9 de mayo de 2022
El candidato de izquierda, Gustavo Petro, recibió un mensaje de muerte antes de los comicios del 29 de mayo. Impacto de la violencia política en el país.
Bogotá. Conferencia de prensa del postulante por la coalición Pacto Histórico, en abril. Lidera las encuestas para los comicios del 29 de este mes.
ARBOLEDA/AFP/DACHARY
A tres semanas de las elecciones presidenciales, la amenaza de atentado en contra del candidato favorito en todas encuestas, Gustavo Petro, indica que en Colombia el magnicidio continúa siendo una forma de hacer política, a pesar de avances como el Acuerdo de Paz de 2016 con las FARC-EP, que puso fin a una guerra de más de 50 años.
El candidato por la coalición progresista de izquierda, Pacto Histórico, es un exguerrillero del Movimiento 19 de Abril (M-19), que se integró a la vida civil en 1990, y que hoy tiene grandes chances de ganar las elecciones presidenciales frente a la coalición de derecha Equipo por Colombia, liderada por el candidato Federico «Fico» Gutiérrez. Según la última encuesta publicada por Guarumo y Ecoanalítica la izquierda se impone por un índice de favorabilidad del 36,4% frente al 30,6% de Fico Gutiérrez; una diferencia de cinco puntos que augura un triunfo en primera vuelta el próximo 29 de mayo. Esto no impedirá el balotaje, a celebrarse el 19 de junio.
De modo que a los constantes ataques a Petro por parte de los pulpos mediáticos locales (Grupo Ardila Lulle y Grupo Santo Domingo), ahora se le suma una amenaza de muerte de parte de la banda criminal La Cordillera que, según datos de la Policía Nacional, sería un grupo residual del viejo paramilitarismo, que actualmente se dedica a la extorsión, el tráfico de drogas y el sicariato en regiones cafeteras del centro del país. Como respuesta, la coalición Pacto Histórico anunció la suspensión de su campaña proselitista en esa región del país.
Tras conocerse el plan de magnicidio, Gustavo Petro –que lleva a la lideresa social afrodescendiente, Francia Márquez como compañera de fórmula– recibió el apoyo de todo el arco político colombiano, incluyendo al expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien estos días oficializará su apoyo (hasta ahora tácito) al candidato derechista Fico Gutiérrez; el primer gesto ya lo había dado cuando retiró a su candidato propio, Oscar Iván Zuluaga, por los magros resultados obtenidos durante las legislativas del pasado marzo.
Respecto a las amenazas, la Misión de Observación Electoral (MOE) advirtió que el actual período electoral se ha convertido en «el más violento de los últimos 12 años, con 581 agresiones a liderazgos sociales en el país». En diálogo con Acción, Mónica Acosta, coordinadora de comunicaciones de la MOE, advirtió que esta tendencia supera a la de las pasadas elecciones de 2018, en las que Petro también sufrió una agresión cuando se dirigía con su auto a un acto proselitista en la ciudad de Cúcuta. «En aquella oportunidad se trató de una situación espontánea, mientras que hoy se trata de una amenaza concreta de un grupo criminal», especificó.
Historial de sangre
Colombia tiene un trágico historial de candidatos progresistas asesinados a las puertas de llegar al Gobierno, que arranca con el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948. Aquel hecho desencadenó el Bogotazo, rebelión popular que dejó un saldo de más de 1.000 víctimas y abrió un nuevo ciclo de violencia entre liberales y conservadores. Más cercano en el tiempo, las presidenciales de 1990 se llevaron a cabo pese al asesinato de tres candidatos durante la campaña proselitista: el caudillo progresista del Movimiento Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán; el dirigente comunista Bernardo Jaramillo Ossa, candidato por la Unión Patriótica, y el excomandante guerrillero del M-19, Carlos Pizarro; todos asesinados por sicarios en un plazo de siete meses entre agosto de 1989 y abril de 1990.
Este historial de sangre perdura por fuera de la actividad política. Basta señalar que, pese los Acuerdos de Paz de 2016, Colombia sigue siendo uno de los países más peligrosos de la región para ejercer como líder social. Según datos de la ONG Indepaz (Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz) desde la firma del acuerdo hasta hoy la cifra de asesinatos de líderes, lideresas y defensores de derechos humanos asciende a 1.287. A su vez, 316 exguerrilleros desmovilizados fueron asesinados en el mismo período.
Hasta ahora paz y democracia conforman un proceso tortuoso. Pero, a pesar de la violencia, otra constante es el crecimiento sostenido del progresismo, que en las elecciones de 2018 quedó segundo en el balotaje. En aquella oportunidad Petro obtuvo más de 8 millones de votos, frente a los 10 millones del actual mandatario uribista, Iván Duque Márquez, cuya merma en popularidad se vincula con los efectos de la pandemia de COVID-19 y el Paro Nacional de 2021 en respuesta a su polémico proyecto de reforma tributaria regresiva. Hasta ahora, todas las encuestas indican que Gustavo Petro tiene grandes chances de ganar el próximo balotaje y convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia. Pero para ello tiene que estar vivo. Las amenazas y el riesgo son reales.