21 de enero de 2025
Con un gabinete de extrema derecha, el republicano reasumió la presidencia redoblando sus ataques contra los migrantes y la agenda progresista. América Latina y las crisis globales. El rol de Musk.
Washington. El magnate celebra con su familia tras la jura para su segundo mandato presidencial, este 20 de enero.
Foto: Getty Images
A las 12:02 del lunes 20 de enero de 2025, Donald Trump volvió a jurar como presidente. Solo habían pasado 4 minutos cuando bramó: «La era dorada de EE.UU. comienza ahora». Apenas a los 20 segundos tiró otro dardo envenenado: «Voy a poner a EE.UU. en el primer lugar del mundo». La siguió: «Será un país orgulloso, próspero y libre».
Dos horas antes llegaba a la Casa Blanca con Melania y su sombrero, los aguardaba un sonriente Joe Biden -tal vez aliviado- y su mujer, Jill. Al rato compartían asiento en la limusina blindada rumbo al Capitolio, en Washington. Tomaron té, como indica el protocolo, y luego cada uno ocupó su lugar en el salón redondo, rodeados de 11 estatuas de expróceres. Biden perdió la sonrisa (más aún, Kamala Harris, sentadita a su izquierda) cuando Donald Trump, flamante 47° presidente de EE.UU., en modo sereno, empezó a lanzar brutales ataques al Gobierno saliente ante la euforia de la concurrencia, entre los que se hallaba Javier Milei. «El Gobierno anterior no defendió ni a su propia gente». Ese Gobierno al que, cuando asumió en 2021, el magnate ni fue a traspasarle el mando.
En otro tramo de su discurso, señaló: «Dios me salvó para que EE.UU. sea grande de nuevo», en referencia a esa bala que apenas le lastimó una oreja el año pasado. Anunció una lluvia de decretos, entre ellos, el indulto a los atacantes del Capitolio, en enero de 2021.
Tampoco sorprendió. Son viejas promesas de campaña. Declaró la «emergencia nacional» en la frontera sur para deportar «a millones» de migrantes a los que llamó «delincuentes». Dijo que retornaría «una Justicia equitativa»; que «a partir de ahora solo habrá dos géneros: femenino y masculino», que cambiará el nombre de «Golfo de México por Golfo de EE.UU.»; que reformará el «sistema de comercio para proteger a trabajadores y sus familias»; que «China está operando el canal de Panamá, pero no se lo dimos a China: se lo dimos a Panamá, y lo vamos a retomar». Adelantó que EE.UU. pondría astronautas en Marte.
En modo pendenciero, dijo que volvía como un «pacificador y unificador». Al final remató: «Voy a vencer por ustedes».
Desafiante. Trump inauguró su gobierno con una lluvia de decretos.
Foto: Getty Images
Pesos pesados
Es curiosa la fotografía oficial del perfil del nuevo presidente: se parece notablemente con la de su ficha policial, gestada en su momento en una prisión de Atlanta. Similitud que no parece ser casual. Para cualquier otro, semejante prontuario sería el final de la carrera. Para él fue el trampolín. Así volvió a la Casa Blanca.
Volvió este lunes 20. 37.000 miembros de seguridad, 48 kilómetros de vallado, parafernalia bélica. Todo eso en la ceremonia de toma de posesión, aunque el cambio drástico –se supone– se dará en los hechos. La incógnita es hasta dónde. Para empezar, en el gabinete. Los dueños atienden el negocio sin intermediarios. La cotización personal del plantel de ministros (13 de 16 son multimillonarios) y secretarios influyentes supera por gran margen al de Biden. También supera por amplitud al dream team futbolero del Inter Miami que lidera Lionel Messi. Basta consignar la cifra de uno de los nuevos integrantes del gabinete, el multimillonario Elon Musk: 435.200 millones de dólares. Precisamente, el dueño de la red social X, Tesla y Space X no pasó desapercibido en la ceremonia de asunción. «Vamos a tomar el camino de Marte», dijo, tras la toma de posesión de Trump. Ante 20.000 eufóricos republicanos, muchos jóvenes, que desbordaban el Capital One Arena, ratificó el anuncio del presidente al señalar: «Trabajaré muchísimo por ustedes». Luego se puso la mano en el corazón y sobreactuando la energía, extendió el brazo. Dos veces. En la foto parece un saludo nazi.
Musk ocupará el Departamento de Eficiencia Gubernamental, junto a Vivek Ramaswamy, otro multimillonario como Scott Besssent (Tesoro), Linda Mcmahon (Educación), Howard Lutnick (Comercio), Leandro Rizzuto (OEA), Jared Isaacman (NASA), Frank Bisignano (Seguridad social) y Kelly Loeffler (Pymes). Donde no hay un rico, hay un indultado por el magnate por hechos delictivos en su anterior mandato, por caso Charles Kushner (embajada de Francia; su hijo Jared se casó con Ivanka Trump), Thomas Barrack (OTAN) o Steven Witkoff (Oriente). O con antecedentes de alcohol y violencia sexual: el extorturador en Guantánamo, Pete Hegseth dirigirá el Pentágono. Nada menos.
Trump regresa con un poder casi absoluto: tendrá mayoría en el Capitolio, una Corte Suprema afín, el poder económico apoyando. No solo eso. El New York Times publicó una encuesta de IPSos: el 55% de la gente, más de los 77 millones que lo votaron, apoya las deportaciones, tema central de su identidad política. Su vice, James David Vance, habló de un millón de personas, «ahí donde Kamala Harris falló». Marco Antonio Rubio (primer secretario de Estado latino), Tom Homan («zar de la frontera») y Stephen Miller (arquitecto del plan de deportación masiva) formarán parte del núcleo de hierro. Otros funcionarios son renuentes, ya que requiere de unos 100.000 millones y eso podría hacer tambalear la economía. No hablan de costo humano. Es paradójico, Obama registró récord de deportaciones: tres millones en ocho años; Trump echó a 250.000 (2017/21).
No es el único sector al que apunta el líder republicano, dado que –como ratificó en su desafiante discurso de asunción– también quienes defienden las políticas de género serán perseguidos. No obstante, miles advirtieron el sábado pasado en las calles de Washington que seguirán peleando por los derechos de las mujeres y de las minorías. El tiempo dirá qué tan significativo es ese rechazo.
Amigos y enemigos
Asumió como triunfo propio la tregua en Gaza, anticipó que menguará el apoyo a la OTAN y que acabará con la guerra en el este europeo: siempre tuvo feedback con Vladimir Putin. Respecto de China, el magnate lo calificó de «enemigo estratégico». El gabinete está lleno de halcones anti-China que urgen «acciones más agresivas». Pero hay palomas: Musk y Bessent, por caso, se oponen al arancel a la importación de productos chinos «para proteger la industria nacional». Ahora, el 46% de la población está a favor de cobrarlo.
Dato: el presidente chino Xi Jinping fue invitado a la ceremonia, no asistió, pero envió a su vice Han Zheng, todo un gesto de ambas partes. De marco está la guerra contra TikTok. En el tironeo que llegó a la Corte se metió Trump y anunció una prórroga de 90 días. Un problema para el futuro. Les importa tanto a Musk (X), como a Jeff Bezos (Amazon) y Mark Zuckerberg (Meta). Los tres, casi de la manito, asistieron a la asunción.
Polémica. Musk, siempre excéntrico, hizo un gesto similar al saludo nazi.
En esa puja de la mirada global ingresa la del Estado profundo. Mientras Musk promete motosierra, el presidente augura codicia expansionista, no solo en México y Panamá; también en Canadá y Groenlandia. En esa nueva América tendrá un escollo: la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. No fue invitada. Lula y Gustavo Petro, tampoco. La consigna «Make America Great Again» (Hagamos que América vuelva a ser grande), nuevamente deja de lado a la América que no es EE.UU. Quienes sí estuvieron fueron varios de los líderes de la ultraderecha global, en sintonía con el magnate. Entre ellos el presidente argentino, Javier Milei; los primeros ministros Giorgia Meloni (Italia) y Viktor Orbán (Hungría) –únicos jefes de Gobierno europeos invitados– , y referentes que hoy militan en la oposición como Santiago Abascal (en España) y el ex ministro polaco Mateusz Morawiecki.
Biden dejó un país con concentración de la riqueza, pobreza en ascenso, inflación, crisis sanitaria y fracasos bélicos, entre otras cosas. Dijo en su despedida: «Una oligarquía está tomando forma en EE.UU.». Que ya pocos crean en su palabra no significa que lo que dijo no sea cierto.