24 de septiembre de 2013
Hace poco más de 10 años, la ciudad chubutense de Esquel ganó espacio durante casi cuatro meses la prensa escrita nacional como también cientos de minutos de radio y televisión. No fue por una temporada de invierno exitosa en su centro de esquí, ni por un viaje trunco de El Viejo Expreso Patagónico, más conocido como La Trochita. En noviembre de 2002, la población esquelense reunida en asamblea comenzó a marchar contra un proyecto minero que contaminaría sus ríos. En marzo del año siguiente, y a través de una consulta popular vinculante, más del 80% de sus habitantes rechazó la minería a cielo abierto. Luego de tan contundente negativa, la minera Meridian Gold –titular del proyecto– se retiró de la provincia.
En la actualidad, Esquel se pone a la cabeza de otra lucha: la del tratamiento urbano de los residuos. «En la zona hay mucha conciencia, pero no mucha práctica ambiental, que son dos cosas diferentes», señalan los mismos pobladores. Desde 2009 funciona en la combativa ciudad chubutense la primera Planta de Tratamiento de Residuos de la zona, que procesa no sólo los residuos locales, sino también los de Trevelín –localidad vecina con cerca de 10.000 habitantes–, el Parque Nacional Los Alerces y otras pequeñas poblaciones cercanas.
Su director, Raúl Páez, cuenta que «se pasó de un sistema de dos jerarquías –recolección general y quema en basural a cielo abierto– a otro de varias: separación y valorización domiciliaria, recolección selectiva en dos fracciones: orgánicos e inorgánicos, transporte, separación y valorización en planta, comercialización del material recuperado y tratamiento bajo técnicas internacionales del relleno sanitario». Estas etapas conforman el sistema GIRSU (Gestión Integral de Residuos Urbanos).
El 50% de la población separa la basura en su hogar aunque esta práctica no es obligatoria, y gracias a esto y a la planta se rescata cerca de un 30% para su reutilización. Los residuos ingresan a la planta y previo paso por un depósito, son colocados en una cinta, donde se los clasifica manualmente, separando los materiales aptos para reciclar: envases tetrabrik, papel limpio, cartón, botellas de plástico, metales. Al final de la cinta sólo quedan los materiales no reciclables –pañales, elementos sanitarios, bolsas, plástico y papel sucio– y los residuos orgánicos. Los primeros, se depositan en el relleno sanitario, mientras que los otros, terminan convirtiéndose en compost o humus (tierra fertilizada).
«Se puede procesar más aún, pero sería necesaria una planta más grande, además de personal. Hoy el presupuesto llega hasta acá», sostiene Páez. En la actualidad trabajan en la planta 43 personas, entre recolectores y personal. Todo se mantiene con la tasa ambiental, incluida en los impuestos municipales.
En el país, alrededor de 400 municipios llevan adelante la gestión de sus residuos. Cerca de la mitad trabajan con el mismo sistema de Esquel. En ninguna parte del mundo se gana dinero con el tratamiento de residuos, siempre es una actividad subsidiada, debido a que es una política de Estado. Un subsidio que es, además, una inversión a futuro, ya que preserva el medio ambiente y mejora la calidad de vida y la salud de toda la población.
—Texto y fotos: Cecilia Antón y Walter Sangroni