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Fantasmas franceses

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Gustavo Veiga

El presidente Macron enfrentará a Le Pen, líder de una ultraderecha que busca presentarse moderada. La izquierda de Mélenchon, árbitro en el balotaje.

París. Ganadores de los comicios, el mandatario y Le Pen (foto 1 y 2) se dirigen a sus seguidores. Protagonizarán la segunda vuelta, como en 2017. Foto 1: MARIN/AFP/DACHARY – Foto 2: SAMSON/AFP/DACHARY

Francia, esta Francia de Macron y Le Pen, es una caricatura de su legado universal. El contraste es notable. Si casi nada queda de su bipartidismo (socialistas y conservadores de la Quinta República, hoy derrotados por igual), mucho menos sobreviven las ideas de la Ilustración que expresaban Montesquieu, Rousseau y Voltaire y los pilares de la Revolución que derrumbó al régimen feudal en 1789. Como si todos esos valores se hubieran esfumado en el siglo XXI. Si la Marianne, aquella mujer del gorro frigio en el cuadro de Delacroix, guiaba los sentimientos de libertad, igualdad y fraternidad, hoy la figura de Reagrupamiento Nacional –antes Frente Nacional–, es la amenaza más visible para conducir al país hacia un Estado autoritario, xenófobo y que clausure sus fronteras.
Emmanuel Macron y Marine Le Pen pasaron a la segunda vuelta que se realizará el 24 de abril. Un presidente de centroderecha y una política que sintoniza con el fascismo. Ese monstruo de cuyo huevo emergieron casi en simultáneo Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Matteo Salvini en Italia y Viktor Orban en Hungría, por citar a los más connotados.
El dilema electoral que se plantea tiene hijos y entenados. La fortaleza de la ultraderecha es su homogeneidad en las ideas que representa. Tanto las de Le Pen como su competidor en el mismo segmento, el periodista ultranacionalista Eric Zemmour, que sacó un 7%. La pulsión antiinmigrante caló profundo en la ciudadanía y sacó del ropero los fantasmas del miedo que tan bien describió el célebre historiador Georges Duby en Año 1000, año 2000, la huella de nuestros miedos. Un libro que compara dos sociedades separadas por diez siglos, pero con los mismos temores. Básicamente al otro, al diferente.
Contradiciendo al autor francés, tal vez el más prominente de los especialistas en la Edad Media, la clase dirigente cayó en una deriva pronunciada por sus propias miserias y la exacerbación del fanatismo. La atomización de la oferta electoral es una prueba: hubo doce candidatos en la primera vuelta. Al margen de los vencedores, Jean-Luc Mélenchon y su fuerza, Francia Insumisa, emergieron como una referencia ineludible. Sus votos superaron el 21% y hoy son la audiencia a la que apuntará Macron para no sufrir un traspié inesperado con Le Pen.
La dura Marine intenta correrse al centro como si fuera una abuela que teje bufandas; pero además, como si su plataforma electoral no le dedicara 47 páginas a la política de inmigración que no pasaría el mínimo filtro de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Reacomodamientos
Caso curioso es el de Mélenchon. Por tercera vez no pudo superar la primera vuelta, pero sus seguidores festejaron el desempeño en las urnas como si fuera una victoria. Una lectura testimonial que en general tiene la izquierda. Como en otras oportunidades electorales, no unió voluntades, y su dispersión fue recibida con alivio, tanto las expresiones del demacrado arco conservador, como los racistas nostálgicos del Tercer Reich, la República de Vichy y la Legión Extranjera.
El reacomodamiento de fuerzas para la segunda vuelta ubica a Mélenchon en la situación de árbitro. Ya dio un anticipo: «Ni un solo voto para la señora Le Pen», les dijo a sus seguidores. Sobre esos votantes irá Macron, ya que necesita sacar una ventaja tranquilizadora. El domingo 10 la diferencia fue de 27,6% a 23,2%. Para lograrlo, el presidente que se enfrentó a los Chalecos Amarillos y se vio envuelto en el reciente escándalo McKinsey –una consultora de EE.UU. que contrató su Gobierno y que no pagaba impuestos en Francia– tiene que mejorar su imagen y superar la apatía del electorado que en la primera vuelta apenas llegó al 73%.
A Le Pen ya le ganó por paliza en el balotaje de 2017 (66,10% a 34%), pero hoy el escenario para Macron no es tan promisorio. Su adversaria confía en el maquillaje que utiliza de mujer moderada y en que el errático Gobierno de Macron le juegue a favor. Pero el mayor porcentaje de votos que inclinarán la segunda vuelta, en un sentido o el otro, es patrimonio de la izquierda. Incluye básicamente a Francia Insumisa, pero también a los comunistas, ecologistas y trotskistas.
Jean Marie, el padre de Marine, un excombatiente de Argelia e Indochina y negacionista del Holocausto, inauguró la serie de reveses electorales del clan ante Jacques Chirac en 2002. ¿Se repetirá una nueva derrota o la tercera será la vencida para la ultraderecha?

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