Opinión

Ricardo Sapei

Vicepresidente primero de Banco Credicoop

Contra la desigualdad

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Foto: Norberto Duarte/AFP

El mundo está avanzando hacia niveles insoportables de inequidad social. El reciente informe presentado por Oxfam (ONG dedicaba a analizar este fenómeno) en el Foro de Davos, comienza con un ejemplo directo: «Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, tributó a un tipo impositivo real ligeramente superior al 3% entre 2014 y 2018. Aber Christine gana 80 dólares al mes vendiendo arroz, harina y soja en mercados del norte de Uganda. Paga en impuestos el 40% de lo que logra vender». Y destaca otros datos alarmantes: desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo, casi el doble que el 99% restante; la fortuna de los milmillonarios aumenta en 2.700 millones de dólares cada día, mientras que los salarios de al menos 1.700 millones de trabajadoras y trabajadores, más que la población de India, crecen por debajo de lo que sube la inflación; por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan solo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza, y la mitad de los milmillonarios del mundo vive en países donde no se aplica ningún impuesto de sucesiones a la riqueza que heredan sus descendientes.
El análisis de Oxfam revela que, en 2022, el salario de al menos 1.700 millones de trabajadoras y trabajadores creció menos que la inflación, lo que redujo su capacidad para comprar alimentos o pagar las facturas energéticas. El servicio de la deuda está fuera de control, lo que está llevando a países enteros al borde de la bancarrota. Los países más pobres destinan cuatro veces más ingresos al servicio de la deuda (que a menudo deben pagar a acreedores privados, ricos y abusivos) que al gasto en salud pública.
Y no es casual, ni inesperado, es la inevitable consecuencia de la aplicación del modelo neoliberal en su versión más extrema. La teoría del derrame es uno de los paradigmas del neoliberalismo que no se ha concretado nunca en la práctica. La enorme brecha de ingresos no es producto de la falta de riqueza, sino de la perversa distribución de la abundancia. Y ese avance no se detendrá si no hay una decisión clara de generar impuestos altamente progresivos, gravando a las grandes corporaciones y a los súper ricos, a sus patrimonios y a sus ganancias. Se requiere además, la decisión de los países centrales de terminar con los paraísos fiscales, que están en sus mismos territorios o sus colonias y permiten la evasión y elusión impositiva de esos ricos del mundo, quitando recursos a los Gobiernos para el desarrollo de políticas redistributivas.

Con otros valores
En este escenario insoportable, creemos firmemente en la cooperativa como herramienta para generar justicia y equidad, y como opción alternativa frente a esta versión neoliberal que mata. Estamos convencidos de que existen valores distintos al lucro que motivan a las personas a gestionar empresas con otros principios, objetivos y valores.
En su discurso en las Naciones Unidas en el año 2011, Carlos Heller, presidente de Credicoop y diputado nacional, expresó: «La empresa cooperativa como contribución a la construcción de un mundo mejor significa ya no pensar a la cooperativa como la rueda de auxilio para enmendar las fallas o los errores del sistema capitalista. Para nosotros significa pensar a los usuarios y a los trabajadores responsables de la administración y la gestión llevando adelante procesos de prestación de servicios, procesos de producción, donde el objeto deje de ser el de obtener la máxima ganancia posible y pase a ser el de prestar el mejor servicio posible». Y agregó: «El servicio que efectivamente satisfaga las necesidades de los usuarios, de los consumidores, y donde la rentabilidad sea la necesaria para que se pueda seguir prestando el servicio, para que se pueda capitalizar, para que se pueda cumplir con los objetivos de la adecuación tecnológica, y para que se pueda cumplir con todos los desafíos que estos tiempos plantean. Esta es la voz que levantamos como cooperativistas en un mundo que padece una profunda crisis de paradigmas. Nosotros estamos orgullosos de ser parte de la experiencia histórica que concibe al cooperativismo como herramienta de transformación social».
Según datos de la Alianza Cooperativa Internacional, las cooperativas no son un fenómeno marginal: más del 12% de la población mundial es cooperativista de las 3 millones de cooperativas que existen en el mundo; las 300 empresas cooperativas y mutuales más importantes del mundo suman un volumen de negocio de 2,14 billones de dólares y las cooperativas proporcionan empleo al 10% de la población empleada. Actualmente, la Alianza Cooperativa Internacional es una de las organizaciones no gubernamentales más grandes del mundo en términos del número de personas a las que representa: más de 1.000 millones de miembros cooperativos de las 3 millones de cooperativas en el mundo.
La Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), Agricultores Federados Argentinos (AFA), el Banco Credicoop y Sancor Seguros se ubicaron entre las primeras 200 cooperativas del mundo en términos de facturación. Los datos surgen de la última edición del Monitor Cooperativo Mundial, elaborado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) y el instituto de investigación europeo Euricse.
Volviendo al citado discurso de Heller, en esa ocasión señaló: «Nosotros como cooperativistas queremos ser parte de la construcción de otro mundo. Queremos un mundo donde se privilegie el bienestar, la salud y la educación de los pueblos. Un mundo en el que la democracia sea auténtica y plena de participación popular, y la cooperativa es una experiencia apta para conseguirlo». En consonancia con ello «nuestro ideal de futuro, recoge los mejores sentimientos del ideario progresista y pregona que la calidad de vida se conseguirá con una equitativa distribución de la riqueza mundial, la preservación de la diversidad cultural y la capacidad de elegir en libertad el modelo de desarrollo y bienestar. Estas banderas no solo denuncian el estado imperante en el mundo, sino que ofrecen caminos de soluciones».
Es la convicción de que es posible construir una sociedad verdaderamente democrática y solidaria, en la que la economía esté al servicio de todos, en la que la salud y la educación sean parte de un proyecto de desarrollo humano, en la que la vida, el arte, la cultura, y todos los bienes devengados del progreso tecnológico sean parte de una configuración ética que vaya sedimentando el nacimiento de una nueva sociedad, una sociedad que le ponga límite a la codicia sustentada en los poderes hegemónicos y afiance la igualdad como objetivo, basada en la integración y el respeto a la diversidad de los caminos para alcanzarla.
En una sociedad cada día más desigual, la opción es el cooperativismo transformador y parafraseando a Floreal Gorini, un mundo mejor para todos es posible, si la gente lo quiere y lucha por conseguirlo.

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