14 de marzo de 2018
Los días de felicidad del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se están acabando. Tres de sus más fieles asesores ya han dicho que van a colaborar con la Justicia para testificar contra él en varias causas de corrupción porque entienden que se los pueden llevar puestos también a ellos. Como si esto fuera poco, el gobierno israelí ha enfrentado una protesta de las autoridades cristianas de Jerusalén, mientras Estados Unidos anunciaba que en mayo abrirá su embajada allí.
Los cristianos que custodian el Santo Sepulcro, lugar en que la tradición ubica el entierro y resurrección de Jesús, lo cerraron al público durante tres días en febrero. Cuando tomaron esta medida, tan inusual, acusaron al gobierno israelí de violar acuerdos internacionales al quitarles exenciones impositivas a numerosas propiedades de las iglesias y por un proyecto de ley de expropiación de tierras vendidas a terceros. Además, lo acusaron de sancionar leyes similares a las usadas contra los judíos en Europa, en clara alusión a las leyes de los nazis.
Desde que Israel ocupó la parte oriental de Jerusalén durante la guerra de 1967, está en conflicto con musulmanes y cristianos porque todos los gobiernos favorecieron la ocupación judía de la ciudad en claro desmedro de las otras religiones.
Los cristianos han sido históricamente custodios del Santo Sepulcro y casi no fueron molestados durante los 400 años que duró el Imperio Otomano. Tampoco tuvieron grandes problemas con británicos y jordanos; hasta que Israel ocupó la parte oriental de la ciudad en 1967 y comenzaron los enfrentamientos.
Ante el impacto mediático internacional, el gobierno israelí retrocedió, pero tal vez Netanyahu no pueda disfrutar de los festejos por los 70 años de la creación del Estado de Israel, en mayo.