31 de octubre de 2023
Genio y figura. El argentino, con su trofeo, durante la ceremonia del lunes 30 de octubre, en París.
Foto: NA
Merecido, el octavo Balón de Oro de Leo Messi marca acaso el final de una era. Ni siquiera la Masía, la gran escuela formativa por excelencia en el fútbol mundial, «disciplinó» su fútbol de caos. La Masía liberó al Messi adolescente del juego asociado que siempre fue Biblia en Barcelona. Le permitió que siguiera eludiendo a uno, dos, tres rivales, como en los potreros de Rosario. «Ya te corregirá otro», decían sus entrenadores, según cuenta Guillem Balagué en su biografía oficial, Messi. En la temporada 2003-04, Leo llegó a jugar en cinco categorías diferentes de Barcelona. En todas hacía lo mismo. Y en todas ganaba.
Por supuesto que, con los años, Messi aprendió a asociar mejor. Pero ese talento del caos creativo es la característica dominante de su reinado eterno. Lo vimos en su último partido con la selección, contra Perú en Lima. Argentina ganó 2-0 con dos goles suyos. Pero la jugada más recordada del partido fue cuando amagó, giró sobre el lateral y dejó a dos peruanos marcando la nada. Es la magia que eleva al fútbol a categoría de arte. La creatividad que ninguno de sus competidores puede exhibir. Por supuesto que el fútbol actual también tiene otros artistas. Pero Vinicius, Kevin De Bruyne o Bernardo Silva (entre los más destacados) no fueron superlativos. Todo parece indicar que los próximos Balones de Oro tendrán más onda Robocop (Erling Haaland) o Usain Bolt (Kylian Mbappé). Como me decía ayer un colega desde París: «Es más fácil copiar a Cristiano Ronaldo que a Messi». El título de Qatar puede sonar a poco en una temporada en la que otros (Haaland, Rodri) ganaron todo con Manchester City. «¿Pero acaso no tuvo su Balón de Oro Paolo Cannavaro porque Italia ganó el mundial de 2006?», me dice Ramiro Martín, autor del libro Messi, un genio en La Masía. A otro jugador, concede a su vez el colega Eduardo Biscayart, podría no haberle alcanzado con ganar un mundial, «pero Messi tiene un “colchón” que no tiene ningún otro». A los títulos, creatividad y vigencia, Biscayart, que comenta los partidos de Messi en Miami, añade otro punto fundamental. Me habla del último cotejo de Leo en el año. Un partido inexpresivo contra Charlotte FC, en el que Inter, ya eliminado de los play off de la MLS, no se jugaba nada. Césped artificial, difícil. Y Leo que insistía. Jugando, protestando. Un gol anulado por offside y un tiro en el travesaño en las pocas que tuvo. Compitiendo hasta el último minuto. Porque Messi, me dice Biscayart, también es eso: «Un animal competitivo».