12 de febrero de 2016
El presidente François Hollande está posicionando nuevamente a Francia como un gran actor diplomático internacional. Hacia fines de enero recibió en París a Hassan Rujaní, el presidente de la República Islámica de Irán, y pocos días después a Raúl Castro. Los dos invitados tenían serias dificultades para moverse por el mundo tiempo atrás e incluso eran considerados «parias» por algunas de las principales potencias occidentales. Pero ambos han sabido reconstruir el tejido político y diplomático con gran habilidad en el último tiempo. Teherán logró que Estados Unidos levantara las sanciones que pesaban sobre Irán y La Habana supo reinsertarse en América Latina a través de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) convirtiéndose en un actor clave para las negociaciones de paz en Colombia.
Hollande ha dado importantes pasos para acercarse a Cuba. En mayo del año pasado visitó La Habana y la Cancillería francesa resaltó que su visita había sido la primera de un presidente del «mundo occidental» en 50 años. En París, en su discurso ante Raúl Castro el 1º de febrero, Hollande le planteó abiertamente a Barack Obama la necesidad de «levantar el embargo y finalizar el bloqueo». Estas palabras son más que un gesto ya que para Cuba el bloqueo impuesto por la Casa Blanca es uno de los puntos más significativos de su diplomacia, y que lo afecta también en lo económico. Y por eso Raúl Castro lo destacó en su discurso.
Las dificultades económicas de la isla son conocidas y la reestructuración de una parte de la deuda cubana por parte de Francia también ha sido una señal para el gobierno cubano que –además– ya tiene numerosas inversiones francesas en las áreas de turismo, telecomunicaciones y energía. Desde 1995 que un presidente de Cuba no visitaba Francia. Ese año Fidel Castro participó de la UNESCO pero la visita fue de carácter privado y vestido con uniforme militar. Raúl Castro, en 2016, llegó como presidente de forma oficial y de civil. Todo un gesto.