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Castillo bajo asedio

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Gustavo Veiga

El presidente enfrenta los embates de la derecha y paga el costo de sus dilaciones y errores para darle un rumbo a su Gobierno. Los nuevos frentes de conflicto.

Lima. El mandatario en uno de los actos donde presentó nuevos nombres para su Gabinete, el 1 de febrero.

TÉLAM

En América Latina nadie tiene garantizada una gobernabilidad relajada y más si llegó a la presidencia como una alternativa de izquierda. De Salvador Allende a Lula sobran los ejemplos. El caso del maestro rural Pedro Castillo, en Perú, se ubica en ese contexto. Antes y después de alcanzar el Gobierno hace siete meses, la derecha, el poder económico y el clan Fujimori lo esmerilaron con denuncias de todo tipo. Una de ellas era por presunto fraude que fue desestimada en la Justicia. A esa postura confrontadora, el augur de Arequipa, Mario Vargas Llosa, agregó sus pinceladas de fatalismo, como si el país se fuera a hundir en una tragedia. Se sabe desde qué púlpito habla el premio Nobel 2010 cuando sale de su zona de confort literario y se mete en la política. Su apoyo más reciente se lo dio a José Antonio Kast, el candidato ultraderechista que perdió las elecciones en Chile con Gabriel Boric.
El paisaje de fake news, ataques mediáticos y ahora racismo exacerbado que sufre el presidente peruano no se modificó desde que llegó al Palacio de Gobierno en Lima. Sus opositores no le permiten un día de descanso. Y ese espacio exacerbado incluye a un periodista que pidió que a Castillo le metieran un balazo. Trabajaba en el diario Trome, del grupo El Comercio y fue despedido por su llamado al magnicidio. Jimmy Hernández escribió el 16 de enero en su cuenta de Twitter: «Un héroe nacional que se acerque al chotano de mierda y le meta un balazo, a lo J. F. Kennedy». 
En ese marco de hostilidad, el presidente declaró: «Es un tema de racismo, se burlan hasta de mi esposa y de mis hijos, a eso hemos llegado». Entre la campaña de demolición que busca su salida y sus propios titubeos, aumenta la desaprobación a su gestión de gobierno. Según una encuesta de la consultora local Datum, subió al 64%. El índice de aprobación, en cambio, descendió al 29%.
Castillo modificó su Gabinete por tercera vez en apenas siete meses de mandato. Cambió a 10 ministros sobre 19 y colocó al frente de la jefatura de Gabinete a un exaprista: Héctor Valer Pinto, congresista por Lima que mudó de partido tres veces entre 2021 y 2022. Pasó de decir en un año «basta» al «idealismo marxista-leninista» y a «las ideologías de género en el país» a ser el político más importante en el Gobierno después del presidente. Ese barniz de moderación para recalcular la relación de fuerzas, señala el camino que seguiría Castillo, debilitado por varias causas. 

Desafíos y costos
Fueron relevados o renunciaron a sus cargos la titular del Consejo de Ministros, la abogada de derechos humanos Mirtha Vásquez; el de Interior, Avelino Guillén, quien intervino en varios procesos contra el expresidente Fujimori como fiscal; el de Economía, Pedro Francke; y la socióloga Anahí Durand que estuvo al frente de la cartera de la Mujer, entre otros funcionarios importantes. El secretario de la Presidencia, Carlos Jaico Carranza, escribió en su carta de renuncia que Castillo mantenía un «Gabinete en la sombra». Más duro fue el exministro de Economía: «Es de particular importancia fortalecer la lucha contra la corrupción, ese flagelo que penetra todos los niveles del Estado y que tanto daño hace», dijo Francke. 
Guillén, uno de los hombres de mejor imagen pública en Perú, se alejó del Gobierno después de que no pudo conseguir el pase a retiro del jefe de la Policía, general Javier Gallardo. Sospechaba de sus presuntas prácticas corruptas en el ascenso de oficiales a su cargo. Castillo, tarde, se deshizo del jefe policial, pero se quedó también sin el ministro. A esas dilaciones también se le atribuye su actual debilidad política. 
Como si fuera poco, el Gobierno debe resolver un conflicto crucial con la petrolera española Repsol que contaminó con sus vertidos unos 50 kilómetros de la costa peruana. Un juez les prohibió salir del país a cuatro funcionarios de la compañía. Pero Castillo se encuentra ahora ante un nuevo desafío. La posibilidad de un desabastecimiento y del alza de precios en los combustibles porque a la multinacional se le prohibió a fines de enero operar en la carga y descarga de hidrocarburos. 
El maestro está en problemas. Uno de los últimos se disparó con una entrevista que le dio a la CNN. Dijo que evaluaría consultarle al pueblo «una salida al mar para Bolivia» y que «no fui entrenado para ser presidente». Su sincericidio se lo están haciendo pagar a un costo altísimo.

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