12 de enero de 2022
FMI. Georgieva, titular del organismo que otorgó un crédito nocivo para el país.
LEAL/AFP/DACHARY
La derecha, nucleada en Cambiemos, Juntos, el macrismo, o como quiera llamársela, apuesta a que si le va mal a la actual gestión será mejor para sus aspiraciones en 2023. Así, como es su costumbre, la derecha termina subordinando el futuro de los argentinos y las argentinas al interés de los sectores dominantes.
La oposición que se opone a todo –como ya nos tiene acostumbrados– parece seguir jugando su propio juego. En ese contexto boicotearon el presupuesto que envió el Ejecutivo al Congreso Nacional con el objetivo de dificultar la tarea de seguir avanzando con el proceso de recuperación actualmente en marcha. También intentan minar la posibilidad de contar con el consenso legislativo necesario para desarrollar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de la forma más soberana posible. El plan plurianual iba a partir del marco y las consideraciones de un Presupuesto que hoy no está.
Siguieron en esa línea con la negativa inicial de los gobernadores que les responden a sentarse con el Gobierno, empresarios y gremios en una reunión ecuménica para encarar la parte final de las negociaciones con el FMI. Acciones como estas los muestran como son: un grupo que no tiene propuestas y que solo busca obstruir. A tal punto quedó en evidencia la maniobra que finalmente todas las jurisdicciones terminaron aceptando el llamado del Gobierno, excepto la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Una oposición, además –y esto hay que recordarlo–, que fue la que contrajo la deuda con el Fondo cuando fue Gobierno. Porque ahora dirigentes de Juntos por el Cambio hablan de las renegociaciones con el FMI como si el actual Gobierno estuviera buscando un préstamo con el organismo, cuando en realidad lo que el Gobierno está intentando es modificar un acuerdo que ellos firmaron. Un acuerdo, vale destacar, que es impagable en los términos en los que fue firmado y que llevaba al país a un camino sin salida.
La deuda que contrajo el expresidente Mauricio Macri fue de 100.000 millones de dólares. De ese monto, unos 45.000 millones se tomaron con el FMI, a mediados de 2018. Los recursos que llegaron del organismo se utilizaron para cancelar pasivos previos por 21.000 millones, incluyendo los que el mismo Gobierno de Cambiemos tomó en los dos primeros años de gestión en los que se endeudaron en dólares. Dijeron –aún lo hacen– que fue para financiar el déficit fiscal, lo cual es una absoluta mentira. Además, nadie podría concebir que se tomen deudas en dólares para cancelar un déficit que mayormente es en pesos. En tanto, 24.000 millones del préstamo del FMI se usaron para financiar la fuga de capitales, en franca contradicción con lo que permite hacer el Convenio Constitutivo del organismo, lo que da cuenta de las corresponsabilidades que existieron. Reconociendo lo insustentable del programa de 2018, el propio Fondo –tarde– acaba de reconocer que antes se debería haber avanzado en una restructuración de la deuda o incluso en la implementación de controles de capitales para evitar que ocurra lo que finalmente ocurrió. Los recursos se fueron, queda la deuda y los intentos de condicionamiento.
El macrismo llevó a cabo un desastre financiero, fue un fracaso como Gobierno. Un fracaso para el pueblo, porque otra lectura posible es que en realidad fue un éxito, porque sirvió para que los funcionarios y amigos de Mauricio Macri cumplieran con sus objetivos de facilitar la fuga, endeudar al país y condicionar a los futuros Gobiernos. Visto así, hasta ahora van logrando en parte su objetivo. Es que, la renegociación de la formidable deuda con el FMI es hoy uno de los mayores desafíos de la coyuntura argentina. Una mochila muy pesada con la que el Gobierno de Alberto Fernández viene lidiando desde que comenzó su gestión.
De este acuerdo no depende el Gobierno de Alberto Fernández, depende el futuro de millones de argentinas y argentinos.