15 de octubre de 2023
Mientras se agrava el drama humanitario, Israel abre frentes en la región con apoyo de Estados Unidos. Las amenazas de Gaza y las armas del mercado negro. Impacto geopolítico de un conflicto que será prolongado.
Destrucción. Humo invadiendo la ciudad de Gaza, tras un nuevo bombardeo del
ejército israelí.
Foto: NA
El USS Dwight D. Eisenhower y su flota llegarían en una semana a Oriente Medio. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, a quien los republicanos tildan de blando contra los palestinos, también hizo zarpar de urgencia al más moderno portaviones nuclear, el USS Gerald R. Ford, de la Sexta Flota. Lidera un batallón: el crucero Normandy y los destructores Hudner, Ramage, Carney y Roosevelt. Luego, la ONU dice «oponerse» al cerco sobre la Franja. Israel muy pocas veces cumplió sus resoluciones. Del drama humanitario se habla poco. Ya hay más de 2.000 muertos, miles de heridos y la destrucción crece.
El Mediterráneo, como si tuviera poca sangre en sus entrañas –las guerras, los migrantes, tanta atrocidad social y ambiental–, es escenario privilegiado de la contienda bélica de estos días. Es posible que las increíblemente hermosas puestas de sol en el mar que se divisan desde Ciudad de Gaza se conviertan en paisajes enmarcados por la flota estadounidense. Una frontera que da espanto.
Esa Franja de Gaza solo mide entre 6 y 11 kilómetros de ancho. En su otro lateral, de 51 kilómetros de longitud que limitan con Israel, delimitado por un paredón, se apostaron 300.000 soldados, casi seis por metro. Si se pusieran hombro a hombro sobrarían para instalar un muro humano.
Hablamos de humanos. Yoav Galant nació hace 64 años en Jaffa, Israel, a metros de ese Mediterráneo. Ministro de Defensa y comandante del Mando Sur israelí, ojos de enajenado, dijo a 48 horas del ataque de Hamas: «Ordené un asedio total sobre Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni gas, todo está cerrado. Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Animales humanos. El presidente de Estados Unidos: «Aseguraremos que Israel tenga lo que necesita para cuidar a sus ciudadanos y defenderse» con una ayuda «rápida, decisiva y abrumadora».
Mohammed Deif nació en el campo de refugiados de Jan Yunis en 1965, ex fabricante de bombas y arquitecto de la red de túneles bajo Gaza. Sobreviviría en uno, 50 metros bajo tierra. El ideólogo del más mortífero ataque moderno a Israel, incluidos cruentos bombardeos en sitios tan diversos como kibutz, festivales de música electrónica, poblados o aeropuertos. Los muertos civiles e indefensos se cuentan por centenares. No hay cifra concreta de fusilados. Más de un centenar de rehenes: amenazan, una y otra vez, con ejecutar a uno por cada ataque. El ayatolá Alí Jameneí, líder supremo de Irán, celebró: «Besamos las manos de aquellos que planearon el ataque al régimen sionista».
En la Franja habitan unas 2,3 millones de personas (cerca de la mitad, niños y adolescentes). El ejército israelí tiene unos 187.000 soldados profesionales y si convocan a todos sus reservistas serán 750.000. Las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam contienen a unos 20.000 milicianos.
¿Dos demonios? ¿David y Goliat? La asimetría es sensible en varios aspectos. Pero el rencor mutuo los equipara. La ultra derecha de Israel y Hamás son funcionales, necesitan un enemigo con el que ensañarse. Y regar el Medio Oriente de sangre y muerte.
Vivir bajo fuego
«Los palestinos hace mucho más de 75 años que pretenden regresar a sus casas». Para algunos historiadores el pueblo palestino es uno de los más perseguidos de los últimos siglos, desde las políticas despóticas del Imperio Otomano, en especial la opresión de turcos contra las comunidades cristianas. Ocurrió de mediados del siglo XVI hasta la Primera Guerra Mundial, cuando el actor pasó a ser el imperialismo inglés, al que varias corrientes de opinión apuntan como responsable de la arquitectura geopolítica que derivó en divisiones extremas, no resueltas con la creación del Estado de Israel. Un Estado que parte aguas entre su derecho a la defensa de una historia desbordada de hostigamientos y el carácter expansionista, siempre bajo la influencia y tutela de Estados Unidos y la OTAN.
«El conflicto palestino israelí tiene sus orígenes a principios del siglo XX, cuando en una carta del entonces canciller del Reino Unido, Arthur James Balfour, en noviembre de 1917, prometía a la Organización Sionista Mundial la creación de un Estado para la comunidad judía», relata Rubén Darío Guzzetti (IADEG-CEFMA). Advierte: «Ninguna situación de violencia surge por generación espontánea. Sabíamos que en algún momento podría darse una situación como la actual. Los Gobiernos de derecha y ultraderecha de Israel nunca respetaron los acuerdos de Oslo 1993, entre la Organización de Liberación Palestina (OLP) e Israel. Los nacionalistas integristas parten del concepto de que para defender su territorio requieren una expansión permanente».
Es particular la visión del presidente colombiano Gustavo Petro: «Gaza aparece hoy tan destruida o más que el guetto de Varsovia después de que como respuesta a la insurrección judía y socialista allí, fue destruido por la barbarie nazi. (Ahora) Han muerto bombardeados 140 niños y niñas palestinas. No eran militantes de Hamás». Y añade: «Hamás y la derecha israelí se retroalimentan en la sangre». En consonancia con Cristina Fernández, la presidenta argentina, exigió que sean cumplidas las resoluciones de la ONU y abogó «por dos Estados libres: uno israelí y el otro palestino».
Kevin Ari Levin, sociólogo (UBA) y magíster en Medio Oriente (Columbia) opina que «la fórmula de los dos Estados hace 20, 30 años que está muy complicada: su descrédito; el mapa del conflicto cada vez más entrelazado acentuando el costo político de una separación; hay cada vez menos confianza en ambas partes y las lecturas religiosas que se fortalecieron debilitan un acuerdo territorial. Así y todo no ha podido ser superada por otra que sea igual de coherente o que tenga legitimidad internacional. La mayoría de Israel se opone: podría fin a la existencia de Israel como un Estado-nación del pueblo judío, el motivo por el que fue creado. Además, difícilmente podamos entender que luego de estos episodios pueda haber una convivencia feliz entre ambas comunidades».
La otra verdad
Se acrecienta la presunción de que el conflicto tendrá una duración muy prolongada. Mientras día a día se anuncia que Israel redobla sus acciones, se teme si se abrirán otros frentes como en el norte con el Líbano, contra la intervención de Hezbollah (mucho más poderosa que Hamás, también mucho más protegida por Irán). El Gobierno israelí reconoció la movilización de tropas hacia esa frontera, mientras que Siria denunció bombardeos israelíes contra sus aeropuertos. Medio Oriente, el infierno tan temido.
Por otra parte, ¿cómo se arma Hamás? No solo la republicana Marjorie Taylor Greene exigió que se investigue si armas de origen estadounidense son usadas por esa organización palestina. ¿Proceden de Ucrania o Afganistán, vía mercado negro? Hace dos meses, el exasesor del Pentágono y coronel Douglas McGregor, aseguró: «Gran parte del arsenal entregado a Ucrania acaba en el mercado negro. Enviamos equipos por miles de millones y nunca llegan a donde deben llegar». El Kremlin también advirtió una y otra vez que el armamento podría llegar a «manos equivocadas». Como si fuera poco, en Donetsk, Yan Gaguín, asesor clave de Volodímir Zelenski, dijo: «Las armas enviadas a Kiev fueron vendidas por todo el mundo y ahora son utilizadas contra soldados israelíes». ¿Hay doble intención en esa confesión?
¿Hay doble intención en la reacción de Benjamin Netanyahu en su llamado a un gobierno de emergencia junto con sus aliados de extrema derecha y sumando a adversarios? La concreción sugestivamente se demoró cuatro días cuando la urgencia es extrema. Aunque no es comparable, de todos modos, a la sorpresa que acusó la inteligencia israelí ante el ataque. La prensa más creíble dice tener pruebas de que la inteligencia egipcia alertó sobre una serie de «movimientos militares inusuales y no convencionales en la frontera». En Tel Aviv lo desmintieron, en El Cairo lo ratificaron.
«Es el error de inteligencia más grande de la historia israelí, las consecuencias se van a ver más adelante», aseguró el especialista en Medio Oriente, Ezequiel Kopel, quien vivió una década en Israel. Coincide en que el «enfrentamiento tiene una antigüedad de 120 años». Suele mostrarse desconfiado ante las posibilidades de acuerdos de paz: «Las propuestas de Israel siempre fueron muy difíciles de aceptar porque nunca ponen la soberanía sobre el tapete». Hace pocas horas, en una intervención radial, aseguró: «Hamás hizo esto ahora, tras preparar la operación desde hace años, porque hubo un avance israelí sobre los centros religiosos, porque hubo acciones agresivas de colonos israelíes durante todo el último año y por el acercamiento de Israel a Arabia Saudita».
Otra incógnita es cómo quedará parado Netanyahu tras del conflicto frente a una sociedad que antes de este fatídico sábado 7 ya estaba muy dividida y movilizada ante una reforma judicial nítidamente autoritaria respecto a las libertades individuales, llevada adelante por un Gobierno que, no obstante, había votado la mayoría.
El recuerdo de la Operación Yom Kipur (conocida como Cólera de Dios) está fresco: el ataque sorpresivo, la recuperación israelí, los 2.700 muertos y la renuncia final de Golda Meier.