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A la derecha, España

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Ricardo Gotta

El PP arrasó en las elecciones municipales y el Gobierno decidió adelantar las generales. Nuevo ciclo conservador, con Díaz Ayuso y Vox en primer plano.

Madrid. Alberto Núñez Feijoo, Inés Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, referentes del PP, celebran los resultados del 28 de mayo.

Foto: Getty Images

Vestida de rojo estridente, empequeñecía el moderno logo del PP, enorme, de fondo. Toda la planta del primer piso de Génova 13, el bunker madrileño de campaña, estaba en estado de éxtasis. Acababa de confirmarse que controlarán 71 de los 135 escaños de la Asamblea de Madrid. Acababa de confirmarse que Isabel Natividad Díaz Ayuso había arrasado en las elecciones municipales, así como se hacía realidad la presunción de que renacía el histórico conservadurismo español representado por el Partido Popular, que dominaba los principales enclaves que estaban en manos del progresismo encarnado en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Se coronaba el «ensayo» para las legislativas que se realizarían en diciembre. Entre los medios españoles, La Vanguardia hacía una síntesis atinada: «El PP arrasa en las elecciones en una jornada aciaga para el PSOE».
Hace unos días, la «gran baronesa» había cerrado su campaña electoral con una frase concluyente: «No tengo rivales en Madrid, compito contra Pedro Sánchez».
Hace unas horas, el propio primer ministro mostró un gesto demudado desde el porche del Palacio de la Moncloa, cuando anunció: «Los comicios generales se celebrarán el domingo 23 de julio». Admitió que los adelantaba casi medio año «a la vista de los resultados de las elecciones celebradas ayer (por el domingo)».
Jugada dramática y urgente en pos de minimizar los daños. Se verá en menos de dos meses qué efectos tuvo.

Un país cíclico
El reconocido politólogo y cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, se apoya en la conclusión de que «hay un ciclo conservador en todo el mundo. La disolución de los lazos sociales, de parte del neoliberalismo, ha generado mucho individualismo y en esa lucha de todos contra todos, los políticos que autorizan un comportamiento carente de cualquier tipo de fraternidad, pues, encuentran más eco».
Además de Madrid, la derecha se impuso en seis regiones donde gobernaban los socialistas, solos o en coalición: en la Comunidad Valenciana, con Carlos Mazón a la cabeza, logró 40 de los 99 diputados de Les Corts: si suma a los 13 de Vox tendrá mayoría absoluta y destronará a Ximo Puig (PSPV-PSOE). Así como en Aragón, la división le pasó factura a la izquierda: Javier Lambán (PSOE) mantuvo su electorado (29,5%) pero sus aliados se despeñaron y será electo Jorge Azcón (PP en alianza con Vox). Otro ejemplo: el presidente de Extremadura, el socialista Guillermo Fernández Vara, abandonará la política tras su derrota en el 18-M; la contracara es María Guardiola (PP), quien ya anunció que negociará los votos que le faltan con la extrema derecha.
En La Rioja, el PP consiguió 17 escaños (5 más que en 2019, los que perdió el PSOE, que solo tendrá 12): los dos que obtuvo Vox le permitirán gobernar a la derecha. Igual que en Baleares: el PP recuperó la hegemonía tras ocho años y le arrebató las islas al bloque progresista (PSOE, Més y Unidas Podemos): Marga Prohens suma 18 escaños y aspira a contar con los 8 de Vox para acceder al Gobierno.
En Cantabria sobrevive el «último de los Ciudadanos», Javier Fernández Soberón, ex-PP que renovó con contundencia: logró 15 de las 17 bancas (su viejo partido y el PSOE, una cada uno). Así contrarresta el desmoronamiento nacional de su partido. La caída de Podemos, incluso, fue más terminante.

Entre votos y alianzas
En definitiva, fue una jornada fatídica para el PSOE: no gobernaría en ninguna de las diez ciudades más pobladas del país, ya que perdió Sevilla y está en entredicho el ayuntamiento de Barcelona.
El PP manejará, al menos, 30 de las 52 capitales de las comunidades autónomas. La de Andalucía, la quinta en población de España, era la mayor en manos de la izquierda: el PP por poco no duplicó los votos (ganó 7 de 11 distritos) y con sus 14 concejales (sobre 26) se asegura el gobierno. En Barcelona, en cambio, Xavier Trias, de Junts, logró el 22,3% ante el 19,7% de Jaume Collboni, del PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya) y el 17,9% de la actual alcaldesa, Ada Colau (Barcelona en Comú). «Seré alcalde de Barcelona», proclamó Trias. Collboni dijo lo mismo. La negociación por los votos ya es cruenta. Valen como oro los dos que obtuvo Vox.
Y es que no será ni la primera ni la última vez que una minoría se haga imprescindible para que otros gobiernen. Lo notable es que esa minoría impondrá su fuerza a partir de un paulatino y constante crecimiento. Un crecimiento que estremece porque se trata de la ultraderecha.
El periodista Ignacio Ramonet lo explica por la arista de que «el poder dominante carece de plan para después del neoliberalismo, no funciona como antes y se va debilitando», por lo que crece la ultraderecha. «Destruye a la clase media que cae hacia la pobreza y alimenta a la extrema». Advierte que la crisis no solo es social o económica. «Es de tipo identitaria y racista. Le dicen a la gente: “No tienes trabajo porque se lo dan a los inmigrantes”. Ese racismo genera el voto a la extrema derecha. Está subiendo en todas partes».
Ante la idea de que la izquierda debe hacer su autocrítica, expone: «Hoy carece de reflexión. El socialismo no se muestra como una alternativa. No comprende que luego del covid, se requiere un Estado más redistribuidor, con capacidad de asistencia pública para oponerse a las políticas neoliberales que fueron un desastre». 

Se viene julio
Ella, con su metro 62 de altura, relegaba en el estrado al lungo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y más aún al menudo alcalde local, José Luis Martínez Almeida. En enero de 2019, muy pocos la conocían fuera del ámbito de la política madrileña. Ahora, electa por tercera vez hizo toda la campaña con la mira puesta en las generales, cuando casi 40 millones de españoles habilitados vayan a renovar la legislatura y, por consiguiente, el Gobierno.
Pertenece a la llamada «generación X» y se reconoce hija de los «baby boomers» dependientes del estado, con lo que justifica algunas de sus reacciones. Nació en 1978 en el muy madrileño distrito de Chamberí, el 17 de octubre: ¿qué habría sucedido si lo hubiera hecho en Argentina? En general se la ve histriónica, desenfadada, despiadada y hasta ruda, con modos que son los perceptibles en Javier Milei. Aunque ella particularmente se enfrente a la ultraderecha, la de Vox, a la que pretende arrebatarle el electorado.
Al ser electa en 2019, Díaz Ayuso salvó a su partido de una grave crisis política que lo ponía en serio peligro de perder la comunidad madrileña, tras un cuarto de siglo. Pero hoy su principal enemigo es la izquierda: en los comicios posteriores a la pandemia (2021) utilizó lemas como «comunismo o libertad» y ofreció «una apertura total de Madrid»: quedó cerca de la mayoría absoluta. Esta vez puso la vara más alta, en el Gobierno central, con apelaciones como «O Sánchez o España». Se casó y divorció de Sergio Hernández, tuvo una relación mediática con el peluquero Jairo Alonso y luego se estableció con un médico andaluz de 43 años, Alberto González. La prensa conservadora la considera la «estrella del ala dura de la derecha».
La movida de Sánchez de adelantar las elecciones también acelerará las pujas internas en ambas fuerzas. Cuando deje de celebrar el éxito de «la centralidad frente al radicalismo y de otra forma de hacer política», el PP entrará en ebullición interna para ofrecerle a toda España una figura que la seduzca: Díaz Ayuso se anota. Y si bien se suele afirmar que las municipales son apenas un «ensayo» de cara a las generales, y no necesariamente los números se trasladarán a las legislativas, esta victoria del PP sí es significativa. Justamente Núñez Feijóo se apuró a afirmar que su espacio le disputará el Gobierno a Pedro Sánchez «dentro de seis meses».
No, deberá ser mucho antes: el 23 de julio.

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