27 de marzo de 2015
La negociación que impulsa el presidente de Estados Unidos Barack Obama con Irán tiene como principales detractores al gobierno israelí y al Partido Republicano. Obama sabía que muchos sectores se opondrían, pero no imaginaba que un grupo de congresistas republicanos le escribiría una «carta abierta» pública a los «líderes de la República Islámica» para advertirles que el Congreso revocará cualquier acuerdo. La carta fue redactada después del duro discurso del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ante el Congreso estadounidense, en el que alertaba por enésima vez sobre el desarrollo nuclear iraní. Su visita fue un golpe artero hacia Obama porque fue invitado por los republicanos.
En la carta, redactada por el senador Thomas Cotton y firmada por 47 de sus pares, se advierte a los iraníes que Obama se retirará en enero de 2017 pero la mayoría de ellos se quedará. Para despejar cualquier duda aclaran que un documento no aprobado por el Congreso es «un mero acuerdo entre poderes ejecutivos» y puede ser invalidado.
La sorpresiva carta motivó el enojo de Obama, que dijo sentir «vergüenza ajena» por los senadores que se dirigieron a las máximas autoridades del que consideran un enemigo para desautorizar a su propio presidente. Esta actitud no debería asombrar a nadie ya que usan la mayoría parlamentaria para tratar de impedir cualquier iniciativa política del presidente, como ya se ha visto con la reforma de salud y el tema migratorio. Amén de la creencia generalizada que existe en abstracto respecto de la alternancia y los valores democráticos de los dos grandes partidos estadounidenses, los cierto es que se sabotean mutuamente cuando pueden. Este caso es más obvio porque los republicanos son mayoría y dicen sin tapujos lo que piensan. A nadie se le escapa que su principal objetivo es que los demócratas queden ante la población como ineficientes e inútiles. Así de simple.