12 de septiembre de 2025
El rechazo al ajuste impulsado por el Gobierno detonó la caída del quinto primer ministro en tres años. La fragmentación política y el descontento en las calles, señales de un modelo que agoniza. ¿Podrá sobrevivir Macron?

París. Barricadas en la jornada de protesta del movimiento «Bloqueemos todo», este 10 de septiembre.
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Horas de vértigo en Francia. El lunes 8, ante la Asamblea Nacional, el primer ministro François Bayrou, dijo: «Damas y caballeros parlamentarios, tienen el poder de derrocar al Gobierno, pero no el poder de destruir la realidad». Pedía un voto de confianza para aplicar un drástico ajuste: 364 le votaron en contra y 194 a favor.
A las 15 del martes 9 de septiembre, el presidente Emmanuel Macron recibió la renuncia de Bayrou. Antes de eso, el presidente había designado a Sébastien Lecornu, quien saltará del Ministerio de las FF.AA. (llegó en 2022) a la sede en el viejo Hotel Matignon. Ex gaullista, de 39 años, estuvo a punto de ser monje en un monasterio benedictino de Saint Wandrille. Antes de los 30, fue alcalde de Vernon: integra el Gobierno desde que su jefe asumió en 2017, año en que dejó Los Republicanos (que fundó Nicolas Sarkozy) para sumarse a Renacimiento. Su férrea lealtad a Macron se consolidó en la crisis de los Chalecos Amarillos (2018/19). No es un dato menor.
Poco después de toda esa sucesión de hechos, Francia vivió una jornada de fuertes protestas impulsadas desde las redes sociales por el movimiento Bloquons tout (Bloqueemos todo), que se diferencia de Chalecos por no mostrar una organización clara y reivindicar su independencia de partidos y sindicatos. Mucho antes de que explotara la crisis con la dimisión de Bayrou, Bloqueemos todo predijo que paralizaría el país en repudio al ajuste. No lo logró del todo, pero hubo 813 actos de protestas (cifras oficiales): piquetes en autopistas y carreteras, fuego en cruces clave, intento de obstrucción de empresas y universidades, miles y miles en las calles pese a que el Gobierno respondió con 80.000 policías y gendarmes. Hubo 473 detenidos.

Otro cambio más. Macron junto al flamante primer ministro, Sébastien Lecornu, un incondicional al mandatario.
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La deuda interna
Esto sigue: el jueves 18, los transportistas se movilizarán en todo el país. Podrían sumarse otros gremios.
Cuando pase el temblor, la prioridad de Lecornu será sanar las heridas con el Parlamento y buscar consenso para aprobar el presupuesto. La ley exige que, a lo sumo, sea a principios de octubre. Otro dato clave: en 2027 hay presidenciales y Macron no tiene reelección. Ya lo miran a Lecornu.
Macron, economista, es presidente desde 2017 y busca cumplir una década en el poder. Comprendió la encrucijada: crisis política o ajuste furibundo. Y expuso la cabeza de Bayrou: pese a que sabía que difícilmente prosperaría el plan de austeridad, intentó la aprobación de un recorte presupuestario por 44.000 millones de euros para enfrentar el endeudamiento.
La deuda pública supone el 113% del PIB y un déficit del 5,8% en 2024. En 2025 sería entre 5,4% y 5,6%, muy por encima del 3% que reclama la Unión Europea. Bayrou se lanzó a intentar reducir ese déficit restringiendo programas sociales. En la Asamblea Nacional habló de un país con «respiración asistida» y «adicto al gasto». Y remarcó: «Hay menos trabajadores que pagan impuestos y más personas que cobran la pensión del Estado». No mensuró que el Gobierno, hace dos años, elevó la edad jubilatoria de 62 a 64 años, pero la situación empeoró. Pidió apoyo para, entre otras medidas, la supresión de 3.000 empleos públicos y de dos días festivos, uno de ellos, el que conmemora la victoria sobre el nazismo.
La acusación recurrente de la ultraderecha es que «durante décadas el Gobierno gastó más dinero del generado». Por el contrario, la izquierda plantea subas de impuestos. Tras la votación de la Asamblea, la agencia de calificación financiera Fitch amenazó con bajar la nota ante la «incapacidad (de Francia) para aplicar un plan creíble de consolidación presupuestaria». La urgencia de Macron tenía fundamento.
Cada vez peor
Lo analiza el escritor y exsenador Eric Calcagno: «El problema de fondo es que las instituciones francesas de la V República, pensadas para una nación soberana, ya no pueden enfrentar los problemas estructurales que tiene el país. Por ejemplo, carece de política monetaria y debe enfrentar un endeudamiento público sobredimensionado: solo queda ajustar. Confunden la cuestión social con un problema étnico: solo queda reprimir. Macron, que ya no tiene política, intenta representar algo que no existe. Aun así espera durar». Y para alimentar la duda, se pregunta. «¿Por cuánto tiempo?».
Durante su primer período, Macron tuvo dos primer ministros: Édouard Philippe (2017-20) y Jean Castex (2020-22). Tras el triunfo del 2022, asumió Élisabeth Borne. La dura derrota en las parlamentarias europeas 2024 provocó un sismo que aún agita la tierra. Las legislativas anticipadas llevaron a la nominación de Gabriel Attal (enero a setiembre). Ese parlamento, ya atomizado, le rechazó un primer voto de confianza. Nuevo manotazo: Michel Barnier duró tres meses, el período más corto en la V República. Llegó Bayrou: 8 meses, 26 días y un «parto provocado». La Asamblea fue su cadalso.
La izquierda, de inmediato, empezó a golpear la puerta. Creyó que Macron se vería obligado a nombrar un primer ministro socialista (tras uno de derecha y otro de centro), sopesando la mayoría de la alianza progresista en las parlamentarias de 2024. Incluso, el líder del Partido Socialista (PS), Olivier Faure (57 años; lidera un grupo de 66 diputados) aseguró: «Ha llegado el tiempo de coexistir». Con la designación de Lecornu quedaron atónitos, sobre todo teniendo en cuenta el presente que vive el Gobierno. No se curan las heridas internas en la oposición de izquierda y progresista: Jean-Luc Mélenchon, un referente golpeado por la falta de apoyo en 2024, en febrero último había acusado al PS de ya no ser «aliado» en el Nuevo Frente Popular.
Macron apenas cuenta con el apoyo del 15%, pero evitó las presidenciales anticipadas que le tironeaban por derecha e izquierda. Es verdad: el fraccionamiento social y del voto aviva la dificultad de que una nueva elección generase mayorías que allanaran el rumbo. No obstante, la ultraderechista Marine Le Pen (lidera las encuestas, aun condenada por malversación de fondos) gritó: «Es Macron el que bloquea el país (…) La disolución no es una opción, sino una obligación».
El presidente no llegó a tanto. Pero, ¿logrará sobrevivir hasta 2027?