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Mano a mano en la línea de fuego

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Manuel Alfieri

El contrataque israelí en Irán fue limitado y ambos países buscan una desescalada en una región atravesada por la catástrofe humanitaria en Gaza. La estrategia a dos puntas de EE.UU.

Respuesta. Personal militar hace guardia en una instalación nuclear en Isfahán, Irán, donde Israel concentró la represalia el 19 de abril.

Foto: NA

La Ley del Talión, que data del siglo XVIII AC, parece seguir vigente en la geopolítica 2024. Israel concretó finalmente su anunciada respuesta militar contra Irán, con un ataque bastante limitado, casi simétrico al que había recibido la semana anterior: no dejó víctimas fatales, no causó grandes daños y fue fácilmente repelido. Aparentemente –y en el impredecible terreno de la guerra solo puede usarse esa palabra– ambos quedaron a mano.
De hecho, una vez concluido el ataque del pasado viernes no hubo declaraciones incendiarias ni grandes amenazas. Los protagonistas de la historia casi que parecieron fingir demencia ante la explosiva realidad. Abandonando su habitual prédica guerrera, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se llamó a silencio y nunca se hizo cargo oficialmente de la ofensiva: ni siquiera se sabe bien, todavía, si se utilizaron drones y/o misiles, ni en qué cantidad. Irán, por su parte, la minimizó completamente: su canciller dijo que no había sido una incursión militar, sino «un vuelo de dos o tres cuadricópteros como los juguetes con que se divierten nuestros niños». El impacto fue tan relativizado por el Gobierno iraní que, a las pocas horas, se reabrieron todos los aeropuertos del país como si nada hubiese sucedido. Algo impensable hace tan solo unos días atrás, cuando analistas de todo el planeta vaticinaban el inicio de una inevitable tercera guerra mundial.
El mensaje a uno y otro lado fue claro: ambos países están dispuestos a defenderse ante la agresión del enemigo, pero sin la necesidad de que el conflicto escale. Por supuesto, nada está dicho y nadie puede relajarse en una región lo suficientemente caldeada como para jugar con fuego. El ataque israelí no fue en cualquier territorio: ocurrió sobre una base militar de Irán en la provincia de Isfahán, donde se encuentra Natanz, zona de instalaciones nucleares. «Esta vez decidimos no hacerlo, pero podríamos haber generado más daño en el mismo lugar», aseguraron funcionarios israelíes en off a The New York Times. Según las mismas fuentes, el contraataque iba a ser mucho más potente, pero esa idea fue abandonada por la presión que ejercieron la Casa Blanca y otros aliados. Desde la república islámica, aunque le bajaran el precio al ataque, también advirtieron que «si Israel quiere emprender otra aventura y actuar contra los intereses de Irán, nuestra próxima respuesta será inmediata y estará al máximo nivel».

Blinken. El secretario de Estado dijo que se busca evitar una escalada, aunque la Casa Blanca sigue proporcionando armas.

Foto: Getty Images

Preocupación global
La advertencia se extendió incluso a Estados Unidos, que en esta ocasión decidió despegarse completamente del ataque israelí. Su secretario de Estado, Anthony Blinken, dijo que el país no estuvo «involucrado en ninguna operación» y que estaba trabajando «para reducir la escalada». Sin embargo, la Casa Blanca no la va de neutral: sigue proporcionando armas a Israel y la Cámara de Representantes acaba de aprobar un nuevo paquete de ayuda para el Estado israelí por 26.400 millones de dólares, que el presidente Joe Biden celebró por «promover la seguridad nacional» y «enviar un mensaje claro del liderazgo estadounidense en el escenario mundial». Resta aún que lo apruebe también el Senado. Preocupados por la extensión del conflicto, EE.UU. y la comunidad internacional en su conjunto pidieron a ambas partes que eviten cualquier tipo de escalada bélica. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, aseguró que «ni la región ni el mundo pueden permitirse otra guerra». Recordó también el estrecho vínculo que existe entre el conflicto de Irán e Israel con la dramática catástrofe humanitaria que se está viviendo en la Franja de Gaza, donde ya murieron casi 35.000 personas, no solo por las operaciones militares cada vez más intensas del Gobierno israelí, sino también por la falta de alimentos, agua potable y medicamentos. Este fin de semana otro ataque de Israel en Rafah, en el sur de Gaza, dejó 22 muertos, 18 de ellos niños.

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