12 de marzo de 2025
Tras el giro de Trump en torno de la guerra en Ucrania, el continente apuesta a la opción militarista para no quedar afuera de las negociaciones por una tregua. La relación con EE.UU., momento crucial.

Bruselas. Zelensky junto a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Antonio Costa, titular del Consejo Europeo, este 6 de marzo.
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La reunión de los cancilleres de Estados Unidos y Rusia el mes pasado en Arabia Saudita, mismo lugar donde este martes se vieron los de Estados Unidos y Ucrania (la parte ucraniana aceptó una propuesta de alto al fuego por 30 días de la parte estadounidense, que a su vez transmitirá a Rusia mientras volverá a entregar asistencia de seguridad a Kiev), así como las definiciones y el escándalo escenificado que se vio hace unos días en la Casa Blanca entre Donald Trump y Volodímir Zelensky, mostraron una vez más cómo la vieja Europa sigue colgada de un pincel en medio de un conflicto que sigue, pero que parece encaminarse a una resolución diplomática. Todo eso, habiendo dejado detrás un tendal de muertes y destrucción que se hubiera evitado sin las responsabilidades de la OTAN expandiéndose hacia el Este.
En todos esos encuentros, la Unión Europea quiso incidir o ser parte, y de hecho mantuvo, como iniciativa propia, encuentros entre sus países miembros y con Zelensky para garantizarle la continuidad del apoyo militar a Kiev, pero nada indica que lo que haga tenga alguna incidencia determinante en el curso de los acontecimientos.
Será parte, eventualmente, de cualquier acuerdo de paz en una mesa de negociaciones, después de todo tiene a Ucrania en su territorio oriental, pero se parecerá bastante a un convidado no mucho menos duro que una piedra.
Otro mapa
Los corresponsales de medios periodísticos en Bruselas escribieron cantidad de notas estos días reportando lo frenético que fueron las llamadas y los contactos a toda hora entre líderes de las cancillerías y los Ministerios de Defensa de la UE. Observan que no se trata solo de ver cómo se sale de la guerra que puso y aún pone en peligro todo, sino de establecer cuál será el papel de una Europa que dominó la escena global por casi cinco siglos y hoy se pregunta por su destino desde un espacio muchísimo menos relevante. Su atávico miedo y desprecio a Rusia –por el cual los rusos siempre han sentido desilusión y encono– renace ahora que todo indica que el país más extenso del mundo y de nuevo un jugador de fuste tras los años posteriores al desplome de la vieja Unión Soviética logrará sus objetivos sobre Ucrania en la mesa de negociaciones, incluso, acaso, ayudado por EE.UU., que por ejemplo votó junto con ella, y contra los países europeos, en una de las resoluciones recientes sobre Ucrania debatida en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un hecho inédito. Por eso los europeos insisten en que, roto el status quo de posguerra bajo el cual estaban protegidos por los norteamericanos, de lo que se trata ahora es de fortalecer su propia seguridad. Hasta el gas ruso perdieron en esta contienda, debiendo ahora importarlo más caro desde Estados Unidos.
Washington parece «no preocuparse por el destino de Europa», dijo el casi seguro próximo líder de Alemania, Friedrich Merz, por ejemplo. Hasta el mayor aliado de EE.UU. en el viejo continente, Gran Bretaña, fomenta reuniones y formula propuestas a pesar de que ya no pertenece al club desde el Brexit.
Sin apoyo militar de EE.UU. (que también ya congeló su ayuda a Ucrania), los miembros comunitarios discuten cómo subir su presupuesto de guerra, pero hay límites fiscales precisos de Bruselas. Ya veían venir el tema al menos desde el Consejo Europeo de marzo del año pasado, cuando era previsible el triunfo de Trump al otro lado del Atlántico y debatieron ese tema.

Por un alto el fuego. Representantes del Gobierno de Estados Unidos y Ucrania en la reunión organizada por Arabia Saudita en la ciudad de Yeda.
Foto: Getty Images
Desafío existencial
Una lectura propositiva del asunto sería que ahora la UE podría tener más espacio para, por fin, diseñar una política común de defensa y seguridad sin la tutela estadounidense. Pero por otro lado, las eternas desinteligencias internas sobre cómo generar políticas comunes de integración y el ascenso de la extrema derecha en varios estados miembros complica el diseño de un estrategia más autónoma. No son pocos los analistas europeos que vienen hablando de un desafío existencial europeo como nunca se había visto en siglos.
El sometimiento que tuvo Europa a EE.UU. no le permitió, por ejemplo, haberse propuesto como un polo de paz en un mundo multipolar, ha dicho la analista italiana Francesca Staiano. Habiendo sido un continente desangrado en guerras por cientos de años, territorio central de las dos guerras mundiales, pudo haber sido una opción para no recaer en el matadero interno. Ahora, deslegitimados muchos de sus líderes, con pueblos cansados del deterioro que sufren los estados de bienestar, con desafíos importantes como falta de recursos naturales y necesidad de adaptarse a la inmigración creciente y al envejecimiento de sus habitantes autóctonos, en medio de una guerra comercial global lanzada por Trump, entre otros retos, ni siquiera revisan ese pasado y proponen más armas en nombre de la paz (¿también como modo de reactivar sus alicaídas o directamente estancadas economías?) para defenderse de Rusia una vez que termine la cuestión ucraniana, imaginando una supuesta expansión territorial de Putin. La jefa de la Comisión Europea, la alemana conservadora Ursula von der Leyen, incluso sugirió que todas las capacidades científicas europeas tienen que ser puestas básicamente en la generación de nuevas armas de guerra.
Ella impulsa en estos días una propuesta que podría movilizar hasta 800.000 millones de euros (la friolera de 862.000 millones de dólares: los fabricantes de armas agradecidos) para «reforzar la defensa» en el continente. Se informó que parte del plan de rearme proporcionaría a los países préstamos por un total de hasta 150.000 millones de euros (162.000 millones: los grandes bancos agradecidos). Von der Leyen lo calificó de «momento decisivo» para Europa y dijo que se estudiarán propuestas jurídicas detalladas antes de otra reunión a finales de mes.
Por otro lado, los Gobiernos de Francia y Gran Bretaña convocaron este martes en París a funcionarios militares de más de 30 naciones (mayoría europeas, pero también se conectaron en forma remota desde Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur) para crear una fuerza de seguridad internacional que, sin participación de EE.UU., dirigida por Europa, intente disuadir a Rusia respecto de Ucrania una vez acabe la guerra en curso.
Es otro mundo y otro momento histórico. Pero también antes de 1914 y antes de 1939 decían que la paz se construía armándose.