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Izquierda al frente

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Manuel Alfieri

Una alianza liderada por Jean-Luc Mélenchon se convirtió en la primera fuerza de oposición. Macron, la ultraderecha y el nuevo escenario.

Unidad. El histórico dirigente junto a otros referentes de la coalición, en un acto celebrado en París, antes de la segunda vuelta de las legislativas.

AFP

Tras años de disputas internas y varios traspiés, la izquierda francesa está de vuelta. Con apenas dos meses de diferencia y en distintas elecciones, logró algo que no conseguía desde hacía tiempo: pararse nuevamente en el centro del escenario político. Primero, dividida, obtuvo el tercer puesto en las presidenciales, quedando a las puertas del balotaje. Ahora, unida, metió un batacazo en las legislativas y se convirtió en la principal fuerza de oposición al debilitado presidente Emmanuel Macron.
Mientras desde Colombia llegaban las noticias de la victoria de Gustavo Petro y el histórico giro a la izquierda, el frente Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), que aglutina a socialistas, comunistas y verdes, bajo la batuta del veterano y carismático Jean-Luc Mélenchon, celebraba en París los resultados de la segunda vuelta legislativa, en la que obtuvo el 31,6% de los votos a nivel nacional y ganó 137 bancas en la Asamblea. La gran elección, sin embargo, no alcanzó para que Mélenchon –que venía de conquistar casi ocho millones de sufragios en las presidenciales, sin el apoyo de sus actuales aliados– se convirtiera en primer ministro del Gobierno, su máximo y declarado objetivo durante la campaña electoral.
Ese, sin dudas, era el mayor temor de Macron antes de esta segunda vuelta: que el Gabinete, hasta ahora poblado de tecnócratas, conservadores y liberales, fuera comandado por un filósofo de 70 años con pasado trotskista, admirador de Rafael Correa, Cristina Fernández y Lula da Silva, al que la prensa bautizó el «Chávez francés». La posibilidad era concreta por las propias peculiaridades del semi-presidencialismo galo, en el que un presidente de determinado color político puede compartir el poder con un primer ministro de otro partido, tal como sucedió en el pasado con el conservador Jacques Chirac y el socialista Lionel Jospin. El llamado fenómeno de «cohabitación» finalmente no se dio porque ¡Juntos!, la coalición macronista, ganó las elecciones con el 38,6% de los votos, se hizo de 245 escaños y dejó atrás a la izquierda, lo que le permitirá gobernar sin «infiltrados» rojos hasta 2027. Así y todo, Macron no pudo evitar que Mélenchon se convirtiera en la figura política más gravitante del momento, de la que todos hablan dentro y también fuera de Francia.

Caídas y ascensos
El presidente tampoco pudo disimular el sabor a derrota que el resultado electoral dejó en las filas oficialistas. Como reconocieron algunos funcionarios del Gobierno, fue «un primer puesto decepcionante». Macron perdió un enorme caudal de votos y la mayoría absoluta en el Parlamento, por lo que ya no podrá gobernar con manos libres: tendrá que negociar con otros partidos para alcanzar esa mayoría y también para impulsar sus más polémicos proyectos, entre ellos la suba de la edad jubilatoria. Paradójico: a pesar de triunfar en las parlamentarias y las presidenciales, el mandatario no arranca fortalecido su segunda gestión al frente del país, sino todo lo contrario.
El macronismo tampoco cumplió con su declamado objetivo de constituirse en un «cordón sanitario» ante el avance de la ultraderecha. En un contexto de masiva abstención –más de la mitad de los franceses no se interesó por los comicios–, la segunda vuelta legislativa confirmó el progresivo ascenso de Marine Le Pen con su Agrupación Nacional, que en solo cinco años pasó de ocho bancas en la Asamblea a 89, obteniendo el mejor resultado de su historia en una elección de ese tipo y ubicándose como tercera fuerza política a nivel nacional.
Ese es uno de los desafíos más urgentes que Mélenchon y los suyos tienen de cara al futuro: ponerle un freno a los ultras convenciendo a los franceses de que la respuesta a la crisis no debe ser más exclusión y más odio, sino solidaridad y expansión de derechos. El país de la libertad, la fraternidad y la igualdad se lo merece.

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