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Los mayas no son sólo monumentos

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El juicio por genocidio al dictador Efraín Ríos Montt permitió que nuevamente los rostros de los indígenas mayas aparecieran en los medios. El caso de los mayas es paradójico. Fueron masacrados durante la colonización y luego de la independencia de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador los explotaron, marginaron y también asesinaron. Ahora su extraordinaria herencia arquitectónica y cultural es fuente de ingresos turísticos para algunos de esos países. Es más, pareciera que hay una disociación entre su rica historia, convertida en atracción turística, y la vida de los mayas que viven cerca de Chichen Itzá o Tikal.
En Belice, en las últimas semanas dañaron templos mayas de Noh Mul –un complejo de ruinas de más de 2.000 años de antigüedad– porque a un político le convenía usar sus rocas para construir una carretera y obtener más votos en las próximas elecciones. Según la prensa, no es la primera vez que se usan piedras de edificaciones mayas para la construcción de calles aprovechándose de una legislación muy laxa en la antigua Honduras británica redactada antes de la independencia de la corona en 1981. También en Belice, los mayas están relegados aunque representan cerca del 10% de la población y sus tradiciones están vivitas y coleando. Al país más pequeño de América Central llegan cruceros que recorren el Caribe repletos de turistas que se deslumbran con el agua turquesa del mar y los monumentos. No es menos cierto que tampoco pareciera importarles que sean auténticos ya que asimismo  van a los lujosos complejos turísticos con falsas construcciones mayas cerca de la ciudad de Nassau en las Bahamas.
Salvo en ocasiones excepcionales como con la aparición del zapatismo el 1º de enero de 1994 o los testimonios de los sobrevivientes de las masacres cometidas por el ejército guatemalteco contra los mayas ixiles, esos hombres y mujeres han sido invisibilizados. Pero lo mayas son mucho más que monumentos.

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