22 de febrero de 2024
A dos años del inicio del conflicto, se acumulan resultados pesimistas para Kiev. Zelensky bajo la mirada de Occidente. La palabra de Putin y la reacción de EE.UU.
Combate. Vista aérea de edificios residenciales destruidos en la ciudad de Avdiivka, en la región de Donetsk.
Foto: NA
Parecía que la guerra en Ucrania había entrado en una meseta sangrienta y monótona; pero, no. Unas semanas antes de que la operación militar del Kremlin cumpliera dos años, se estaban cocinando, entre bambalinas, hechos que irían a cambiar el curso de los acontecimientos.
El fracaso de la contraofensiva ucraniana de 2023 ya era incuestionable. La ayuda europea y estadounidense a Kiev fue disminuyendo gradualmente y todos los informes de los grandes centros de estrategia militar arrojaban resultados pesimistas.
En ese contexto, el 8 de febrero, el presidente de Ucrania, Vlodomir Zelensky, destituyó a su comandante en jefe, Valery Zaluzhny, blanqueando la crisis interna de su Gobierno. En el mar de versiones que hoy atraviesan Ucrania se destacan dos (que podrían llegar a estar conectadas):
1) La intención del teniente general Zaluzhny de convertirse en una opción para reemplazar al presidente comediante Zelensky. El militar es considerado por muchos ucranianos, especialmente los neonazis, como una figura fuerte y capaz.
2) La devaluación de la imagen de Zelensky, visto como débil y corrupto en las más altas esferas de poder de Estados Unidos. Según publicó el 22 de agosto de 2023, el portal de información de los BRICS, «parece cada vez más claro que Occidente quiere reemplazar a alguien más competente que Zelensky en la presidencia de Ucrania» y cita un documento filtrado del Pentágono en el que la norteamericana Victoria Nuland, alma mater del golpe de Estado en Ucrania de 2014, afirma que Zelensky está «agotando rápidamente su imagen política» por lo que habría que sustituirlo en las próximas elecciones de 2024. Nuland, actual subsecretaria de Asuntos Políticos, fue una de las figuras clave para el proceso de nazificación de Ucrania y para convertir a ese país en un enclave de Estados Unidos.
Zelensky, advertido del complot, fue claro en un discurso al país, en noviembre pasado: «Es totalmente irresponsable y frívolo» lanzar al debate público el tema de las elecciones «en tiempo de guerra». «Creo que ahora no es tiempo para elecciones». El mandato de Zelensky debería terminar el próximo 31 de marzo.
Fin de la cancelación
El 8 de febrero fue un día clave y no solo por el cambio militar en Ucrania. Ese día una entrevista del periodista norteamericano, Tucker Carlson, al presidente ruso, Vladimir Putin, rompió el muro de la cancelación rusofóbica y sacudió el escenario de la guerra. Como dijo Carlson, la mayoría de sus conciudadanos no están informados sobre un conflicto que está transformando el mundo.
Por primera vez en dos años, millones de estadounidenses y europeos escucharon en vivo y en directo el pensamiento de Putin, sus argumentos sobre la guerra, y sus planes geopolíticos. Canchero, irónico y mordaz, en varias ocasiones, el presidente respondió haciendo uso –y explicitándolo– de información clasificada.
Vale la pena resaltar dos momentos que deben haber sorprendido a la audiencia norteamericana e irritado a la Casa Blanca. Uno cuando acusó directamente a EE.UU. del atentado bomba contra el gasoducto Nordstream que llevaba gas a Alemania. El otro cuando recordó que el conflicto podría haber terminado en marzo de 2022. Putin dio todos los detalles de un acuerdo final firmado en Estambul entre Moscú y Kiev y repitió la confesión del jefe de los negociadores ucranianos, David Arakhamia. El ucraniano reveló públicamente que después de la negociación en Estambul llegó imprevistamente a Kiev el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, y Ucrania tuvo que negar haber firmado el acuerdo.
Como siempre sucede con las entrevistas a altos mandatarios, el jefe de Estado es quien domina la escena. Putin decidió cómo empezar la charla (ante un periodista de una nación poderosa pero joven –el líder del Kremlin suele comparar a EE.UU. con un adolescente que heredó una fortuna fabulosa, pero no sabe utilizarla adecuadamente– lo paseó por la historia milenaria de los «rus») y también Putin decidió cuándo terminar.
Putin programó la entrevista a pocos días del segundo aniversario de la guerra en Ucrania y en un muy buen momento para ese país, cuando la moral de su ejército está alta. La victoria (o la humillante derrota de la OTAN) en Avdiivka, una ciudad donde Ucrania tenía una base militar con sus mejores fuerzas y que Rusia había intentado ocupar desde los primeros meses, es un logro significativo. Avdiivka es clave para Moscú y para Kiev porque quien la domine tendrá el control total de toda la región del Donbass.
Pero de todas las declaraciones de Putin, hubo una trascendental: «Si hay voluntad (para las conversaciones de paz), hay opciones… No estamos en contra», dijo al finalizar la entrevista con Carlson.
«Hasta ahora, han estado gritando: “¡Tenemos que infligir una derrota estratégica a Rusia en el campo de batalla!”. Ahora parece que se han dado cuenta de que es difícil, sino imposible. En mi opinión, es imposible por definición, no puede pasar nunca. Ahora los que están en el poder en Occidente también se están dado cuenta de eso y tienen que pensar qué hacer. Estamos abiertos al diálogo… La actual situación es objeto de negociaciones. Nadie las quiere desarrollar con nosotros. Mejor dicho: sé que están dispuestos, pero no saben cómo hacerlo. Tengo conocimiento de que quieren hacerlo, pero no ven la forma. Pues bien, ahora que piensen cómo darle un giro a la situación», concluyó Putin.
Kremlin. Putin frente al periodista estadounidense Tucker Carlson, en una entrevista de alto impacto geopolítico.
Foto: NA
Una batalla prolongada y abierta
La reacción de EE.UU. no se hizo esperar mucho. Cualquier posibilidad de diálogo fue rápidamente neutralizada con la muerte del preso político ruso Alexei Navalny, el viernes 16 de febrero, en una cárcel de alta seguridad rusa del Ártico.
Se desconoce aún la causa de la muerte, pero el presidente Joseph Biden salió inmediatamente a injuriar y a acusar al presidente ruso. «Putin es el responsable de la muerte de Navalny», dijo en conferencia de prensa en la Casa Blanca. Desde Europa, donde casualmente había unas 400 personalidades de la política, las finanzas y la defensa asistiendo a la Conferencia de Seguridad de Munich, también repitieron a coro las acusaciones.
La intención de Occidente fue transparente: mantener la guerra hasta el último ucraniano y que el negocio no se termine. Biden aprovechó para forzar al Congreso de su país para que apruebe una ayuda de 60.000 millones de dólares para Ucrania. «Tenemos que garantizar financiación para que Ucrania pueda defenderse de esas matanzas. La Historia está observando a la Cámara de Representantes. Si no ayudamos a Ucrania en este momento crítico quedará escrito en las páginas de la Historia y es algo que nunca se olvidará», presionó.
Es cada vez más evidente que la guerra en Ucrania vibra según los tiempos electorales de EE.UU. El expresidente y candidato para las elecciones presidenciales de noviembre, Donald Trump, quien maneja la mayoría republicana de la Cámara Baja no solo bloquea la ayuda sino que se ha mostrado partidario de una negociación para terminar con el conflicto. «Tenemos que resolver esa guerra y yo la resolveré», dijo según cita la agencia Bloomberg.
Biden apuesta su sobrevivencia y, tal vez, su reelección a la vieja imagen de la Casa Blanca como «protectora de los pueblos». Ya nadie le cree, ni siquiera la mayoría los ciudadanos de su país. Lamentablemente, él y sus estrategas del Partido Demócrata suponen que lo que más le conviene a Biden es mantener la sangría ucraniana hasta noviembre. Luego –si gana– se verá; pero hasta esa fecha habrá todavía muchos e impredecibles sucesos.