28 de enero de 2015
Europa todavía está sacudida por un hecho que conmocionó a todos los que reivindican la libertad de expresión y los valores democráticos. Sin embargo, a nadie se le escapa que existe una contradicción entre el discurso democrático convertido en dogma y la propia historia europea. La expansión colonial, las dos grandes guerras mundiales y los campos de exterminio con sus cámaras de gas están allí para recordarlo a cada minuto. La respuesta de millones de franceses en las calles repudiando el atentado contra la revista Charlie Hebdo es apenas una de las caras de una Europa que se presenta como baluarte de los valores democráticos, del derecho romano y la democracia ateniense. Pero cuando clama a los cuatro vientos «civilización vs. barbarie» olvida que la «barbarie» no es patrimonio de los musulmanes y que hace poco más de 20 años eran los musulmanes los que eran masacrados en Bosnia, Europa. Los francotiradores en Sarajevo mataban a sus presas y las imágenes eran reproducidas por los noticieros en horario central a pesar de que después de la Segunda Guerra Mundial se repetía que en Europa nunca más se producirían masacres de grupos étnicos o religiosos. Hoy los movimientos de derecha, extrema derecha, nazis o neonazis (poco importa el adjetivo que se utilice) no tienen ningún temor de salir a las calles para reclamar la expulsión de los «extranjeros» o de los musulmanes, tal cual sucedió en la ciudad alemana de Dresden pocos días antes del ataque a Charlie Hebdo. La fuerte presencia de partidos abiertamente racistas demuestra que la «barbarie» se está incubando otra vez en casa y no es originaria de ninguna de las comunidades tildadas de «extranjeras». La imagen del líder del grupo antiislámico alemán –cuya sigla es Pegida– posando con bigote y peinado imitando el «look» de Adolfo Hitler permite pensar que la historia cuando se repite no necesariamente deriva en farsa, también se puede repetir como tragedia.