Mundo | UNA REGIÓN EN GUERRA

Oriente Medio a sangre y fuego

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Ricardo Gotta

Nueva escalada bélica entre Gaza e Israel. Derivaciones geopolíticas de un conflicto histórico sin final a la vista. Llamados internacionales a la paz.

Por sorpresa. Misiles lanzados por la organización islamista desde Gaza a territorio israelí, el 8 de octubre.

Foto: NA

Sábado 7 de octubre de 2023. No fue un día cualquiera. Durante un Shabat, cuando el sol salía en el horizonte, estalló la operación «Tormenta de Al-Aqsa». Se la adjudicaron Hamás y la yihad Islámica.
La mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, emblemática para los musulmanes, es, según el Corán, el sitio desde donde Mahoma ascendió al cielo: varias veces las fuerzas israelíes irrumpieron a los tiros, la última hace un mes. Sábado 7 de octubre de 2023. Las brigadas Ezzedin Al-Qassam, ala armada de Hamás, lideradas por Mohammed Deif, dispusieron la operación: tras un primer envío de misiles, la incursión terrestre de miles de combatientes por cinco puntos de los 51 km de frontera entre Gaza e Israel. Tomaron bases como la de Nahal Oz y Reim y ciudades como Ashkelon, Sderot y Ofakim, mediante tanques Merkava o con los vehículos más diversos. Unos tres mil cohetes alcanzaron enclaves estratégicos, según los propios israelíes, incluyendo Tel Aviv y su aeropuerto. Fue cruento el ataque en un kibutz de Kerem Shalom y a un festival de música electrónica de Reim, donde se hallaron casi 300 cadáveres. Militares y civiles israelíes y extranjeros fueron tomado como rehenes: los palestinos aseguraron que son más de 200.
El sábado 7 de octubre de 2023 no fue un día cualquiera. Se cumplía medio siglo del 6 de octubre de 1973, cuando se declaró la Guerra del Yom Kipur (también conocida como la del Ramadán o de Octubre) cuando egipcios y sirios atacaron a israelíes con el objetivo de recuperar el Sinaí, Cisjordania y los Altos del Golán, capturados en la Guerra de los Seis Días (1967). Significó una derrota estridente para los palestinos por el poderío militar israelí. Tiempos de Guerra Fría y de cambios geopolíticos profundos. Los árabes ya eran los principales productores de petróleo: no es un dato para soslayar.
Los símbolos existen.
¿Los servicios de inteligencia israelíes, aliados y protegidos por los más poderosos del planeta no previeron esta operación? Algunos diarios estadounidenses no tardaron en calificarlo como el 11-S israelí. Las reacciones iniciales del primer ministro Benjamin Netanyahu fueron admitir una sospechosa sorpresa y declarar el estado de guerra. No solo eso: convocó a un Gobierno de emergencia nacional. Hace nueve meses y medio regresó al poder (fue primer ministro entre 1996/99 y 2009/21) con el apoyo de la ultraderecha. Ahora sumará a los opositores Benny Gantz (Unidad Nacional) y Yair Lapid (partido Yesh Atid). A Bibi, como se lo conoce, no le iba bien en los últimos tiempos: se venían registrando enormes movilizaciones en rechazo de un sistema judicial a la medida de la derecha que restringe las libertades individuales. También a la guerra.
Netanyahu alertó sobre un conflicto «largo y difícil» y prometió «venganza con todas nuestras fuerzas». Empezó a cumplirlo de inmediato. Al cabo del fin de semana se reconocía una cifra escalofriante de muertos: 700 en suelo israelí (en 48 horas, más que en la Segunda Intifada) y poco más de 400 en Gaza. Los heridos van por varios miles. Israel dispuso un ataque arrasador sobre la Franja, a la que ya le habían cortado los suministros de energía. Las redes mostraron cómo un edificio de 14 pisos conocido como la Torre Palestina, en Gaza, se convertía en escombros, al tiempo que la Fuerza Aérea aseguraba haber golpeado unos 500 objetivos militares y comandos operativos de Hamás. Reportaron haber lanzado más de un centenar de toneladas de bombas. Y en muchas ciudades israelíes se libraban batallas contra los milicianos palestinos. 
La contraofensiva israelí lleva el nombre de «Operación Espadas de Hierro».

Crisis permanente
No fue un día cualquiera el 14 de mayo de 1948, cuando David Ben-Gurión fundó el Estado de Israel. Para muchos analistas, el conflicto estalló ese día, dos décadas antes de la Guerra de los Seis Días (del 5 al 10 de junio de 1967). Las crisis se sucedieron, cuatro guerras incluidas, y recién en 1993, los Acuerdos de Oslo, un complejo compromiso, avanzaron en restitución de territorios, reconocimiento palestino del Estado israelí y el abandono de la violencia. A su vez, se creó la Autoridad Nacional Palestina. 
Hamás nunca aceptó el acuerdo y mantuvo las hostilidades, con operaciones terroristas brutales. Es el más grande entre los varios grupos islamistas palestinos. Su nombre significa «entusiasmo» o «firmeza» y es a su vez un acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica. Organización política, religiosa y militar basada en el islamismo, fundado en 1987 durante la Primera Intifada. Aunque en 2004 su líder espiritual Ahmed Yasín, y su sucesor, Ábdel Aziz ar-Rantisi, murieron en sendos ataques con misiles israelíes en Gaza, Hamás controla la Franja desde 2007 en detrimento de Autoridad Palestina, en especial tras la muerte de Yasir Arafat, líder histórico de la Organización para la Liberación de Palestina. 
En las últimas horas circuló con insistencia la especie de que las autoridades iraníes contribuyeron en la planificación y ejecución de la operación, decidida en una reunión efectuada en Beirut el lunes pasado entre las brigadas Ezzedin Al-Qassam y la Guardia Revolucionaria islámica de Irán. Mahmoud Mirdawi, un significativo oficial de Hamás, lo negó. Sin embargo, el ayatollah Alí Hoseiní Jamenei, líder supremo de Irán, elogió los ataque y sentenció que el «régimen sionista será erradicado por las manos del pueblo palestino y las fuerzas de la resistencia de la región».
El estado de conflicto es permanente. Solo en los últimos tres lustros se registraron cinco operaciones de Israel que detonaron intensas respuestas palestinas. Plomo Fundido (2008), Pilar Defensivo (2012), Margen Protector (2014) y Guardián de los Muros (2021). Hace menos de cinco meses, tras días de enfrentamientos parciales con la yihad islámica, Israel bombardeó la Franja de Gaza, en lo que llamó «Operación Escudo y Flecha». Mató a tres mandos militares palestinos, también a 15 civiles.
Los analistas coinciden que «Tormenta de Al-Aqsa» es la operación más ambiciosa de la historia de Hamás. La organización controla los 51 kilómetros de frontera con Israel; los otros 11 son con Egipto (península del Sinaí). La Franja de Gaza tiene un territorio de 41 kilómetros de largo y entre 6 y 12 de ancho, con un total de 360 kilómetros cuadrados. Sus dos millones de habitantes soportan extremas restricciones por el bloqueo israelí, al punto que en reiteradas ocasiones la Franja fue calificada como «la prisión al aire libre más grande del mundo», o que sus «habitantes están encerrados entre rejas políticas». Gran mayoría de musulmanes sunitas y un sector minoritario de árabes cristianos (0,2%). La frontera está a 76,6 kilómetros de Jerusalén y a 93,2 kilómetros de Cisjordania. Según la ONU, desde que empezó la guerra, los desplazados palestinos de la Franja de Gaza ascienden a 123.000. 

Alineamientos y equilibrios
Todo Occidente, con cierto velo ante los antecedentes, se alineó con Israel: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón consideran a Hamás como una organización terrorista. Otras potencias pendulan buscando un enrevesado equilibrio. Por su parte, el mundo árabe, con sus extremas complejidades, desnuda sus matices y sus contradicciones, al tiempo que la presión sobre Israel para contribuir a una solución política va en retroceso. De todos modos, en las últimas horas, Hezbollah admitió haber atacado con artillería y cohetes unas bases israelíes en Líbano, como «una muestra de solidaridad» con Hamás. 
Claro que si se cumple el pronóstico de Netanyahu, esta guerra podría repercutir incluso en la de Ucrania y en todas en las que Estados Unidos y la OTAN tienen injerencia. Por caso, Washington podría desviar a Israel las armas y equipamiento militar que Kiev requiere como el agua. De hecho, Joe Biden se apuró a asegurarle al primer ministro israelí que la relación bilateral es «tan sólida como nunca», que la nueva ayuda militar está «en camino», que «habrá más en los próximos días». Lo enumeraron: un portaaeronaves, un destructor y aviones de combate F-35, F-15, F-16 y A-10, además de «municiones y recursos adicionales».
Mientras, Lula da Silva, en el ejercicio de la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, también condenó los ataques y convocó a una urgente reunión de emergencia del organismo. Se hizo el domingo: no hubo consenso para una resolución vinculante o al menos una declaración. El brasileño se manejó entre la espada y la pared: su país integra el BRICS, junto a Rusia, India, China y Sudáfrica. El grupo, en agosto, en Johannesburgo, aceptó la inclusión de la Argentina, y también de Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Egipto e Irán. El dato que vuelve a emparentar esta guerra con anteriores es que esos países poseen el 80% de las reservas petroleras del planeta. También el control de enclaves más que estratégicos en la región como el Canal de Suez y los estrechos de Ormuz y Bab el Mandeb. 
Uno de los que se diferenció en la perentoria reunión de la ONU fue Rusia. Y el delegado de China, Zhang Jun, solo prometió condenar «todos los ataques contra civiles».
Mientras, en Oriente medio, la escalada de la guerra no parece tener freno a la vista. 

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