Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

El fútbol de Jeckyll y Hyde

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Si «Chiqui Patria» tuviera boleta propia, este domingo podría lograr más votos que varios de los candidatos que se presentan en las PASO. La consultora Isonomía lo había medido en enero, cuando la Copa estaba bien fresca. Sigue estando. ¿O será simple casualidad que Qatar haya ayudado estos días al Gobierno nacional con el pago de la deuda externa? Es el «efecto Mundial» al que Tapia se subió mejor que ningún otro. Levantando la Copa el verano en Mar del Plata, en la playa o en el teatro. En los Martín Fierro. Donde sea. Hasta en la Rural. 
No fue igual en la despedida de Maxi Rodríguez, el 24 de junio pasado. «Con Newell’s no se jode», le cantó la barra, que además lo silbó. Cuentan que «el Gringo» Heinze, DT de Newell’s, le reprochó en voz alta por algunos arbitrajes supuestamente perjudiciales. Y que por eso Tapia se fue antes de que terminara la fiesta. No le decían «Chiqui Patria». Le gritaron «Chiqui Mafia». O «Cheque Tapia».
Son las dos caras de Claudio Fabián «Chiqui» Tapia, sanjuanino de 55 años, presidente de la AFA desde 2017 y habilitado por una Asamblea a permanecer hasta 2029.
El presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, subido también él a la Scaloneta, lo describió como «el mejor dirigente del mundo». Y la FIFA de Gianni Infantino le dio en tiempo récord la organización del último Mundial Sub 20. 
La selección, los mundiales, el centro logístico de Miami para el Mundial 2026, los nuevos mercados. Aplausos. Pero los hinchas locales (no los que aparecen cada cuatro años, según se gane o se pierda la Copa) se ríen de la AFA que reparte la inédita cantidad de seis títulos en una sola temporada: a la Liga que ya terminó le siguen ahora la Copa de la Liga y la Copa Argentina, pero se suman también el Trofeo de Campeones, la Supercopa Argentina y la Supercopa Internacional. River y Boca a gusto. Y los más chicos también: porque sigue habiendo 28 equipos en Primera y se eliminó un descenso en plena temporada. El arte de quedar bien con todos, menos con la competencia. El Tapia que fue jugador mientras se ganaba el mango como barrendero en las calles de la Boca (y que algunos recuerdan con discursos de puro clasismo), sigue marcado por la protección arbitral a su Barracas querido, que así logró un ascenso aún más fulminante que el Arsenal de Julio Grondona. También en mucho menos tiempo que su predecesor, Tapia construyó un poder único en el fútbol doméstico. A tal punto que ya casi ni escuchamos la muletilla clásica que añoraba a Grondona: «con Don Julio esto no pasaba». Podría sonar a elogio. No lo es. 

Divino tesoro. Tapia, en uno de los eventos junto a la copa ganada en Qatar.

Foto: NA

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