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En pie de guerra

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Se prolonga la batalla entre el sindicalismo belga y la coalición de gobierno del liberal Charles Michel. La huelga general de diciembre marcó un hito, y desde entonces, las protestas se extienden en todo el país. La aprobación del presupuesto ratificó la suspensión del reajuste automático de los sueldos, la extensión de la edad jubilatoria hasta los 67 y los recortes a la seguridad social. Entre las demandas de una reforma impositiva justa y de terminar con el «dumping laboral», los belgas están decididos a exigir la redistribución del ingreso. «Nuestro gobierno no hace más que generar problemas, es el anti-Robin Hood, les roba a los pobres para servir a los ricos y nos toma a los trabajadores por idiotas, como vacas a las que les puede extraer leche», criticó Bernd Despineux de la Confederación de Sindicatos Cristianos. Según Phillipe Van Muylder, líder de la Federación General de Trabajo de Bélgica, «nos enfrentamos a un proyecto de disminución de todas las protecciones sociales».

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