20 de agosto de 2025
Las reuniones de Trump con Putin y Zelenski dejaron pocas certezas sobre el final de la contienda en Ucrania. Rusia en el centro de la geopolítica, con la Unión Europea en segundo plano. Incertidumbre y falta de información.

Expectativa mundial. Los presidentes de Rusia y EE.UU, en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, el 15 de agosto.
Foto: NA
La reunión del viernes 16 entre los presidentes de Estados Unidos y de Rusia, Donald Trump y Vladímir Putin, en una base militar de Alaska, territorio ruso hasta que en 1867 el zar Alejandro II la malvendió a EE.UU. por solo 7 millones de dólares, no tuvo resultados concretos. Si los tuvo, no se informaron. Todos coinciden en que Putin salió airoso.
Hacía 4 años que el líder ruso no veía cara a cara a uno estadounidense. La última vez fue a Joe Biden en 2021. Con su viejo conocido Trump lo hizo 6 veces en el primer turno del oligarca (en EE.UU. y Occidente en general les dicen «oligarcas» a los magnates rusos y «magnates» a los propios; aquí, para ser justos, invertimos el manual de estilo editorial).
El clima del encuentro fue cordial y al cabo del mismo se lo definió «constructivo», «respetuoso», «sustancial» y «útil». Pero no se anunció ni siquiera un alto el fuego. «No hay acuerdo hasta que haya acuerdo», dijo «Perogrullo» Trump. Y es así.
Cuatro días después, cuando Trump recibió a Volodímir Zelenski, esta vez en Washington DC, pareció recoger el guante de las críticas a su optimismo fanfarrón cuando los tiros y las muertes siguen sucediendo, sin tregua alguna. Trump señaló: «No creo que se necesite un alto el fuego. Podría ser bueno tenerlo, pero también puedo entender estratégicamente por qué un país u otro no lo querría».
Bilateralismo y globalismo
Al final de la cita, junto a sendos equipos de cancillería, seguridad y economía, los mandatarios de EE.UU. y de la Federación Rusa se mostraron ante la prensa, a la que no se le permitió preguntar. Según Trump y Putin, quedaron «muy pocos temas» a resolver. La gran pregunta es ¿cuáles?
Las tratativas pasan por estos asuntos, bilaterales y globales: 1) la cesión de territorios por parte de Ucrania, que va perdiendo la guerra (Crimea por empezar, pero también se discuten las aéreas del este ya tomadas por Rusia y donde hay población rusoparlante; hay dos obstáculos: Zelenski, aunque su mandato presidencial ya terminó, y la Constitución ucraniana); 2) las riquezas minerales y en tierras raras, donde también hay centrales nucleares, y los negocios inmobiliarios y de infraestructura que se necesitarán para reconstruir una nueva Ucrania, por cierto uno de los países con fronteras más tironeadas de la historia; 3) la renuncia de Kiev a ingresar a la OTAN y así tener misiles que apunten desde muy cerca a Rusia (¿también a la Unión Europea)?; 4) garantías de seguridad para Ucrania, Europa y también para Rusia; 5) un acuerdo en armas nucleares EE.UU.-Rusia (los dos mayores poseedores del mundo); y 6) quizá el inicio de conversaciones Washington-Moscú sobre el Ártico, de creciente interés. Aunque hubo otras razones, la selección de Alaska fue sintomática en ese sentido.

Casa Blanca. Trump posa con líderes europeos y de la OTAN, tras reunirse en el Despacho Oval, el 18 de agosto.
Foto: Getty Images
Hubo color y simbología en la cumbre: el ya legendario canciller Sergei Lavrov arribó a Alaska con una remera con el logo de la vieja URSS, el paseo en «La Bestia», el blindado de POTUS (Presidente of the United States, como le dice la jerga burocrática) llevando no solo a Trump, sino al mismísimo Putin desde la base aérea hasta el punto de la cita, y otros. Pero la miga fueron las 3 horas de desayuno en Alaska, de cuyo contenido poco y nada se sabe. Está claro que Trump no le dio a Putin el trato oprobioso que, en cambio, le prodigó a Zelenski cuando, en febrero pasado, este lo visitó en el Salón Oval y fue humillado.
Putin salió ganando porque volvió a la escena internacional. No es que esté «aislado» por las sanciones de Occidente, como dice la prensa hegemónica (¿es estar aislado tener el respaldo del BRICS, que hoy tiene el 40% de la economía global y casi el 60% de su población?), pero sumó el hecho de volver y presentarse lo más orondo en tierra de la primera economía y potencia mundial, como sigue siendo EE.UU.
Trump, a su vez, busca el Nobel de la Paz. ¿Por qué no si ya se lo tuvo Kissinger con todas sus muertes encima y hasta Teddy «Garrote» Roosevelt, el más imperialista de los presidentes imperialistas de Estados Unidos? Pero Trump, que se entusiasmó con eso cuando medió en un pacto reciente entre Armenia y Azerbaiyán, deberá seguir participando. Aún no está claro cuándo llegará la paz en Ucrania.
Cita con guardaespaldas
Zelenski, acompañado por líderes de la UE y la OTAN, esta vez sí fue recibido por Trump en Washington.
Previo a la cita con Putin, Trump ya había tenido la delicadeza de hacerles una videollamada. Presumiblemente, les adelantó lo que diría al líder ruso.
Y este lunes los recibió en persona en la Casa Blanca. A Zelenski lo escoltaron varios mandatarios de la UE, como el francés Emmanuel Macron, el alemán Friedrich Merz, el británico Keir Starmer, la italiana Giorgia Meloni y dirigentes de Bruselas y OTAN. Todos guardaespaldas del presidente ucraniano, acaso para que Trump no lo degradara por segunda vez.
Macron y compañía plantearon tener coordinación entre la UE y EE.UU. con el objetivo de lograr una «paz justa y duradera» que «preserve intereses vitales» de Ucrania y la seguridad europea. Trump, que su país estará «implicado» en la seguridad de Ucrania en el futuro y que los socios de la UE son «la primera línea de defensa porque están allí, son Europa». Prometió «ayudarles» en la seguridad.
Tampoco tras esta reunión hubo información precisa. Ahora prometen una cumbre tripartita Trump-Putin-Zelensky que, si se da y es con avances, empezaría a cerrar el círculo. Mientras, el Gobierno de China prepara para septiembre en Beijing una cumbre internacional para conmemorar el final de lo que Occidente llama Segunda Guerra Mundial y China, Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (que arrancó ocho años antes del inicio de la expansión de Hitler) y Guerra Antifascista Mundial (en la que China fue el país que más cuota de muertos aportó). Algunos ya la llaman Yalta 2, para lo cual debería ir también Trump.
Como balance de los encuentros de estos días, en Alaska y en Washington, en general los análisis ven ganador a Putin, fortalecido y fijando condiciones.
En EE.UU., la revista Time concluyó que fue el «claro vencedor simbólico»; para la agencia AP, hubo «muchas pompas y pocas respuestas»; The Washington Post habló de la experiencia de Putin para «manipular» a Trump; según The Wall Street Journal, la cumbre concluyó sin avances serios para terminar la guerra y Putin mantuvo condiciones exigentes y salió fortalecido diplomáticamente; y The New Yorker opinó que la reunión evidenció la «falta de claridad» y «un desorden dentro del Gobierno estadounidense en su política exterior».
Nadie dijo que sería sencillo superar la guerra más emblemática del siglo XXI hasta ahora. Ni los rusos, cuyos altos mandos dijeron ya en 2022, cuando empezó este capítulo del conflicto, que preveían su final para 2026.