27 de noviembre de 2013
Michelle Bachelet ganó la primera vuelta electoral en Chile, pero no ganó en primera vuelta. Aunque lo, no se trata de un simple juego de palabras –«en» en vez de «la»– no es una simple cuestión semántica. Bachelet apostó todas sus fichas a una contundente victoria en primera vuelta. Aunque la abrumadora diferencia sobre Evelyn Matthei permite suponer que vencerá el 15 de diciembre, no logró uno de sus principales objetivos. Y tampoco logró una amplia mayoría parlamentaria para cambiar gran parte de las leyes heredadas de la dictadura. Es verdad que esto era prácticamente imposible por el complejo sistema electoral pergeñado por Augusto Pinochet para que la izquierda no pudiera nunca más tener una amplia mayoría en el Parlamento. Es tan complejo y perverso el llamado «sistema binominal» que una fuerza política puede obtener un 30% de los votos y no tener ni siquiera un diputado o senador.
De todas maneras, en el entorno de Bachelet se festeja la victoria. Paradójicamente, la candidata de la derecha también celebró. Pasar a segunda vuelta fue casi un milagro ya que obtuvo la peor votación de la derecha en primera vuelta desde 1993, apenas el 25% de los votos.
El editorial del diario El Mercurio el lunes 18 de noviembre sostenía el anunciado «tsunami» a favor de Bachelet no se produjo y alentaba cierta esperanza de que la derecha pudiera aumentar su votación en segunda vuelta ya que obtuvo un «excelente resultado» parlamentario. La lectura que hace la derecha es que Bachelet –si es electa presidenta– se verá obligada a moderar su discurso aún más y negociar con la derecha. Además, sostiene El Mercurio, «la convocatoria a refundar un Chile distinto no consiguió el apoyo que proclamaba tener». Es verdad, no lo consiguió en las urnas. Resta saber si Bachelet realmente quiere refundar Chile y si apelará a la movilización en las calles para lograrlo. Dos preguntas clave que por ahora no tienen respuesta.