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El estallido del odio

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Telma Luzzani

El crimen de tres niñas desató una ola de violentas protestas en varias ciudades. Redes sociales y noticias falsas que fogonean el racismo y la xenofobia, primer gran desafío de Keir Starmer. 

Caos. Manifestantes provocan disturbios en las afueras de un hotel de asilo de refugiados, en Rotherham.

Foto: Getty Images

Keir Starmer está gobernando sobre un polvorín. Cuando asumió como primer ministro del Partido Laborista británico, el 5 de julio, prometió una nueva era de estabilidad, sobriedad institucional y crecimiento. Poco duró. Apenas 24 días después, el asesinato de tres nenas de 6, 7 y 9 años, en Southport, hizo saltar por el aire su utopía de un país equilibrado y mostró la furia, el odio racista y la violencia que atraviesan al reino.

El homicidio de las nenas fue fogoneado por las redes y los medios, que usaron, intencionadamente, datos falsos y fue rápidamente capitalizado por grupos de ultraderecha, que ya venían realizando protestas aisladas contra el Gobierno laborista, pero que vieron en esta tragedia una luz verde para cometer sus crímenes de odio.

El lunes 29 de julio, un joven de 17 años, Axel Rudakubana, irrumpió en una clase de baile donde nenas de la escuela primaria practicaban coreografías de Taylor Swift y atacó con un cuchillo de cocina al grupo. Mató a dos, hirió a otras ocho y a dos adultos que intentaron pararlo. Las cuchilladas son delitos frecuentes en el Reino Unido, pero los ataques masivos con armas blancas, no.

«Cazar como sea»
Aunque el adolescente es británico, nacido en Gales de padres inmigrantes (al parecer ruandeses cristianos que frecuentaban con regularidad su iglesia local), de inmediato un ejército de trolls, replicados por los medios, comenzó a propagar el dato falso de que era un musulmán y buscaba asilo. La manipulación mediática fue de tal magnitud que incluso le inventaron un nombre, Ali Al Shakati, y una historia: que acaba de llegar en patera para buscar refugio en el reino. A través de inteligencia artificial se difundieron escenas trucadas de protestas en todo el reino donde los manifestantes coreaban «cazar como sea a los culpables».

Los ataques fascistas no se hicieron esperar y de inmediato decenas de ciudades se convirtieron en el epicentro del odio de extrema derecha. Liverpool, Nottingham, Bolton, Hull, Lancaster, Middlesbrough, Bristol, Belfast y muchas otras ciudades británicas fueron copadas por centenares de extremistas que, al grito de «Queremos recuperar nuestro país», descargaron su xenofobia y sus frustraciones saqueando negocios, incendiando edificios y mezquitas, quemando patrulleros y coches e incluso amenazando de muerte al primer ministro Keir Starmer.

Furia. Militantes de ultraderecha agitan incidentes en Weymouth, el 4 de agosto. Hubo saqueos y destrozos.

Foto: Getty images

«Llamemos a las cosas por su nombre. Esto es un ataque de matones de extrema derecha», dijo el primer ministro en un discurso al país. Starmer fue fiscal general en 2011 y cuenta con experiencia en violencia callejera ya que durante su gestión ocurrieron los llamados «disturbios de Londres», en agosto de aquel año.

«Garantizo que lamentarán haber participado en este desorden, ya sea directamente o incitando esta acción online y luego huyendo. Esto no es protesta. Es brutalidad organizada y violenta», continuó Starmer luego de asegurar que usará todo el peso de la ley.

Sin nombrarlos, el primer ministro apuntó directamente contra Elon Musk y demás popes de la tecnología digital. «Les digo a las grandes compañías que dominan las redes sociales, que la violencia y el caos que hemos visto y que fueron claramente orquestados por las redes, es un delito. Y este delito está sucediendo en sus empresas. La ley se debe cumplir en todas partes».

Los culpables
Asiáticos, negros, latinos o musulmanes, todo aquel que no sea anglosajón de raza blanca es sospechado de ser un inmigrante refugiado. Es claro que el crecimiento del racismo y la extrema derecha se suma a un estado de rabia social mal contenida, herencia del thatcherismo de los años 80, sobre todo, en las zonas desindustrializadas y en las que el índice de desempleo de la clase trabajadora es alto. No toda, pero mucha gente de pocos recursos que se siente postergada y con angustia por un estándar de vida que cada día empeora, encuentra en el inmigrante un culpable de sus sufrimientos.

Luego del asesinato de las nenas, un grupo de enmascarados atacó e intentó incendiar el Holiday Inn Express de Rotherham, un hotel donde, en el pasado, se alojaron solicitantes de asilo. Unas 700 personas se concentraron frente edificio y rápidamente se iniciaron los actos de violencia cuando grupos de extrema derecha, en su mayoría hombres, rompieron ventanas e incendiaron una escalera del edificio. Muchos de ellos iban envueltos en banderas inglesas blancas con la cruz roja de San Jorge y gritaban: «Que los saquen de aquí» y «tenemos que proteger a nuestros hijos». El diario The Guardian consignó que algunos ultraderechistas fueron con sus hijos menores, quienes también gritaban y tiraban piedras.

Reacción. Starmer, en su visita a una mezquita de Solihull, el 8 de agosto.

Foto: Getty Images

Según la prensa, entre los manifestantes se encontraba el extremista y xenófobo conocido como Tommy Robinson. Su verdadero nombre es Stephen Christopher Yaxley-Lennon, de 41 años. Estuvo preso, como hooligan, por peleas futboleras. En 2009, fundó una organización supremacista, la Liga para la Defensa Inglesa, cuyos integrantes se reivindican como neonazis. En 2013 la dejó por disidencias internas. Pero su prédica no se moderó y, en la actualidad, aboga por un país y una Europa  «libre de comida halal», «de bandas de violadores musulmanes» y «de personas que se cubren la cara y se niega a integrarse».

Robinson, quien ya venía organizando marchas xenófobas en Londres desde comienzos de junio, pide en su red X (con más de 800.000 seguidores) «deportaciones masivas»; acusa a la policía de tenerle miedo a los musulmanes y reclama la dimisión de Keir Starmer. En la última manifestación que organizó en Londres concurrieron 20.000 personas y, entre otros desmanes, atacaron la estatua de Winston Churchill.

Entretanto, el dirigente de extrema derecha Nigel Farage, líder del euroescéptico Partido de la Independencia del Reino Unidos (UKIP, por sus siglas en inglés) se subió a los reclamos y atacó al Gobierno por su política inmigratoria y por la falta de «ley y orden». Su partido tiene hoy cuatro diputados en la Cámara. En el pasado fue «bróker» en la «city» de Londres, comentarista político de Fox News y es conocido como «Mr. Brexit», porque abogó, exitosamente, por la salida británica de la Unión Europea. Como todo el fascismo europeo, el británico tiene un anclaje en el pasado. En los años 20 del siglo pasado (después de la Revolución Bolchevique de 1917), los grupos de extrema derecha europeos perseguían violentamente a los judíos, los rusos, los comunistas y anarquistas. Hoy el triángulo Robinson /Elon Musk (quien acicatea conque el Reino Unido está «al borde la guerra civil»)/ y Nigel Farage, quien ha pedido que intervenga el Ejército, son el motor de la violencia. Su discurso tiene seguidores, pero también una fuerte oposición democrática y pacifista que busca frenarlo.

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