Mundo | JUAN CARLOS MONEDERO

 «No es tiempo de moderación»

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Ricardo Gotta

Tras el triunfo del PP español, el cofundador de Podemos alerta sobre la reconstrucción de las derechas y los nuevos retos de la izquierda. Argentina, lawfare e insiders.

Foto: Getty Images

Aún predecibles, los resultados de las municipales españolas del pasado 28 de mayo no solo convulsionaron a la propia España, al punto de llevar al Gobierno nacional a adelantar casi medio año los comicios generales, en principio previstos para fin de este 2023, sino que repercutieron particularmente en la Argentina, como si fueran un espejo en el que mirarse y extrapolar conclusiones. Justamente, Juan Carlos Monedero, además de ser un protagonista central de la intelectualidad progresista española, suele embeberse de la realidad de este lado del océano, por lo cual es un referente directo cuando se trata de analizar esa circunstancia con una mirada abarcativa. Esencialmente politólogo y profesor, jamás se dejará de recordar su trascendente participación política y programática en el emblemático proceso constituyente de Podemos.
Pasado el torbellino inicial que causó el estridente triunfo de la derecha española y las réplicas de ese terremoto en la izquierda gobernante, Monedero aporta reflexiones para entender este fenómeno actual, su impacto a nivel global, y bucea entre autocríticas y planteos de acción a futuro. 
–Trascurridos unos días, ¿el resultado de las municipales sigue siendo tan concluyente?
–España ha entrado de golpe y sin anestesia en el ciclo conservador que va afectando al mundo desde la crisis del 2008. Es una constante que de las crisis se sale una parte por la izquierda y, como reacción, otra parte por la derecha. En España, con el ciclo de los indignados se inclinó hacia la izquierda, pero las divisiones recurrentes, las faltas de políticas contundentes, el control abarcativo de los medios de comunicación, el lawfare fueron elementos por los cuales la derecha se ha reconstruido. Por lo tanto, opera un doble juego que es diabólico para la izquierda. Por un lado, los medios, la labor de los jueces, el fomento de las divisiones internas, y otros determinados factores, la debilitan. Pero es la propia izquierda la que cree que asumiendo pautas ideológicas más moderadas va a recuperar el apoyo político. Y es al revés: no hace otras cosas que debilitarse aún más y abrirle el paso a las fuerzas de la derecha. No es tiempo de moderación.
–¿Es lo que ocurrió en España?
–Sí, y presumiblemente también es lo que ha pasado en la Argentina. Es lo que, de alguna manera, han conjurado gobiernos que han sido más beligerantes en las cuestiones ideológicas. Como en México ha hecho Andrés Manuel López Obrador frente al PRI y el PAN (Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional, respectivamente). Como ha hecho Gustavo Petro frente al Uribismo. O lo que ha hecho el propio Lula da Silva frente al bolsonarismo en Brasil.
–Pocos frentes de batalla ante la avanzada conservadora.
–La conclusión es que hay un ciclo conservador en todo el mundo. La disolución de los lazos sociales de parte del neoliberalismo ha generado mucho individualismo y en esa lucha de todos contra todos, los políticos que autorizan un comportamiento carente de cualquier tipo de fraternidad, pues, encuentran más eco. Al final, como decía Elias Canetti (N. de R.: escritor y pensador búlgaro, Nobel de Literatura 1981), la gente se junta con los que cree que son los ganadores pues piensa y siente que de ese modo les va a ir mejor. También decía que esa gente termina aullando como los lobos, pensando que así no les van a comer…
–Se impone entonces, como en otras ocasiones, indagar cómo se combate este ciclo conservador.
–Primero con buenos diagnósticos, que por ejemplo deberían dilucidar si se debe volver a la vieja izquierda del siglo XX, o hay que actualizar a la izquierda para que trascurra en el siglo XXI. Es decir, si vale solamente el análisis de que debemos seguir tal como se entendía en la Guerra Fría, o entender que eso se ha complejizado. Si hay que incorporar las desigualdades de género; las desigualdades de raza; y así, muchas otras cuestiones urgentes. Porque vemos que hay una izquierda que reclama una vuelta a los postulados clásicos. Ves dirigentes que dicen que por dejar esos postulados, gana la derecha. Pues, bueno, eso hay que discutirlo y aclararlo. Porque hay otros que pensamos que no es así… Que jugar a ser la izquierda clásica del siglo XX es jugar a perdedor y que nunca vamos a poder construir mayorías de ese modo. Que la izquierda se ha complejizado, que tiene más contornos y que hay que ver cómo se suman, aunque sumarlos en el desarrollo se presente más complejo.
En segundo lugar es esencial entender el rol de los medios de comunicación. Si no los concebimos plurales y objetivos, será imposible. Seguiremos siendo el «último samurái» con una catana frente a los cañones. Porque los medios te invisibilizan. Y cuando no te invisibilizan, te demonizan. Encima, siempre hay un juez prevaricador dispuesto a darle un «manchamos de credibilidad judicial» a esa demonización que hacen los medios.
En tercer lugar hay que ser muy contundentes en las políticas sociales. El voto a la derecha y a la extrema es un voto de frustración, un voto de «si la izquierda no me solventa los problemas, pues voto a estos que sí lo hacen». Ya les da todo lo mismo. No se puede estar en los gobiernos para gestionar un poquito mejor. No se puede estar solamente para no robar, que es lo que muchas veces hace la izquierda. No roba, y por lo tanto es más decente que la derecha, pero no solventa los problemas. Y así no recibe apoyo popular. La gente, luego de votar, no nota que no robar le beneficie en algo. No nota que haya cambiado su vida. Y dice: «Voy a buscar otra opción que sí lo haga».
Porque, además, la que mejor está defendiendo la democracia liberal es, paradójicamente, la izquierda. Mientras que la derecha se hace más liberal y a través del lawfare y de los medios de comunicación, e incluso a través de golpes de Estado o las simples amenazas de ellos, está desconociendo a la democracia liberal. De manera que la gente que está enfadada con la democracia liberal se enfada con la izquierda y no con la derecha.
–Solés decir que la derecha miente mejor que la izquierda.
–La derecha se nutre de insiders que parecen outsiders. Resulta que los que se benefician con el sistema, los ricos, los millonarios, se permiten el lujo de disparar contra el sistema, porque tienen todas las herramientas, todas las estructuras y las usan a su favor. Cuando ellos ostentan el poder, si nosotros decimos lo mismo que ellos dicen, nos encarcelan. Porque además tienen las leyes, para aplicarlas en virtud de lo que les conviene. Existe todo un entramado bastante cerrado. 
–Es un discurso un tanto pesimista. Tal vez a tono con la consideración de que la izquierda está resignada a no producir alternativas opuestas al curso de estas épocas.
–Ese entramado solo se quiebra cuando hay una movilización popular muy fuerte, guiada por liderazgos fuertes. Por eso no es gratuito que desde la derecha intenten criminalizar a los liderazgos populares. Porque si la única opción es la electoral, y la única opción de obtener avances es a través de liderazgos muy fuertes, y a esos liderazgos se les demoniza a través del lawfare, es que parecería que no hay mucho que hacer… A veces lo sorprendente es que sigamos siquiera vivos.
–Hablás de gobiernos menos beligerantes combinados con la acción devastadora de la prensa hegemónica. En esa ecuación ingresa el factor del poder real, que salvo contados casos es atributo propio de las derechas.
–Lo que hay que hacer es fijarnos en las experiencias que han tenido éxito al generar una sociedad civil fuerte. Por ejemplo, si miramos en América Latina, me fijaría en «las mañaneras» de López Obrador: recupera línea política mandándole mensaje a los medios por las mañanas, temprano. Eso se puede ligar a otras cuestiones como la propensión a que crezcan los medios de comunicación alternativos. La forma es alimentando ese tejido social, tal vez de las maneras más tradicionales: viajando mucho, haciendo presentaciones, escribiendo más libros, debe haber más espacios para la cultura, más reuniones sociales, más conciertos, más encuentros, hay que alimentar a las universidades públicas… Es decir, hay una larguísima lista de acciones de las que yo sugiero solo algunas pocas. Pero sin ese tejido social no hay herramientas. Porque si la gente se está educando en la televisión y en las redes sociales, solo recibirá odio. Odio a la izquierda, odio a los feministas, odio a los inmigrantes, mucho odio. O sea que debemos hacer un esfuerzo pedagógico muy grande en contrarrestarlo.
–¿En ese sentido se podría afirmar que la derecha es más efectiva porque armoniza metodologías que la izquierda fue dejando en el camino?
–Pensemos cómo se han expandido las comunidades evangélicas. Pues ellos están en los lugares donde antes estaba la izquierda, en comunidades, en ámbitos sociales. Eso se ha abandonado. De alguna manera, las izquierdas se han articulado en partidos políticos que gestionan desde el Estado. Entonces, nos convertimos en «partidos-movimientos», donde hay una parte institucional, pero también otra popular, que se desarrolla en la calle. O entregamos ese espacio para que construyan de tal manera que generan gente muy alienada que vota a su verdugo. Charles Taylor, en Sierra Leona, tras las guerrillas y las enormes matanzas que puso en marcha, cuando Naciones Unidas obligó a que hubiera elecciones, tuvo un lema electoral que se podía traducir en «he matado a tu padre, he matado a tu madre, he matado a tu hermano, ahora tú me vas a votar». Ese lema entró. Entonces yo digo que con las armas melladas del siglo XX no vamos a ningún lado.
–En España no se terminó una campaña que empieza otra.
–La reacción del Gobierno de adelantar la convocatoria tiende a tomar la iniciativa ante los ataques internos a (Pedro) Sánchez en el PSOE frente a quienes lo acusan de la debacle socialista. Además le quebró la luna de miel a la derecha, que está negociando Gobiernos con VOX, mientras el PSOE arranca la campaña electoral. Y se anticipó al PP que casi naturalmente iba a apuntar a la ilegitimidad del Gobierno. También intenta asestarle el golpe definitivo a Podemos y regresar al bipartidismo. Sánchez es un político de una nueva hornada que tiene como prioridad su propio éxito. El efecto positivo es que Ione Belarra y Yolanda Díaz, como líderes de la izquierda, al fin se han sentado a pensar juntas un futuro.
–¿Cómo ves a la distancia el panorama en Argentina donde hubo gran regocijo en un amplio sector del poder con los resultados en España?
–Lo veo con enorme preocupación. Cuando tú cedes a la derecha, al final la gente va a votar a la derecha. Si le entregas el poder a (Sergio) Massa, la gente por qué votaría a la izquierda… ¿Para que haga las políticas de la derecha? Ese escenario es enormemente impotente. Se han desperdiciado muchas oportunidades. Es verdad que el panorama no era fácil, el control de los medios es terrible, la herencia del Fondo Monetario es intolerable, las divisiones internas fragmentan… Pero la realidad es que al final, si los votantes no te ven bien diferente a la derecha, pues por qué te votarían.

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