Informe especial | LUCÍA CIRMI

«Sin plata y sin reconocimiento»

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Florencia Vidal

«Necesitamos que las tareas de cuidado sean una responsabilidad de toda la sociedad», asegura la funcionaria sobre un trabajo invisible e impago que recae sobre las mujeres.

Saberes sociales. Para la funcionaria del Ministerio de las Mujeres, cuidar supone conocimientos que se aprenden: no son naturales ni instintivos.

Foto: Sandra Cartasso

Lucía Cirmi Obón, subsecretaria de Políticas de Igualdad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, habla de las consecuencias de la histórica feminización del trabajo gratuito de cuidado. Con el avance en materia de derechos para las mujeres y la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, Cirmi asegura que la creación de un Sistema Integral de Políticas de Cuidados de Argentina (SINCA) representaría la próxima conquista feminista. «Necesitamos que la sociedad nos acompañe con el reclamo», dice.
–¿En qué aspectos de la vida de las mujeres impacta la economía del cuidado?
–Yo diría que vivimos en una sociedad donde, básicamente, tenés que utilizar el tiempo para generar dinero. Eso es lo que te propone la sociedad para subsistir. El tema es que, al tomar esas tareas de cuidado, te dejan menos tiempo disponible. Entonces, vivimos en una sociedad que te propone todo el tiempo achicar esas tareas de cuidado, con el impacto que esto tiene en las personas que necesitan los cuidados, pero también con un impacto negativo en quienes hacen esas tareas. Esa economía, que durante mucho tiempo no fue considerada trabajo, sino una responsabilidad natural de las mujeres, ocupa, en muchos lugares de nuestro país, una jornada laboral completa. Eso hace que estas personas no tengan ingresos propios y que las mujeres sean mayoría dentro de la pobreza, de la informalidad, que les cueste mucho más conseguir un trabajo porque se supone que ellas tienen que estar cuidando y que no van a poder trabajar con el mismo grado de entrega que un varón. Y también repercute en la violencia de género porque muchas mujeres, como están dedicadas a las tareas de cuidado del hogar, dependen económicamente de sus agresores, entonces no pueden cortar el vínculo. Así que, para nosotros, trabajar en la economía del cuidado no tiene un impacto solamente en la cuestión de género sino también en una cuestión social. Hay mujeres de ingresos medios o altos que pueden resolver esas responsabilidades de cuidados delegándolas en un jardincito, en una trabajadora de casa particular, en alguien pago o en algún familiar u otra mujer que se haga cargo para que ellas puedan salir a trabajar y muchas otras mujeres no encuentran esas cuidados de forma pública o gratuita y son ellas las que se quedan cuidando. El problema de quedarse cuidando, que es una actividad súper válida y valiosa, es que en esta sociedad te quedás sin plata y sin reconocimiento.
–¿Cuáles son los puntos más importantes del proyecto de ley Cuidar en Igualdad y qué significa para la sociedad?
–Para nosotros lo que hace este proyecto es decir que, frente a este diagnóstico, necesitamos que las tareas de cuidado sean una responsabilidad de toda la sociedad y de todas las identidades de género. Y que el acceso a un cuidado de calidad no puede depender ni del bolsillo ni de la integración de tu familia, que es lo que ocurre hoy en día. Entonces, lo que hacemos de alguna forma es sacar esa responsabilidad de los hombros de las mujeres para ponerlo en los hombros de toda la sociedad como algo que tiene que garantizar el Estado y que tienen que hacer igualitariamente los varones. Para eso creamos un Sistema Integral de Cuidados, es decir que vamos a construir espacios de cuidados para personas mayores, personas con discapacidad y primera infancia y a formar personas para trabajar en esos roles. Después, para plantear que los varones son igualmente responsables en las tareas de cuidado es que se reforma el régimen de licencias. Habrá un esquema de licencias en el que van creciendo los días para los varones y las personas no gestantes en un plazo de ocho años, hasta llegar a 90 días posteriores al parto o adopción. Creamos la licencia para adoptantes y se crearon también, por primera vez, licencias para monotributistas, monotributistas sociales y autónomos. Esto va a hacer que las personas que den a luz o adopten van a tener un salario mínimo vital y móvil por cada mes de licencia, que permitirá que no se queden sin ingresos, como le pasaba a mucha gente.
¿Qué factores incidieron para que hoy se busque dar respuesta a estas deudas históricas?
–Yo hablaría de tres cuestiones. Por un lado, la militancia de las mujeres. Segundo, el movimiento de trabajadoras, las mujeres sindicalistas que hace mucho vienen pidiendo por estos temas para tener igualdad en el trabajo, porque cuando uno tiene igualdad en el cuidado es más fácil plantear la igualdad en el trabajo, sino es materialmente imposible. Y tercero, yo diría que es la pandemia que nos hizo ver a toda la sociedad que estas tareas fueron las únicas que no se desaceleraron en absoluto, que estaban más vivas que nunca. Además, cuando hay crisis las mujeres la viven peor porque están cuidando, esto nos hace plantear que las salidas a las crisis siempre tienen que ser feministas.
–Cuidar a alguien es un conocimiento social y no algo que se da de forma natural o intuitiva en las mujeres. ¿Cómo se construye ese conocimiento?
–Es una excelente pregunta porque una de las cosas que hace el Sistema, es crear un registro de trabajadoras y trabajadores del cuidado de distintas profesiones, porque hay distintos saberes, y no es lo mismo cuidar chicos que personas mayores o personas con discapacidad. Lo que hace ese registro es decir que va a trabajar por la profesionalización y certificación de saberes. Y, justamente, al decir que esto es un conocimiento social y que no te viene o te cae un rayo divino cuando sos mamá, entonces ese conocimiento hay que socializarlo, hay que certificarlo. Además, en la medida en que la gente esté mejor formada también tendrá mejores salarios. Para esto el proyecto de ley dice dos cosas importantes. Una es que el Estado, cada vez que firme convenios con espacios de cuidado comunitario, que lo hace muy seguido, tiene que pensar en transferir salarios para las cuidadoras comunitarias. Esto para nosotros es muy importante porque son quienes bancaron la olla en la pandemia. Y lo segundo que dice es que, para el mundo de las personas mayores, que hoy tienen familia que las cuidan o están en una residencia de larga estadía, mal llamado geriátrico, para ellas hay que aplicar un sistema que acompañe los distintos grados de fragilidad con la provisión de cuidado domiciliario donde ahí hay una fuente de trabajo muy importante en la economía del futuro. Eso se tiene que incluir en el plan médico obligatorio, lo que va a ser transformador.
–A la hora de hablar de cuidados se trata también de recuperar la noción de comunidad, ¿no?
–Sí, porque si uno mira en la historia de la humanidad la sociedad cuidó mucho más comunitariamente que en este modelo que se nos propone ahora que es básicamente una responsabilidad de la familia nuclear y dentro de la familia nuclear, únicamente de las mujeres. Y eso es insostenible. Hay saberes que se tienen que trasladar, pero además, para criar, por ejemplo a un bebé, se necesitan muchos más brazos que dos y para eso se necesita esa noción de comunidad puesta al servicio de los cuidados. También, para nosotros el sector cooperativo es estratégico en la economía del cuidado porque hay muchísimas cuidadoras y cuidadores en todo el país que están bajo la figura cooperativa y al crear un sistema de licencias para los monotributistas –que es una figura que utilizan muchos cooperativistas– también estamos haciendo que no se tengan que financiar las licencias desde los fondos de la propia cooperativa, que es algo que muchas no pueden sostener.

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