos de este arco generacional Pavlovsky-Santos Iñurrieta, y que caracterizó al CCC como una constante, es la investigación en nuevas poéticas para un teatro político de izquierda, anticapitalista y anticolonial. Piezas de resistencia, disidencia y transformación social. Múltiples poéticas que abordaron la relación entre lo macropolítico (los grandes discursos de representación) y lo micropolítico (la construcción de territorios alternativos de subjetividad), entendidas como propuestas de nuevas acciones escénicas dentro de un campo de poder, para incidir en ese marco, generando mapas simbólicos de amigos, enemigos, aliados potenciales y neutrales. Un nuevo teatro político para el siglo XXI, al mismo tiempo innovador y enraizado en las grandes tradiciones estéticas del siglo XX.
Desde una generación intermedia entre Pavlovsky y Santos, despliega su producción teatral Pompeyo Audivert, quien presentó en el CCC La señora Macbeth (con inolvidable actuación de Cristina Banegas, sobre el texto de Griselda Gambaro), Puente roto y Habitación Macbeth, entre otras. Estrenado en 2021, cuando la pandemia empezaba a retirarse, Habitación Macbeth ha llenado todas y cada una de las funciones en la Sala Solidaridad. Acompañado por el violonchelista Claudio Peña, Audivert compone todos los personajes de la tragedia de Shakespeare y resignifica la historia jacobina con una nueva dimensión política.
Al respecto, Audivert dice que compone «un cuerpo habitado por fantasmagorías, un cuerpo mediúmnico, atravesado por una realidad teatral que lo posee y a la que él sirve. Función de cuerpo-habitáculo. Me interesa señalar al actor como un fenómeno de naturaleza paranormal, un habitáculo de encarnaciones. Servir por un lado al propósito shakesperiano y lo que cuenta la obra, y por otro servir a la identidad temática de la teatralidad: lo mediúmnico, lo metafísico, el extrañamiento que se produce cuando uno actúa».
Otra de las líneas destacables en estos 20 años del CCC es el trabajo escénico con la poesía. El espacio tiene una rica tradición de espectáculos en ese sentido, que incluye entre otros hitos Ahora somos todos negros, Los poetas de Mascaró, Con un tigre en la boca y La conversación infinita. Podemos llamar a ese fascinante terreno de investigación «teatro de la poesía», «poesía performativa», «poesía teatralizada» o «dramaturgia de la poesía». Son expresiones experimentales de teatro liminal: la ancestral matriz del acontecimiento teatral se vuelve espacio de encuentro, absorción y multiplicaciones de prácticas artísticas diversas, complementarias, en fricción y fusión, umbralidad y pasaje de la página literaria a los cuerpos y nuevamente a la página.
Todo lo que el teatro toca lo transforma en teatro, pero al mismo tiempo sabe reconocer el origen en el libro y regresa a su memoria, expone esa multiplicidad de tránsitos, referencias y devenires en el movimiento de la cultura. Para quienes amamos y disfrutamos esa tradición, el espectáculo La conversación infinita, dirigido por Gustavo Pardi, brilló por su originalidad creativa y despliegue de recursos. Pardi tomó poemas de diversos libros de Juano Villafañe (una de las voces más relevantes de la poco conocida y estudiada «generación poética de los 60», que debe ser reivindicada artística y políticamente y difundida en su conjunto a través de una gran antología) y los transformó en una dramaturgia de teatralidad insólita y potente, paradójica teatralidad de lo no-teatral en la que la poesía muta en cuerpo vivo, tiempo y espacio físico, «carne del mundo» (diría Merleau-Ponty). El poema se resignifica, se re-enuncia, recupera su dimensión oral, se hace otro en los cuerpos femeninos, se abre en polifonías, se visualiza, se musicaliza en las voces, en los estados y las intensidades corporales. En suma, otra forma de relacionarse con la poesía, otra forma de teatro. Un banquete convivial de la literatura y el teatro.
En estos 20 años el CCC no se limitó a generar espectáculos, sino que también atendió a la realidad de los espectadores, otorgando espacio para que se desarrollara la Escuela de Espectadores de Buenos Aires (EEBA), de trabajo ininterrumpido entre 2003 y el presente. Con 400 integrantes fervorosos, la EEBA reivindica a los asistentes de cada función como sujetos complejos, como sujetos de derechos, agentes protagónicos del campo teatral, ciudadanas y ciudadanos. Otro campo de innovación en el que el CCC fue pionero.