21 de mayo de 2021
La gran elección de Pedro Castillo fue la sorpresa en la primera vuelta electoral del 11 de abril en Perú. Si bien es cierto que la dispersión en 18 candidaturas dificultaba la tarea de adelantar un resultado, no es menos cierto que casi todas las grandes encuestadoras lo dejaban fuera del balotaje. La gran pregunta que surge es por qué Castillo fue votado por cerca de 3 millones de personas, y con el 19% de los votos logró el primer lugar para competir en junio con Keiko Fujimori que obtuvo el 13%.
¿Qué es lo que no vieron las encuestadoras ni pudieron percibir del humor social? En la mayoría de los países, el llamado «humor social» está representado por un sentir colectivo de las capas medias. El sistema de comunicación les hablan a ellas, las sienten como propias y transmiten sus inquietudes. Los grandes medios parecen fundidos en las clases medias porque la mayoría de quienes trabajan allí pertenecen a dicho segmento social, potenciado por las redes sociales que reflejan las mismas inquietudes.
Millones de personas en Perú no tienen lugar en la agenda comunicacional, están invisibilizadas. Como no se las ve, tampoco los medios pudieron ver que un maestro y dirigente social que dirigió una huelga docente importante en 2017 era un candidato que se iba consolidando muy lejos de la capital Lima.
Castillo desafió las disposiciones sanitarias para llevar adelante una campaña política en el sentido más tradicional del término, «a la antigua». Se montó en una yegua, recorrió los pueblos y privilegió el contacto directo en el espacio público. «No más un peruano pobre en un país de ricos», decía este maestro que proviene de la empobrecida región de Cajamarca, donde está la mina de Yanacocha, la segunda mina de oro más grande del mundo, símbolo del crecimiento económico del Perú y de sus paradojas.