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Otra Colombia

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Pablo Uncos / Desde Bogotá

Gustavo Petro logró un histórico triunfo para la izquierda. Sortear la polarización y resolver la crisis económica, los principales retos. El impacto en la región.

Bogotá. El candidato de izquierda junto a su compañera de fórmula, Francia Márquez, celebran la victoria.

CORTEZ/AFP/DACHARY

Colombia giró a la izquierda. Con el 50% de los votos, el candidato progresista Gustavo Petro se impuso ante el derechista Rodolfo Hernández, que obtuvo 47,3%, marcando el fin de la hegemonía de los partidos tradicionales que venían gobernando el país desde hacía más de 200 años. De este modo se suma a la incipiente ola de gobiernos progresistas en Bolivia, Chile, Perú y posiblemente Brasil, en caso de que se produzca el retorno de Lula Da Silva al gobierno a finales de este año.
Con una cifra récord de 11,2 millones de sufragios, el economista y exalcalde de Bogotá (2012-2015), de 62 años, es el presidente con más votos en la historia del país, superando a los grandes caudillos de la política tradicional, los expresidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, reelectos en 2006 y 2014 respectivamente. 
«A partir de hoy Colombia cambia, es otra», señaló Petro en su discurso de la victoria –secundado por su vicepresidenta, Francia Márquez, primera mujer afrodescendiente que ocupa ese cargo– y anunció que su gobierno promoverá «un cambio de verdad» en materia «de paz, formas de producción, distribución de la riqueza y relaciones con el mundo». Sobre este aspecto, el flamante presidente electo hizo un llamado a la región: «le propongo a Estados Unidos y América Latina que nos sentemos a negociar los pasos de la transición energética» sobre la base de que «el norte emite gases de efecto invernadero que absorben, en el sur, nuestras selvas amazónicas». La satisfacción que causó su triunfo entre líderes de la región como Lula Da Silva, Andrés Manuel López Obrador, Alberto y Cristina Fernández, Nicolás Maduro, Pedro Castillo, Luis Arce, Miguel Díaz Canel, Rafael Correa y Gabriel Boric, entre otros, revela el impacto en América Latina de un viraje político en el país que históricamente mantuvo una estrecha relación con Estados Unidos.  

La derrota del miedo

Pese a la campaña de temor que promovieron los principales medios de comunicación colombianos –con eslóganes del tipo «se viene el castrochavismo» o «nos convertiremos en Venezuela», y el énfasis puesto en el pasado guerrillero de Petro–, la mayoría de los ciudadanos eligió un gobierno progresista y un candidato que, si bien se alzó en armas en los 80, también fue parte del proceso de paz y desmovilización de la década siguiente. Desde 1998, Petro también desarrolló una nutrida trayectoria democrática como diputado y senador, propulsando debates como el de la «parapolítica» en 2007, que reveló los nexos entre partidos los tradicionales y los grupos paramilitares. No obstante, la campaña de miedo puso el acento en este rasgo para contrastarlo con el carácter de «ingeniero y empresario exitoso» del candidato Rodolfo Hernández: «¿A quién quiere de presidente, a un guerrillero o un ingeniero?», preguntaban a coro los influencers de la derecha. 

Nuevos desafíos 
Varios son los analistas que se preguntan sobre las dificultades y obstáculos que deberá enfrentar el nuevo Gobierno. Entre ellos, el profesor de la Universidad Nacional de Colombia e investigador del Centro de Estudios de Derecho Justicia y Sociedad, Rodrigo Uprimny, señaló que el gobierno de Petro deberá enfrentar tres desafíos: «unir al país luego de la alta polarización manifestada durante la campaña; afrontar los desequilibrios macroeconómicos y dar una respuesta a los índices de inseguridad». Al respecto, Uprimny ponderó «el alto déficit fiscal, de alrededor de 6% del PIB, y el endeudamiento externo que dejará el gobierno de Iván Duque», en lo que respecta a la macroeconomía y subrayó «las tasas de homicidios crecientes en los territorios por la presencia de grupos armados criminales con gran capacidad de violencia», en lo que respecta a seguridad. «La clave estará en la estrategia de seguridad y el plan de paz que proponga Petro», concluyó el catedrático. 
La expectativa e incertidumbre es compartida por todo un país. En los festejos tras el triunfo, simpatizantes del petrismo coparon las calles de centro Bogotá y festejaron hasta altas horas de la madrugada. La tradicional alegría colombiana se combinó con las lágrimas y dolores de antaño. «Fueron 200 años esperando este momento, esta victoria es para los que llegamos y también para los que quedaron en el camino», dijo una militante afrodescendiente y costeña con un afiche de Petro en sus manos antes de que se le quebrara la voz. Petro, en su discurso de celebración, aclaró que «no es el momento de los odios. El gobierno que va a iniciar el 7 de agosto es un gobierno de la vida. ¿En qué consiste un gobierno de la vida? Primero en la paz; segundo, en la justicia social; tercero, en la justicia ambiental: la paz como eje de un gobierno de la vida». Es que en la historia de Colombia corrió mucha sangre para que hoy su pueblo pudiera elegir libremente y en un contexto de paz incompleta, pero paz al fin.

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