Opinión

Jorge Vilas

Periodista

Desinformación en clave política

Tiempo de lectura: ...
Foto: Jorge Aloy

Las argentinas y los argentinos se alejan del consumo de noticias, especialmente de aquellas que tienen que ver con política y economía. Según la medición anual del Instituto Reuters, de la Universidad de Oxford, recientemente analizada en Acción por Martín Becerra, el interés intenso sobre las noticias cayó en la Argentina del 77% en 2017 al 43% en 2023. Este fenómeno ocurre en un contexto de cambio tecnológico que impacta a nivel global, modificando las formas de percepción, los hábitos de lectura y, claro, los intereses en el consumo de información. La migración masiva del papel a las pantallas de computadoras y, sobre todo, de teléfonos móviles, se consolidó en los últimos años.
Además, tal como explica Becerra, las malas prácticas periodísticas implementadas por las grandes empresas de la comunicación y el impacto de la denominada grieta, asumida por buena parte de los medios como factor de alineamiento informativo, mucho tienen que ver con el rechazo hacia las noticias.
Lo que no cambia es la ultraconcentración en la propiedad. Ya no solo de los grandes medios, sino también de las empresas que brindan conectividad, las plataformas, las redes sociales, en algunos casos los dispositivos para usarlas, y los que producen y regulan el contenido, porque mediante los algoritmos muestran u ocultan lo que les resulta más rentable o útil para sus fines, sean comerciales o políticos.
En este marco, no es casual que resurjan movimientos de derecha y hasta de ultraderecha en el mundo y, por supuesto y como está a la vista, en la Argentina. La despolitización y la desinformación son herramientas de la derecha. Una sociedad desinformada es más permeable a propuestas que van contra sus propios intereses como la dolarización y el ajuste económico brutal, o disparates como la venta libre de órganos.
Los medios de comunicación que promueven dicha despolitización, entendidos en un sentido amplio, es decir, incluyendo el mundo digital, forman parte del entramado del poder económico concentrado, aquí y en el mundo, y por lo tanto juegan un rol fundamental en la disputa política.
Y vale preguntarse: ¿Qué rol juegan los medios alternativos, contrahegemónicos, populares, cooperativos, en este esquema? En primer lugar, deben aportar a la batalla cultural, la disputa de sentidos y agendas, construyendo comunidad y ampliando el espectro de voces que se hacen oír en los pantallas, micrófonos y redes sociales. Nuestros medios tienen la obligación de dar esa pelea e intentar revertir el desinterés de parte de la sociedad hacia la información con periodismo de calidad, aferrado a la verdad y la opinión honesta, sin manipulación.
En el año en que se cumplen 40 años de vigencia ininterrumpida del sistema constitucional, vale apuntar que en la larga lista de asignaturas pendientes de nuestra democracia está el cumplimiento efectivo del derecho a la comunicación. Ese derecho no se agota en la libertad de expresión, la incluye, pero es más amplio, involucra a toda la sociedad y corresponde al Estado ser garante de su cumplimiento y generar las condiciones para que sea efectivo.
No existe democracia sin comunicación democrática y plural. Van de la mano. Uno de los efectos devastadores de la prédica diaria de los medios hegemónicos es la demonización de la política y la consecuente despolitización del pueblo.
Desde el periodismo alternativo, con estrategias que amplíen la llegada al público y busquen al lector y la lectora dispuestos a saltar la valla de la desinformación, se puede aportar a la construcción de un nuevo sentido común emancipador.

Estás leyendo:

Opinión | Jorge Vilas

Desinformación en clave política

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.