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Economía de la nueva era

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Las cosas no son gratis. Nunca nada lo es, menos aún los objetos. Cuando el valor de algo no se materializa a través de su precio, entonces, ¿cómo se mide y cómo se paga?, preguntan los curiosos que se acercan a las gratiferias y esperan la autorización para levantar y llevarse algún objeto que les interesa de un paño sin feriante en el medio de una plaza. ¿Cuánto me va a costar esto que me están dando?, se preguntan sin que nadie se haga responsable de la respuesta. La gratiferia es una feria donde todo es gratis. Gratis es gratis: trasciende el trueque porque no hay sentido de reciprocidad, ni de reconocimiento, ni de explicación. Cuesta sólo lo que cuesta entender.
«Este proyecto que se largó en 2010 es una idea 100% argentina y busca romper con la lógica de la economía tal como la conocemos», advierte Ariel Rodríguez Bosio, ideólogo y fundador de las gratiferias. «Además –agrega–, se propone minimizar el impacto ambiental, disminuir el volumen de basura que generamos y cambiar los hábitos consumistas, para desapegarnos de lo que ya no usamos y dejar así de acumular por acumular». La idea fue reproducida rápidamente en varias plazas porteñas y bonaerenses. Traspasó también las fronteras. Ya se hacen gratiferias en España, Italia y Uruguay.
Las curiosas ferias son un espacio dónde nadie se llena los bolsillos y nadie se va con las manos vacías. Donde el lucro y el mercantilismo se desvanecen bajo el lema: traé lo que quieras (o nada) y llevate lo que quieras (o nada), vos elegís. «Sembramos la economía de la Nueva Era compartiendo como herman@s de la Tierra», aseguran sus organizadores. «El pasaje de manos es a través del amor. No es un intercambio. No hay ni dinero de por medio, ni bonos, ni trueque, ni registro alguno».
Y una vez alguien lo hizo: se llevó todo. En el grupo gratiferia de Facebook ocurre con relativa frecuencia. Puede hacerse. No importa. Quizás porque cuando ya no queda nada sobre los paños, sólo se comparten experiencias, servicios y abrazos. Porque no se trata de llenarse los bolsillos, de «dar para recibir», ni de ningún beneficio privado. «Es, básicamente, dejar de acumular y acumular –sostiene Rodríguez Bosio– y organizarte para llevarlas a un lugar en donde alguien más pueda quererlo o necesitarlo». Sin embargo, pareciera que la convocatoria –encabezada por los objetos– es una excusa para dar lugar a las palabras y las interrelaciones personales y grupales. En ocasiones, aseguran los «puesteros» más frecuentes, da la sensación de que la dimensión espiritual de la feria es lo que hay que descubrir, que la gratiferia es sólo una excusa para ese encuentro.
En la cultura árabe se considera una ofensa rechazar o querer retribuir un regalo; en la gratiferia aquel que busca en los bolsillos algo que compense, demuestra con ese gesto de buena voluntad que no logró entender. Gratis es gratis y por favor no agradezcas. Queda esa sensación extraña de un paradigma roto. Las cosas no son gratis, porfían: ¿Quién se beneficia? ¿Quién da? ¿Quién recibe? ¿Por qué van los que van? ¿Por qué regalan, incluso lo más valioso: su tiempo? Gratis son las cosas en la gratiferia y eso es, sin dudas, lo de menos.

—Texto y fotos: Cooperativa Sub

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