10 de septiembre de 2025

Recientemente se dio a conocer la eliminación formal de la Secretaría Pyme, bajo la órbita del Ministerio de Economía. Esto fue el corolario de una gestión que, desde el inicio del actual Gobierno, desactivó la mayoría de las funciones que habitualmente realizaba este organismo en su rol de promotor de las mipymes, entre ellas: el fomento del desarrollo regional, el impulso de procesos de transformación productiva, los esquemas de asistencia técnica y capacitación o los programas de financiamiento para la producción.
La supresión de estos instrumentos de política pública está en línea con lo que habitualmente declaran los funcionarios gubernamentales, para quienes «la mejor política industrial» consiste simplemente en «tener una buena política fiscal y monetaria». Las únicas variables relevantes para la actual administración pasan por los grandes agregados macroeconómicos, y no por las realidades de cada sector productivo. Esto no solo se refleja en lo discursivo, sino en la ejecución presupuestaria. El achicamiento del INTI, del INTA o de la inversión pública en ciencia y tecnología son claros ejemplos de ello.
Este enfoque es exactamente opuesto a las políticas que durante décadas han llevado a cabo los países con mayor grado de desarrollo. En efecto, en los últimos años ha ocurrido un fenómeno de «resurgimiento» de las políticas industriales a nivel mundial, verificado en el incremento de medidas de protección comercial, financiamiento a sectores estratégicos o impulso de empresas públicas, entre otras acciones. Esto sucede al calor de las disputas comerciales entre las principales potencias y, en paralelo, un mayor consenso internacional sobre la relevancia de la producción industrial propia como herramienta de soberanía y autonomía. Para ser claros, actualmente la discusión global no pasa por si estas políticas deben hacerse o no, sino por cómo llevarlas a cabo.
Al mismo tiempo, la experiencia internacional revela que no alcanza con los grandes conglomerados económicos para una estrategia de desarrollo, sino que resulta fundamental la densidad y diversificación del entramado pyme. Esto se explica por el elevado aporte de este tipo de empresas al empleo y la producción agregada, como así también al crecimiento atomizado y el impulso de encadenamientos productivos locales, con impacto positivo a nivel territorial.
En conclusión, podemos afirmar que no se verifican, en ningún país del mundo, experiencias de desarrollo virtuoso que hayan prescindido de herramientas de promoción productiva y sectorial. Es de esperar entonces, que la profundización del actual modelo lleve a un escenario con unos pocos sectores «elegidos» y beneficiados (principalmente vinculados a recursos del suelo y subsuelo), en simultáneo con una mayoría de ramas industriales perjudicadas ante la falta de políticas. La consecuencia lógica de ese camino es el deterioro de la estructura productiva, del empleo y por ende de la calidad de vida de nuestra población.