Opinión | A fondo

Círculos rojos

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Luego de las Paso y en camino a las elecciones legislativas, cobró fuerza cierto discurso apocalíptico del cual pocos se hacen cargo con nombre y apellido, pero que subyace a una constante instalación de un clima de crisis inminente. La instancia preelectoral parece alimentar los sueños de regresión que anidan en los nostálgicos de los 90. Lo cierto es que no se atisba para el 27 de octubre un resultado que pueda deparar un cambio trascendental en la correlación de fuerzas parlamentarias. Si se toma de referencia las Paso, los números no muestran la posibilidad de una profunda alteración del reparto de bancas vigente, al menos, no se insinúa que la primera minoría cambie de manos en Diputados ni en el Senado. Tampoco los datos de la economía permiten avizorar una debacle en ciernes, como preanuncian hace tiempo sectores interesados en obtener rédito del caos.
Sin embargo, declaraciones de dirigentes políticos parecen otorgar veracidad a las versiones alarmistas. Así ocurre cuando la diputada Elisa Carrió toma distancia de lo que llamó un intento de «golpe institucional», enmarcado en una «guerra por la sucesión». Porque, en definitiva, si bien no surgen datos que respalden la posibilidad de una crisis económica profunda o un clima de ingobernabilidad, no menos cierto es que no faltan interesados en que ello ocurra. Por caso, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, declaró a un medio periodístico que un grupo de personas influyentes lo instaron a formar una determinada alianza política a los efectos de concluir con la «chavización de la Argentina». Y denominó a este grupo como «círculo rojo». No es algo novedoso. Recientemente, a raíz del juicio al empresario Pedro Blaquier por sus responsabilidades en la ejecución de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura cívico- militar, apareció en escena el llamado Grupo Azcuénaga. Las investigaciones dan cuenta de que el Grupo Azcuénaga nació en 1973 como una forma de reagrupar a las derechas luego del aplastante triunfo del peronismo en las urnas. Su denominación proviene del lugar donde se realizaban las reuniones, una casona de la calle Azcuénaga, propiedad del barón azucarero. Aquel grupo se constituyó en una gran fuente de desestabilización del gobierno constitucional y posteriormente en el brazo civil del golpe militar. En suma, el Grupo Azcuénaga fue en aquellos años el círculo rojo que hoy menta Macri.
Los círculos rojos no son abstractos ni anónimos, tienen nombre y apellido. Son grupos tradicionales de poder, como la Sociedad Rural Argentina, el conglomerado de medios oligopólicos y el consabido espectro de los otrora factores de poder. Sólo con más democracia representativa y con el protagonismo del pueblo en defensa de sus conquistas y derechos se generarán los anticuerpos necesarios para evitar cualquier intento restaurador de las derechas.
Con la ola neoliberal en sus diferentes versiones se instaló una tríada conceptual que operó como la matriz ideológica de la globalización: el fin de la historia, la caducidad de los Estados y el fin de la política. La función de la política, por ejemplo, quedó relegada a administrar las decisiones previamente delineadas por los grandes cónclaves, como el famoso Foro de Davos, y supervisadas por los organismos internacionales fundamentalmente financieros. La no-política obviamente fue una construcción ideológica, ya que en realidad se trató de un tipo de política en la cual los actores centrales no fueron elegidos por ningún procedimiento democrático sino por los poderes concentrados, es decir, por prominentes «círculos rojos».
Lo que va quedando claro es que se dibujan dos mundos en perspectiva. El que propone la continuidad neoliberal-conservadora es nefasto para la humanidad toda, ya que el libre desarrollo de las energías mercantilistas sólo puede derivar en una crisis social sin precedentes o en la destrucción lisa y llana del planeta Tierra. El otro mundo, basado en la lógica de la solidaridad, la igualdad y el respeto a los derechos de los seres humanos y la autodeterminación de los pueblos, es todavía un horizonte, lejano pero posible, detrás del cual comienzan a caminar pueblos y gobiernos.

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