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Gobierno contra las cuerdas

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Alejandro Pairone

Biden busca evitar una derrota que pondría en jaque a los demócratas. La inflación, el aborto, la guerra en Ucrania y la agenda republicana, temas cruciales.

Washington. Biden junto a organizaciones de mujeres en un acto del Comité Nacional Demócrata, el 18 de octubre. Allí defendió el derecho a la interrupción del embarazo, que incorporó a su campaña.

Foto: Monemaker/Gina/Getty Images via AFP/Dachary

Así como en el cine de acción hollywoodense el héroe individual llega siempre a último momento para impedir el desenlace fatal, el Partido Demócrata recurrió a sus dos grandes estrellas, el expresidente Barak Obama y el senador Bernie Sanders, como acción de último recurso ante lo que se prevé como una derrota en las elecciones de medio término que tendrán lugar el próximo martes 8 de noviembre en los Estados Unidos.
Obama inició el jueves 20 una gira por cuatro estados donde coincide su alta popularidad con un retroceso demócrata (Nevada, Michigan, Georgia y Wisconsin). Pero lo más sorprendente es la vitalidad de Sanders quien, a sus 81 años, se lanzó el jueves 27 a un maratón de 20 actos en ocho estados durante 10 días. Ambos, por derecha y por izquierda, buscan recuperar a los votantes demócratas desencantados con el Gobierno de Joe Biden, al que consideran débil ante los poderes corporativos.
Sanders se sumergió en la campaña tras cuestionar que el principal argumento electoral de los republicanos, la inflación, no tiene contendientes ni respuestas potentes entre los demócratas. Ello es clave porque la inflación y sus derivaciones negativas en una economía tradicionalmente estable es el principal factor, pero no el único, que los está llevando a la derrota. Según todos los sondeos, perderán el control de la Cámara de Representantes (diputados), y cada día parece más probable que también el Senado.
La pandemia y las consecuencias de la guerra en Ucrania –que Washington alienta con fervor– cuadruplicaron el promedio histórico de precios: en septiembre fue del 8,2% anualizado con alzas de hasta el 12% en alimentos y medicinas, del 10% en alquileres y hasta el 20% en energía. Los más altos de los últimos 40 años y con los salarios inmóviles. De los sondeos cualitativos surge que el 80% de los estadounidenses prevé una recesión inevitable y que seis de cada diez culpa a Joe Biden por ese descalabro.
En ese punto se hicieron fuertes los republicanos, que también lograron imponer su agenda dura que incluye ataques al control migratorio, al gasto público, los impuestos y la inseguridad. El paradigma de la agenda derechista panamericana que Sanders promete enfrentar ante la pasividad de su partido.
La guerra en Ucrania es otro punto en el que los demócratas pisan suelo resbaladizo. Los 65.000 millones de dólares en asistencia que Washington destinó a Kiev fueron un límite para 30 legisladores propios que le exigieron a Biden por carta pública la apertura de un diálogo con el líder ruso Vladimir Putin. Atento a la fisura, el expresidente Donald Trump chicaneó con que Moscú no habría desatado el conflicto de estar él al mando, y se puso en sintonía con los díscolos demócratas liderados por Alexandria Ocasio-Cortez al criticar al presidente por no negociar con Putin un alto el fuego y su salida de Ucrania.
Unos 235 millones de estadounidenses están convocados a las urnas para elegir a un tercio (35) del Senado y a 435 integrantes de la Cámara Baja que se renueva por completo cada dos años, junto con 36 gobernadores y miles de intendentes y legisladores estaduales y municipales, fiscales y jefes de Policía. Actualmente, los demócratas dominan a los representantes (221 contra 212) pero están igualados en el Senado (50-50), donde suele desempatar la vicepresidenta Kamala Harris. Simultáneamente habrá 129 referendos estaduales sobre marihuana, aborto, salud, entre otros.
Si pierden, Biden quedará doblemente debilitado. Por un lado encabezará un Gobierno en completa minoría, pero además dará inicio la batalla demócrata por la sucesión de un presidente de 81 años con notorias dificultades para la ubicación espacio-temporal y vacíos de memoria. Nadie le imagina un intento reeleccionista.

Campos de disputa
La debilidad electoral demócrata, paradójicamente, fue compensada de manera involuntaria por la ultraconservadora Corte Suprema cuando en junio pasado dejó sin efecto un fallo de 1973 que garantizaba el derecho al aborto en todo el país. La restitución se convirtió en bandera de los progresistas y dejó muy mal parados a los republicanos moderados ante una sociedad que lo consideraba parte de su normalidad, y del que de golpe se vieron despojadas.
Los demócratas hicieron bandera con el aborto, que se sumó a una agenda liberal que incluye impuestos corporativos, subsidios a deudores universitarios, aliento de la electromovilidad, fomento de las pymes e indulto a los condenados por consumo de marihuana. También un plan de infraestructura de 1,2 billones de dólares.
El discurso demócrata, empero, encarna una paradoja. Las medidas económicas y sociales de su Gobierno, lo mismo que sus propuestas electorales, logran adhesión de entre el 60% y el 70% de la población, pese a que, según la consultora Gallup, el propio Biden y su administración apenas alcanzan el 40% de respaldo. No obstante, la agenda republicana coincide con las prioridades del 70% de la población, mientras que las demócratas solo lo hace con el 30%.
El escenario electoral enmarca otras dos «sub-contiendas». Una es la batalla por capturar lo que llaman «voto latino», que por primera vez en la historia comienza a inclinarse en favor de los republicanos. Son 34 millones de votos potenciales (vota habitualmente la mitad) que pueden repartirse en partes iguales, cuando la derecha solía llevarse solo dos de cada diez.
La segunda campaña satélite, camuflada con la de medio término, es la personal de Donald Trump, quien recorre todo el país a fin de emparejar el terreno en búsqueda de su regreso a la Casa Blanca con el Año Nuevo de 2025. Lo hace por cuenta propia y junto a la campaña de cientos de candidatos que le responden, como la aspirante a la gobernación de Arizona, Kari Lake: presentadora de noticias de la cadena Fox, militante de grupos supremacistas que reza en sus actos acompañada por el exasesor de Trump, el neonazi Steve Bannon, y lideresa de los negacionistas que reivindican la toma fallida del Capitolio para impedir el recuento de votos que llevó a Biden a la presidencia.
«Solo aceptaré el resultado si gano yo», amenazó la racista Kari Lake, en una muestra del campo en que se disputan estas elecciones y que confirman un escenario próximo que marcha hacia una radicalización de argumentos: según Gallup, en promedio entre 70% y 80% de los adherentes a cada partido en disputa cree que el otro es una amenaza para el país.

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