Opinión

Paula Mosesso

Economista

El frente externo

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Foto: Stepanov/AFP/Dachary

Aquellos que ya transitamos las cuatro décadas de edad podemos decir que fuimos testigos de varios hechos disruptivos en el devenir de la economía y sociedad mundiales. Aún recuerdo cuando a mediados de los 90 el «efecto tequila» se «derramó» por toda Latinoamérica. Un poco menos nítido y también con origen en el país azteca, me viene a la memoria la crisis de la deuda a principios de los 80. Más cercano en el tiempo, la quiebra de Lehman Brothers y posterior crisis financiera de 2007/2008. Las consecuencias de la pandemia sanitaria y el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, no muy distintas a las de las anteriores crisis, están ahora afectándonos a nosotros y a la generación de nuestros hijos/as. 
Algunos ejemplos: la desigualdad de recursos dentro y entre los países, que la irrupción del COVID-19 no hizo más que exacerbar, nos llevó a una preocupante situación. Según señaló el Director general de la OMS: «Mientras que casi el 70% de la población mundial fue vacunada, en los países de bajos ingresos solo el 22%». En relación a la guerra en Ucrania, un efecto son los elevados niveles de inflación en varios países y la consecuente política de alza de las tasas de interés que dispusieron las economías centrales: «El endurecimiento de las condiciones financieras mundiales» lo describe un informe del FMI. Es decir, un financiamiento más costoso y escaso para los países emergentes como Argentina, que además heredó un fuerte endeudamiento externo de la gestión anterior. Más allá del análisis que merece la dinámica de la economía local, no debemos subestimar la incidencia de los factores externos que condicionan las decisiones de política económica.

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