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Oriente Medio, la multiguerra

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Telma Luzzani

Mientras se agrava el drama humanitario, el conflicto entre Israel y Gaza se expande a toda la región, con injerencia de EE.UU. y Reino Unido. Las piezas de un complejo rompecabezas.

Sin tregua. Humo tras los incesantes ataques del ejército israelí en Gaza, en enero de este año.

Foto: NA

No se trataba de una mera represalia. Las provocaciones y ataques israelíes de las últimas semanas contra Siria, Líbano e, incluso, en el mismísimo territorio iraní hablan de la existencia de un proyecto geoestratégico que tiene como piedra basal una decidida expansión bélica en gran parte de Oriente Medio. A esto debe sumarse otro foco de beligerancia en Yemen, donde las fuerzas aéreas de Estados Unidos y Reino Unido, en absoluta ilegalidad según las leyes internacionales, atacan desde el aire a los grupos insurgentes hutíes.
El desencadenante puede ubicarse el pasado 7 de octubre, cuando el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (Hamás) lanzó su operación terrorista Tormenta de Al Aqsa en territorio de Israel y secuestró a 230 personas, de las cuales continúan retenidas 110 en la Franja de Gaza. Nunca quedó claro cómo fue posible que esas fuerzas irregulares palestinas burlaran a las poderosas Fuerzas Armadas de Israel. ¿Pudo haber sido un conflicto inducido? ¿El sangriento operativo de Hamás podría haber sido la justificación perfecta para poner en marcha un plan israelí trazado desde hace tiempo y que tiene como objetivo la posesión de todo el territorio palestino –como mínimo– a través de la guerra? Aún más, ¿estos últimos ataques contra Siria, Líbano e Irán podrían tener como objetivo una reconfiguración geoestratégica de Oriente Medio?
Las piezas de este rompecabezas aparecen por ahora aisladamente y en forma desordenada. Sobre el 7 de octubre se sabe que la propia prensa israelí escribió que el Gobierno egipcio había avisado al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que «algo grande» se preparaba para los primeros días de octubre. También, que varios militares israelíes expresaron sus dudas o no entendían cómo había sido posible el ataque. El comandante Yoram Erez, a cargo de las fuerzas en la frontera de Gaza, escribió en las redes: «Conozco muy bien esa valla perimetral: ¿cómo pasaron sin que nadie reaccionara? ¿Cómo llegaron terroristas a pie y en vehículos, armados de pies a cabeza, a decenas de asentamientos israelíes, sin que nadie de nuestro lado moviera un dedo? Alguien tendrá que dar respuestas».
El paso siguiente es bien conocido: Israel desató una guerra de exterminio contra Hamás, que en realidad es contra toda la población de Gaza. Hoy las cifras de asesinados se acercan a los 26.000 (80%, mujeres y niños), muchos de ellos muertos de hambre porque, además de los bombardeos, la franja fue sitiada y entró comida, agua y medicinas, con cuentagotas. Esta ofensiva asimétrica y desproporcionada avivó, por un lado, la histórica confrontación entre las fuerzas israelíes y la organización musulmana chiita Hezbollah (Partido de Dios), en la frontera sur de Líbano y, por otra, provocó la reacción de uno de los sectores yemenitas en lucha, los hutíes, quienes, a fines de octubre de 2023, avisaron al gobierno de Netanyahu que, hasta que no permitiera la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, ellos iban a interceptar todos los barcos que transitaran por el mar Rojo en dirección a Israel, lo que, en términos sencillos, significa un serio colapso económico regional con alcances globales. 

Hutíes. Protesta contra los ataques aéreos de EE. UU. en Saná, Yemen, escenario de nuevos enfrentamientos.

Foto: Getty Images

Estratégicos
Los hutíes cumplieron con sus advertencias y, aun siendo atacados constantemente por dos de las fuerza aérea más poderosas del mundo –Estados Unidos y Reino Unido–, impidieron el paso de al menos 33 barcos comerciales. La situación es de tal gravedad que, según informó el pasado 24 de enero el diario británico Financial Times, Joseph Biden, a través de su asesor de Seguridad Nacional, Jack Sullivan, solicitó a China que hable con el gobierno de Irán para que este frene los ataques hutíes en las aguas del mar Rojo. En palabras del vocero John Kirby, la Casa Blanca «acogería con satisfacción un papel constructivo por parte de China, utilizando la influencia y el acceso que sabemos que tienen (…) y que ayudaría a frenar el flujo de armas y municiones a los hutíes».
Yemen está situado en uno de los puntos más estratégicos del planeta para el control del comercio internacional y las cadenas de suministro. Son zonas de pasos inevitables y a la vez «cuellos de botella» (choke points) que, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), implica el 80% del comercio global. Estos puntos son siete en todo el mundo: Gibraltar, el canal de Suez, Bab el Mandab, el estrecho de Ormuz (única entrada al Golfo Pérsico), el estrecho de Malaca en el Indo Pacífico, el estrecho de Bósforo y Dardanelos (en Turquía, que conecta el Mediterráneo y el mar Negro, hoy otra zona en guerra), y el canal de Panamá. Otros sitios geoestratégicos de enorme importancia (por ahora en latencia) involucran a Argentina: el estrecho de Magallanes, el pasaje de Drake (dominados con presencia británica en Malvinas), además del estrecho de Bering (entre Rusia y Alaska, EE. UU.).
La costa de Yemen mira, por un lado, al mar Arábigo y, por otro, al golfo de Adén, al mencionado estrecho de Bab al Mandab (en árabe la «Puerta de las lágrimas o de las lamentaciones») y al mar Rojo, el que, a la vez, se conecta, a través del canal de Suez, con el Mediterráneo. Los yemeníes provienen de una de las civilizaciones más antiguas de la Tierra: los sabeos y son conocidos por su inclaudicable temple guerrero.
Los ataques anglosajones a Yemen han tenido críticas de diversos sectores. El viernes 26 de enero, Biden recibió una carta firmada por legisladores demócratas y republicanos subrayando que los ataques a Yemen no habían sido autorizados por el Congreso como indica la Constitución de EE. UU. El lunes 29, el vocero Kirby, claramente irritado, tuvo que dar explicaciones en conferencia de prensa: «El presidente tiene autoridad como comandante en jefe y en el futuro lo informaremos al Congreso como lo hacemos siempre».
También China y Rusia rechazaron la ofensiva ante el Consejo de Seguridad de la ONU. «Defender barcos comerciales es una cosa; bombardear países es otra: es una acción ilegal», declaró el presidente ruso Vladímir Putin. Por su parte, la publicación británica The Economist tituló uno de sus editoriales: «Los hutíes han sobrevivido a cosas peores que bombardeos de EE. UU. y Reino Unido». Mientras Michael Knights, académico del think tank neoconservador «Instituto de Washington», opinó: «Los hutíes están entusiasmados con sus éxitos y no será fácil disuadirlos. Están pasando el mejor momento de sus vidas, enfrentándose a una superpotencia que probablemente no pueda disuadirlos».

Intereses distintos
¿La guerra contra Gaza se está extendiendo y convirtiendo en una conflagración regional? El domingo 28 de enero hubo un confuso episodio en Jordania que también amenaza con extender la guerra a toda la región. Una base militar estadounidense en territorio jordano fue atacada por un dron cuya procedencia se desconoce. Murieron tres soldados estadounidenses y 34 quedaron heridos. Irán negó rotundamente tener algo que ver con ese ataque.
Por otra parte, la sincronicidad de los mencionados ataques de los últimos días abonan la hipótesis de que el objetivo está mucho más allá de Gaza. El sábado 20 de enero Israel cometió varios asesinatos selectivos. Un misil israelí atacó un edificio en un barrio residencial de Damasco (donde hay varias embajadas). El ataque «quirúrgico» destruyó totalmente los cuatro pisos del inmueble y mató, al menos, a cinco miembros de la Guardia Revolucionaria iraní, uno de ellos, Hojjatollah Omidvar, el comandante de inteligencia de esa fuerza. Otro ataque, pero con drones, se registró en el sur de Líbano, en el que al menos fue ultimado un miembro de Hezbollah, según confirmó el grupo libanés.
A este escenario, debe sumarse otra complejidad. Varios analistas internacionales aseguran que, ante la caída de la popularidad de Biden con vistas a su reelección en noviembre de este año, importantes sectores del Partido Demócrata están dudando sobre la efectividad del apoyo incondicional a Israel. EE. UU. e Israel, aliados incondicionales, tendrían en este momento intereses divergentes.
Para Netanyahu, la guerra es su salvación política y la garantía de su eternización en el poder. Para Biden, en un año electoral, un paso en falso en Oriente Medio sería un error fatal. Moderar la marcha estaría ahora en los planes de la Casa Blanca. Quienes siguen esta lógica aseguran que las declaraciones de Josep Borrell, canciller de la Unión Europea, en la Universidad de Valladolid, venían impuestas desde afuera para desacelerar el conflicto. El 19 de enero, Borrell, al recibir el título Honoris Causa de esa universidad, acusó a Israel de haber financiado a Hamás para debilitar a la Autoridad Nacional Palestina (al otro sector, Al Fatah) y así impedir la solución de los dos estados.
Cualquiera sea la interpretación correcta, la realidad es que, a pesar de los esfuerzos de paz de muchos líderes y países –Sudáfrica a la cabeza–, la masacre en Gaza continúa, la región está escalando en agresividad y el mundo es cada día un poco más inseguro.

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