Opinión

Pedro Brieger

Periodista

Biden apunta a Putin

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El mundo se sorprendió cuando Joe Biden calificó de asesino a Vladimir Putin. No es para menos. Es poco común que el presidente de los Estados Unidos utilice palabras tan duras para el líder de una de las principales potencias del mundo, aunque sí es habitual que, desde la Casa Blanca, desprecien y descalifiquen a líderes de naciones como Cuba o Venezuela y los acusen de violaciones a los derechos humanos. Claro que el tono duro no se utiliza con aliados, como Arabia Saudita o Egipto, a quienes apenas se critica cuando comenten atrocidades.
Desde ya que las palabras tienen su peso, y más si son pronunciadas por el presidente de la primera potencia mundial. Pero no son dichas en abstracto. Por un lado, están las acusaciones contra Moscú de haber incidido en las elecciones estadounidenses a favor de Donald Trump y un lenguaje duro le permite a Biden distanciarse de su antecesor. Por otro, existe una continuidad de la política global que ve a Rusia como un enemigo, siempre y cuando tenga una política independiente y no se subordine a los intereses de la Casa Blanca. A Washington poco le importa la ideología de quien esté en el Kremlin si se comporta como una potencia con intereses propios y capacidad de intervenir en diferentes regiones. En ese caso sigue siendo un enemigo.
Es lo que permite comprender porqué no se desmanteló la Organización del Tratado del Atlántico Norte, después de la caída del muro de Berlín que se había creado como una alianza militar para combatir a la Unión Soviética y su bloque de aliados.
La desaparición de la URSS y la reconversión capitalista de la República Popular de China no parecen haber modificado los intereses estratégicos de EE.UU. Los dos países son potencias, independientemente de la ideología de quien gobierne. Y esto nadie que se aloje en la Casa Blanca está dispuesto a aceptarlo.