Opinión

Martín Burgos

Investigador del CCC

Impuesto global

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Con la globalización, las empresas transnacionales acumularon un inmenso poder financiero que se construyó articulando la producción de bienes y servicios en distintos países y centralizando las ganancias en algunos pocos, las guaridas fiscales. Las razones de esas localizaciones en idílicas islas del Caribe pero sobre todo en países del primer mundo (Suiza, Países Bajos, Irlanda o algunos Estados de Estados Unidos), es el escaso impuesto a las ganancias que rige allí. Viendo la situación desde el punto de vista de los Gobiernos nacionales, uno de los principales problemas que enfrentan es cómo hacer para cobrarles a las empresas multinacionales que amenazan con irse a otro país, con no invertir, con pedir beneficios fiscales e incluso subsidios públicos. Esta problemática fue objeto de conversaciones en el marco de la OCDE, que planteaba la necesidad de un impuesto a las ganancias mínimo de 15% en todos los países, y el mes pasado se logró un acuerdo en el G-7 luego del impulso de Joe Biden. A nivel global, implica que la empresa que reside en un país que tenga impuesto a las ganancias menor al 15% debe pagar la diferencia a la casa matriz. Esto totalizaría ingresos globales de 150 mil millones de dólares, de los cuales podrían estimarse 900 millones para Brasil y 100 millones para Argentina. Si bien la iniciativa tiene el apoyo de las autoridades argentinas, parece insuficiente en vista de lo que recibirán los países periféricos, dado que la mayoría de las empresas transnacionales tienen su casa matriz en países centrales. El propio ministro de economía Martin Guzmán subrayó que estaría más conforme con una tasa global más elevada (de 25%) que impida que el 15% se convierta en el techo de las alícuotas de ganancias en el mundo, y que además permita sacar mayor renta para repartir con los países periféricos.

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