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Carro polaco. Pasado y presente

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No hay sendero, camino o ruta misionera por la que no haya trashumado el carro polaco, un carromato de madera tirado por una yunta de bueyes, que la primera oleada de inmigración proveniente de Polonia trajo, a principios de 1900, desarmado entre sus pertenencias. El carruaje –con ruedas traseras más grandes que las delanteras– fue transporte de semillas, herramientas, maderas, tabaco y yerba mate, pero también ofició de ambulancia, carroza nupcial, llevó a los niños a la escuela y los fines de semana fue carro de paseo para la familia, a pleno sol o bajo un techo de lona los días de lluvia. En la actualidad, continúa surcando las calles de la capital provincial, en especial en barrios alejados del casco urbano, y también avanza por las rutas 12 y 14 que recorren todo el territorio, aunque no sobre el asfalto, sino por las banquinas de tierra colorada. El calor de la ruta quema las patas de los bueyes.