24 de noviembre de 2024
Con autorización de Washington, las tropas de Zelenski atacaron por primera vez con armamento estadounidense. La reacción de Moscú y el temor a una contienda nuclear. Llamados al fin del conflicto.
Máxima tensión. Soldados del ejército ucraniano disparan artillería en Pokrovsk, situada en la región de Donetsk.
Foto: Getty Images
Con un gesto altamente provocador que pone en riesgo a toda la humanidad, Joseph Biden –posiblemente la figura presidencial más deslucida de la historia de Estados Unidos– buscó desafiar simultáneamente a su sucesor, Donald Trump, y al presidente de Rusia, Vladimir Putin, al autorizar a Ucrania, primero, el uso de misiles de largo alcance para atacar territorio ruso y, tres días después, el miércoles 20 de noviembre, al suministrarle minas antipersonales, prohibidas internacionalmente por el Tratado de Ottawa desde 1997.
Con la luz verde de Washington, Ucrania disparó de inmediato misiles ATACMS (siglas en ingles de Sistemas de Misiles Tácticos del Ejército); dos misiles Storm Shadow entregado por el Reino Unido y seis misiles HIMARS de fabricación estadounidense en la zona rusa de Bryansk, según el Ministerio de Defensa ruso. En su informe, Rusia agrega además 67 aeronaves no tripuladas de la que no da más datos.
Como era previsible, el Kremlin reaccionó. Por primera vez en 1.000 días de guerra, Rusia bombardeó Kiev. De inmediato la embajada estadounidense en la capital ucraniana emitió una alerta y anunció el cierre temporal de sus instalaciones. Las embajadas ucranianas fueron cerradas en casi todos los países de Europa.
Horas después, en la mañana del jueves 21, Rusia lanzó un misil balístico intercontinental sin carga nuclear. Es la primera vez que los rusos usan este tipo de arma en una guerra. Según el Ministerio de Defensa ucraniano, Moscú utilizó también siete misiles crucero y un misil hipersónico Kinzhal (también usado por primera vez) que impacto en la ciudad de Dnipro, en el centro de Ucrania. El informe del Gobierno de Volodímir Zelenski agrega que hubo además 80 ataques aéreos rusos y cerca de 1.400 drones kamikaze. En tierra, la mayor parte de las operaciones se concentran en la zona de Pokrovsk, situada en la región de Donetsk. El jueves 21 los rusos tomaron una nueva localidad, Dalnee, en esa región de Donetsk.
Apuesta peligrosa
A dos meses de dejar la Casa Blanca, Biden, con un doble juego perverso, escala la guerra a niveles que el mundo pocas veces vio. Además de agredir a Rusia, sin dudas busca confrontar con Donald Trump y su promesa de terminar con la guerra en Ucrania. La propuesta trumpista tendría un doble efecto: por un lado, conformaría a la ciudadanía estadounidense que ya no quiere que sus impuestos vayan a alimentar las guerras del imperio y, por otro, ofrecería una salida digna para un enfrentamiento bélico que la OTAN, sin bombas nucleares, no puede ganar.
No obstante, en un acto de extrema irresponsabilidad, Biden elevó la apuesta al violar las leyes internacionales proveyendo a Kiev de minas diseñadas para matar o incapacitar a las víctimas y permitiendo el uso de misiles balísticos que necesitan de lanzaderas móviles que Ucrania no posee y que son proporcionadas por EE.UU., Alemania o el Reino Unido.
Destrucción. Bomberos trabajan tras un bombardeo ruso con misiles en la ciudad de Dnipro.
Foto: Getty Images
Luego del anuncio de EE.UU., Putin puso en vigor los cambios en la doctrina nuclear rusa que ya había anunciado en septiembre pasado. Los tres puntos principales de este nuevo criterio son: 1) un ataque por parte de un Estado sin armas nucleares, pero con el apoyo de otro que sí las tiene sería considerado por el Kremlin como un ataque conjunto, 2) si ese país es miembro de una alianza, Moscú interpretará el ataque como el de la alianza en su conjunto y 3) los mismos parámetros serían tenidos en cuenta si es atacada la aliada Bielorrusia. En todos los casos y como consecuencia, Moscú se reserva el derecho de una respuesta nuclear.
El presidente Putin, en un mensaje televisivo que dio el jueves 21, señaló: «Nos consideramos con derecho a usar nuestras armas contra instalaciones militares de aquellos países que permitan usar sus armas contra nuestras instalaciones». «Después de los ataques de largo alcance de Ucrania, un conflicto regional adquirió elementos de uno global», dijo el mandatario, quien además recalcó que Rusia está «lista» para cualquier escenario.
El comunicado ruso emitido anteriormente no deja dudas: «El uso por parte de Kiev de misiles de largo alcance para atacar nuestro territorio representaría la implicación directa de EE.UU. y sus satélites en las hostilidades contra Rusia, así como un cambio radical en la esencia y naturaleza del conflicto. La respuesta en tal caso será apropiada y tangible».
En plena escalada de tensión, y desde Río de Janeiro, donde había concurrido para asistir a la Cumbre del G20, el canciller ruso, Serguey Lavrov, reiteró, no obstante, que Rusia «hará todo lo posible para evitar una guerra nuclear».
Varias naciones del mundo reclaman el fin del conflicto. Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Turquía, país que es miembro de la OTAN, Recep Tayyip Erdogan, han llamado reiteradamente a la cordura. Los Gobiernos latinoamericanos de México, Brasil, Colombia y Chile, en un comunicado conjunto, hicieron también un «llamado urgente (…) a privilegiar el diálogo y buscar la paz».
El presidente electo de EE.UU. no respondió en forma directa al exabrupto de Biden, sino que lo hizo a través de su hijo Donald Trump Jr. quien escribió en su cuenta X: «El complejo industrial militar parece querer asegurarse de que comience la Tercera Guerra Mundial antes de que mi padre tenga la oportunidad de alcanzar la paz y salvar vidas».
La acusación de Trump hijo podría ser una explicación verosímil. Nadie puede creer a esta altura de los acontecimientos que Biden está en capacidad de tomar semejante decisión por sí mismo y, por eso, el escenario mundial se torna realmente peligroso. El complejo militar industrial está mostrándole al próximo presidente que no será fácil imponer la paz.