10 de junio de 2024
Aunque no logró la mayoría absoluta, la ultraderecha tuvo un buen desempeño en países clave como Francia y Alemania. ¿Cuál será su peso político en un continente alineado a los intereses de Estados Unidos?
París. Miembros del partido Agrupación Nacional de Marine Le Pen celebran los resultados.
Foto: NA
Un tsunami atraviesa a la Unión Europea. Como vaticinaban las encuestas, en las elecciones legislativas que se llevaron a cabo entre el 6 y el 9 de junio, la extrema derecha (que, contradictoriamente, levanta la bandera del euroescepticismo) tuvo un buen desempeño en países importantes. Especialmente en Francia y Alemania, pilares fundacionales de la integración europea, los resultados tuvieron un fuerte impacto en la política local.
En París, el presidente Emmanuel Macron se vio empujado por la ultraderecha francesa a disolver el Parlamento local y llamar a elecciones legislativas para el 30 de junio, con una segunda vuelta para el 7 de julio. Un tercio del electorado francés votó a Agrupación Nacional (Rassemblement National, RN) de Marine Le Pen –la fuerza llevó como candidato a Jordan Bardella–, y que ahora se muestra menos radical, aunque no deja de ser, al fin y al cabo, de extrema derecha.
En cuanto a Alemania, el país más grande del bloque, todavía no se ven las consecuencias del voto castigo contra el canciller Olaf Scholz, aunque nadie duda de que las habrá. Los sondeos en boca de urna indicaban que apenas el 14% de los alemanes votó al Partido Socialdemócrata, colocándolo en tercer lugar. La más votada ha sido la oposición conservadora, Unión Democrática Cristiana (CDU y su formación hermana de Baviera, CSU) con aproximadamente un 30%. La segunda preferida fue la extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), con el 16,5%.
Aunque el crecimiento de la derecha es innegable, si se mira la fotografía completa, los resultados (todavía provisorios) indican que la mayoría de los europeos quieren que las fuerzas tradicionales de centro y proeuropeas sean las dominantes en los próximos cinco años de la Eurocámara. Entre los legisladores del Partido Popular Europeo (derecha) y los de la Alianza Progresistas, Socialistas y Demócratas (centroizquierda) suman cerca del 45% de la cámara.
Otro dato importante es que más de la mitad de la sociedad no fue a votar. A pesar de que los lugares de votación se mantuvieron muchas horas abiertos (en algunos más de quince), como suele suceder en estos comicios, el ausentismo fue muy alto: el 51% no sufragó, un 11% más que en las elecciones pasadas de 2019. La próxima Eurocámara constará de 720 legisladores (15 más que la anterior, ya que el número es equivalente a la cantidad de habitantes: ahora están representados 448 millones) de los 27 países miembros. El parlamento se elige cada 5 años.
Canciller. Olaf Scholtz, del partido socialdemócrata alemán que quedó tercero.
Foto: Getty Images
«No se decide casi nada»
¿Cómo se distribuyen los escaños? Según el número de habitantes de cada país miembro. A Alemania, la más populosa, le corresponden 96; a Francia, 81; a Italia, 76; a España, 61, y así sucesivamente hasta los más pequeños: Chipre, Luxemburgo y Malta, que tienen 6 cada uno. Los eurodiputados no se agrupan por nacionalidades, sino por los valores y objetivos que comparten. En la legislatura actual había siete agrupaciones. Ahora se iniciará un período de negociaciones interpartidarias para la conformación del nuevo organismo. Un bloque debe estar conformado como mínimo por 25 diputados de al menos una cuarta parte de los Estados miembros, es decir, de siete países. La nueva Eurocámara comenzará a sesionar del 16 al 19 de julio próximo, en Estrasburgo.
Más allá del reparto de cargos y los cabildeos para establecer alianzas, ¿qué peso político real tiene esta legislatura? «El parlamento europeo no decide casi nada», asegura el politólogo español Manuel Monereo. «Los nuevos legisladores que asumirán en julio tendrán que aceptar todo lo que anteriormente ha sido decidido y que se está aplicando. No tienen poder de revertirlo. Lo fundamental de Europa ya está decidido», afirma.
Como resalta Monereo, a la hora de la verdad «lo que cuenta es el poder enorme de la OTAN»: «En estas elecciones se decide muy poco porque quien ha decidido por todos nosotros es la OTAN, es decir, Estados Unidos. Son ellos los que, desde la guerra en Ucrania, tienen un control casi omnímodo sobre la vida política, económica y estratégica de la Unión Europea». La Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania dejó al desnudo la sumisión de la UE a los dictados de Washington. El sacrificio de Alemania que, con la mano ejecutora de Scholz, rompió los contratos gasíferos con Moscú perjudicando su propia economía, es un claro ejemplo.
La arquitectura institucional («ambigua, opaca», según Monereo) se compone del Consejo Europeo (fija las estrategias de la UE); la Comisión Europea (ejecutivo hasta ahora dirigido por Ursula von der Leyen); el Tribunal de Justicia de Luxemburgo; el Banco Central Europeo (dirige la política económica que, por estar establecido en la estructura jurídico-constitucional de la UE, es obligatoriamente neoliberal y extensiva a cada uno de los Estados miembros) y el mencionado aparato militar de la OTAN.
Georgia Meloni. La primera ministra italiana sufraga en un colegio electoral de Roma.
Foto: Getty Images
Escenarios abiertos
El dilema de esta nueva etapa es cuánto será el peso de la extrema derecha en el mapa político regional.
¿Se convertirá en un nuevo actor de peso? Por lo pronto ya está provocando cambios importantes en algunos países. En Italia, Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia, FdI), el partido de extrema derecha de la primera ministra, Giorgia Meloni, arrasó. Según datos provisorios, habría obtenido alrededor del 28% de los votos (ella esperaba el 30%). Esta cifra le otorga a la primera ministra buenas cartas negociadoras para jugar tanto en la composición de la futura legislatura comunitaria, como en el plano nacional. Meloni quiere reformar el sistema de elección del Poder Ejecutivo italiano introduciendo el «premierato», es decir que, como en los países presidencialistas, sea la ciudadanía –y no el parlamento– la que elija en forma directa al primer ministro.
En España, el electorado se inclinó mayoritariamente por los partidos tradicionales de derecha (Partido Popular, PP) y centroizquierda, (Partido Obrero Socialista Español, PSOE). En un duelo parejo, la derecha opositora de Alberto Núñez Feijóo obtuvo alrededor de 22 legisladores y el oficialismo de Pedro Sánchez, 20. La ultraderecha de Vox hizo una mala elección y obtuvo apenas 6 escaños.
Además del número definitivo de diputados y de la conformación de los futuros bloques parlamentarios, ahora la expectativa está puesta en lo que pueda suceder en Francia y las consecuencias que pueda tener la aplastante derrota que sufrió Macron. Es difícil prever, con tanta anticipación, si el triunfo del partido de Le Pen en las europeas se repetirá en las elecciones francesas de fin de mes, sumiendo a Francia en el escenario inestable de la «cohabitación» (convivencia en el Ejecutivo de poderes de distinto signo político).
Para algunos analistas, el ciudadano pondera diferentes variables cuando vota por una legislatura nacional o por una comunitaria. En el primer caso, el votante siente que hay más en riesgo y suele tomar una decisión más estratégica mientras que en el segundo caso el voto es más ideológico: decide por su partido de preferencia sin tanto cálculo. ¿Será Francia el espejo anticipado de Europa? ¿Irrumpirá la extrema derecha como un decidido ejecutor transformando inesperadamente el mapa político europeo? Las sombras del pasado acechan.