Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

Fútbol del rey mercado

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Fuga de talentos. Joyas de Boca y River, Barco y Echeverri, dicen adiós a poco de debutar en primera división. (Fotos: Getty Images, NA)

¿Quién es el primero que puede gritarle «mercenarios» a Claudio «Diablito» Echeverri y a Valentín Barco, pibes que a los 18-19 años le dicen chau a nuestros dos clubes más grandes, River y Boca, a cambio no solo de crecimiento económico, sino también de acercarse a la élite del fútbol mundial, a una Premier League que hace solo un par de años atrás miraban como si fuera Marte?
Es su dinero, su carrera, su futuro. Sucede desde hace décadas. Por un lado, está lo personal. ¿Acaso un joven promisorio (pianista, bailarín, arquitecto, lo que sea) renunciaría a cumplir su sueño? El fútbol, además, potencia todo con su tentación de dinero dorado, fama e idolatría. El hincha, claro, se desilusiona. Les dice «traidores». Pero así funciona el mundo. Y, dentro de ese mundo, el fútbol sigue siendo un espejo generoso.
Luego hay otro análisis más amplio. ¿Por qué no venderíamos a nuestros mejores jugadores si, como se desnuda en estos tiempos nuevos, poco menos que se pone a la venta al país todo? ¿Cómo reprochar la decisión cuando el pibe (el «Diablito», el «Colo», quien sea) no nació exactamente en cuna dorada y encima el discurso de turno impone la política salvaje del «sálvese quien pueda»? Ellos pueden.
Es cierto, la apuesta tiene riesgos. Julián Álvarez se fue de River joven, pero con 22 años. Ya tenía cuatro temporadas en Primera. Hoy es figura en el mejor equipo del mundo. Ahora hablamos de los mismos clubes (River que vende, Manchester City compra). Pero El Diablito, si bien permanecerá al menos un año más en River, fuerza su traspaso después de haber jugado apenas un partido como titular. La incertidumbre es mayor. Para todos.
También Barco se va prematuramente al fútbol inglés (Brighton) y con método similar: una cláusula indemnizatoria baja. Impuesta, en ambos casos, por los respectivos representantes de los jugadores, bajo la ¿extorsión? de que, caso contrario, ni siquiera firmarían su primer contrato profesional. Así es el fútbol moderno. Ya no venden los clubes. Las reglas de juego las imponen los cracks.
Seguro que tal vez River y Boca podrían haber hecho algo más. Pero también el vecino Brasil se ve obligado a vender a sus mejores joyas. Vitor Roque a Barcelona y Endrick a Real Madrid. Claro, son goleadores. Cotizan mejor. Y, además, con una economía más fuerte, sus clubes logran imponer cláusulas indemnizatorias que casi cuadruplican las nuestras. Veamos, sino, el caso de Estevao. También goleador, Estevao jugó el último Mundial Sub 17, donde Brasil cayó eliminado 3-0 por Argentina (tres goles del Diablito). Pero el club europeo que quiera llevarse a Estevao deberá pagarle a Palmeiras una cláusula de 60 millones de euros.
Juan Román Riquelme fue una rara avis cuando tenía 20 años y en 1998 rechazó irse a Italia porque primero quería salir campeón con Boca. Por algo los hinchas le renovaron ahora su amor eligiéndolo presidente. Pero Román sabe que los tiempos han cambiado. Y que difícilmente el futuro sea mejor.

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