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Córdoba, homenaje a Daniel Salzano. Poeta en la vereda

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Dicen que un bar no es un bar si no tiene su propio poeta. Así cómo Fernando Pessoa –escultura mediante– sigue ocupando su mesa en el Café de la Brasileira, en Lisboa, en la capital cordobesa, en la vereda del emblemático Bar Sorocabana, permanece –también escultura mediante– Daniel Salzano, el poeta contemporáneo que mejor supo «decir» Córdoba. «Recién estando muy lejos de Córdoba –confesó Salzano al regreso de su exilio– me di cuenta de que adoraba a esta ciudad, que era irremediablemente cordobés y que tenía que asumir ese destino».
En mayo último, cuando hubiese cumplido 75 años, la municipalidad local ubicó en su mesa, a modo de homenaje, una escultura que lo representa: caballero de fina estampa, gesto adusto y ojos de cíclope para ver toda la ciudad y hacerla tinta. Durante largas décadas, Salzano, desde su página de los sábados en el diario La Voz pintó a su aldea como ninguno. Cinéfilo empedernido, creó los cine clubes Sombras, El Ángel Azul y el Club Municipal Hugo del Carril. Inspirador del Centro Cultural España Córdoba, entregó los mejores poemas de su corazón al intérprete Jairo, también cordobés, para que los cante.

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