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Ni una menos

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Género, sexismo, femicidio, patriarcado… palabras no habituadas a ser dichas en manifestaciones multitudinarias comenzaron a sonar con fuerza el miércoles 3 de junio en numerosos puntos del país. La Plaza Congreso, en la Ciudad de Buenos Aries; el Monumento a la Bandera, en Rosario; la Plaza Independencia, en San Miguel de Tucumán; entre otros sitios emblemáticos de distintas localidades, fueron escenario de un grito unánime y decidido: «Ni una menos». Una frase que en boca de cientos de miles de mujeres y varones sacó a la escena pública, como nunca antes, la cuestión de la violencia de género.
Las manifestantes se fueron acercando desde temprano a los puntos de convocatoria. Llegaron solas, con sus parejas, con amigas, con sus hijos en brazos, de la mano o en cochecitos. Vestían jeans o uniforme de trabajo, camperas de cuero o guardapolvos blancos. Enarbolaban carteles, emblemas y banderas. En algunas pancartas, los retratos de Chiara Páez, Katherine Moscoso, Nora Dalmasso, Natalia Melman, María Soledad Morales, Paulina Lebbos, Carolina Aló y una larga lista de víctimas que en los últimos años conmovieron a la sociedad y le pusieron un rostro y un nombre concretos a la palabra femicidio. En otras, frases ingeniosas o combativas –algunas escritas de modo improvisado, con birome sobre una hoja de cuaderno; otras de estética más cuidada– expresaban, con palabras distintas, un mismo reclamo.
«En 2008 mataron una mujer cada 40 horas; en 2014, cada 30. En esos 7 años, los medios publicaron noticias sobre 1.808 femicidios. ¿Cuántas mujeres murieron asesinadas solo por ser mujeres en 2015? No lo sabemos. Pero sí sabemos que tenemos que decir basta. Necesitamos sumar compromisos para cambiar una cultura que tiende a pensar a la mujer como objeto de consumo y descarte y no como una persona autónoma», asegura el documento que leyeron, en el escenario del Congreso, los actores Juan Minujín y Érica Rivas y la dibujante Maitena.
Entre las medidas reclamadas por la convocatoria, está la instrumentación de la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia  contra las Mujeres; la recopilación y publicación de estadísticas oficiales; la apertura de Oficinas de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia en todas las provincias; garantías para la protección de las víctimas; el acceso pleno a la Justicia; la creación de más hogares/refugio en la emergencia; la incorporación de la temática en todos los niveles educativos y la capacitación en la temática del personal del Estado, los agentes de seguridad y los operadores judiciales. Artistas, estatuas vivientes y acróbatas recorrían las plazas y las calles, representando escenas cotidianas que albergan el germen de la violencia de género. También los carteles referidos a la educación sexista –«Basta de criar princesas indefensas y superhéroes»– decían, a su manera, lo mismo: que el femicidio es la forma extrema de una violencia que impregna la vida cotidiana. Y que esa violencia que habita en los hogares, en los lugares de trabajo, en las escuelas, no es un tema privado sino profundamente político.

Marina Garber

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